Argueta " No más "Banana Republic"

El poeta y novelista salvadoreño Manlio Argueta fija una firme postura frente al resurgimiento del golpismo en América Latina,con Honduras como puerta de entrada.

Este artículo, reproducido con su permiso expreso, nos ofrece una perspectiva que no aparecerá en los cables de las agencias internacionales.
No more Banana Republic

Por Manlio Argueta

(Publicado con su autorización)

Aunque el término originalmente fue aplicado a Honduras por el escritor humorista norteamericano O´Henry, posteriormente se endosó a todos los países dominados “por corruptos, tiranos y sumisos a los países ricos” –dice Wikipedia-. Todo el Caribe y América Central fueron forzados a adaptarse a ser repúblicas bananas y el término se extendió a Africa y Asia.
El nombre en inglés tenía razón de ser: se atribuía a los Estados Unidos ser el gran amigo de las dictaduras y en esa época, la producción de banano (la United Fruit Company) ligaba sus intereses privados a intereses estatales. De esas etapa histórica se registra una famosa frase de un presidente norteamericano Teodoro Roosvelt: “Somoza es un son of bicht pero es nuestro son of bicht”.
El antecedente más funesto fue el golpe de estado contra el presidente coronel Jacobo Arbenz (1954), casado con una salvadoreña proveniente de las familias más ricas de El Salvador, María Vilanova; sin embargo, en esa época, y aun años después de haber sido depuesto el presidente Arbenz, Vilanova de Arbenz fue perseguida en los países donde se asiló. La acusaban de haber sido el poder tras el trono de su marido, ya fuera del “trono” y muerto Arbenz, la salvadoreña seguía siendo un “peligro” para Guatemala.


Eran los tiempos del Ex Secretario de Estado de Estados Unidos, John Foster Dulles, quien afirmaba que lo que era bueno para la General Motors era bueno para los Estados Unidos. Claro Dulles era abogado de de United Fruit Company y al terminar su mandato se empleó como abogado de la General Motors.


Esta situación siguió prevaleciendo en América Central aunque en la última década del siglo XX, luego de guerras civiles y los acuerdos de paz, se inicia un proceso democrático. El estigma de banana republic se fue perdiendo.
En el caso de Honduras ni siquiera se arguye el peligro comunista como se señalaba antes para mantener las banana republics, y justificar la persecución de Arbenz y María Vilanova; la familia Zelaya, del Presidente es una de las más ricas de Honduras.


La decisión de un juez de que no procedía una encuesta no vinculante donde se preguntaba sobre su voluntad de organizar una cuarta urna en las próximas elecciones del mes de noviembre del 2009, una consulta al pueblo para ver si estaba de acuerdo con esa Cuarta Urna en las elecciones de noviembre. Esta sola pregunta produjo el golpe de estado. Se inventaron supuestos, hasta se habló que se pretendía quitar la patria potestad a los niños mayores de tres años, o implantar la reelección presidencial.

En todo caso, la encuesta no estaba vinculada a propuesta política, pues el proceso, si acaso el pueblo la aceptaba, iría por los caminos legales de una Asamblea Constituyente.
Lo que nos dice el golpe de estado en Honduras es que el sistema democrático que estamos viviendo en América Central a partir del siglo XXI puede ser roto por una simple apelación de juez o abogado. Y si un organismo judicial superior lo acepta, puede dar lugar a deponer a un presidente. La lección es funesta. La administración de la ley puede inventarse recursos para romper el orden constitucional. Esto fue el origen del ataque al sistema interamericano democrático, que apenas está echando raíces en nuestras desgraciadas repúblicas centroamericanas.

La ocurrido en Honduras nos da una señal que la democracia centroamericana no está consolidada, y si bien el sector que maneja las armas puede ser profesional en aceptar con obediencia a la Constitución, también es posible que un recurso de cualquier persona e interpretado por un órgano del Estado es capaz de abrirle las puertas a un grupo de ambiciosos para deponer a un presidente democráticamente elegido.
No hay pretexto, no hay medida cuando se quiere justificar un atropello. Pero abogados sobran, otros civiles también, incluso intelectuales para atizar a pequeños de poder, y poner la ley como mascarón de proa para la perversión política. Las dictaduras siempre se defendieron con la ley en la mano, interpretada a su medida y cuando no fue posible ajustarla a sus ambiciones crearon los medios alternos para sostener el autoritarismo y la represión, para dar sus madrugones y cometer sus crímenes.


Sin embargo, hay una esperanza: los tiempos de las banana republics ha cambiado, la General Motors casi está en quiebra, Dulles muertecito y tristemente célebre, y los Estados Unidos quiso un cambio en su historia: elegir al presidente Barak Obama con su frase de cambio ya universal: “Yes, we can”. Y el pueblo le aceptó el cambio planteado. ¡Yes you can! Las dictaduras militares no deben volver a América Central.


Por el bien de América Latina las dictaduras militares son una aberración. El golpe de estado en Honduras es un plomazo a la tolerancia política como dinámica del sistema democrático continental, no hay otra salida: reponer al presidente Zelaya para ponerle paro a la perversión ocurrida esta madrugada del 28 de junio del 2009.


Ninguna crisis política debe ser resuelta por las balas y los fusiles, o por apelaciones o sentencias jurídicas dudosas. En el siglo de la información, el conocimiento y la tecnología, se vuelven una herencia atávica.

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