Escritora le dice cuatro verdades a Edesur

La escritora dominicana Angela Hernández, reconocida nacional e internacionalmente por sus textos en los géneros poesía, cuento, novela y ensayo, una de las más prestigiosas intelectuales dominicanas, ha escrito un texto que nada tiene que ver con lo literario. Por un problema de Edesur en sus lineas, su casa fue impactada por un alto voltaje 220 que le quemó sus electrodomesticos.

Cuando acudió a hacer la reclamación, sintió en el trato que se le ofreció, la actitud de que ella era una potencial delincuente que intenta defraudar la empresa de venta del servicio,  Con la habilidad de quien sabe escribir, expone como pocas veces hemos visto, la perspectiva de una cliente  frente a un abuso, ante el cual, el cliente parece el victimario. Un caso para determinar hasta donde puede ser el cambio de Edesur con un Rubén Bichara al frente de sus accioes.
La carta de Angela Henández, dice:

LA RELACIÓN CON EDESUR ELECTROCUTA 
EL BUEN SENTIDO Y LA PACIENCIA

Bregar con Edesur es agotador, irritante, desmoralizador, desconcertante, abrumador.
No voy a narrar los numerosos hechos en los que me he sentido víctima de un abuso en la factura ni las muchas horas de numerosos días en la sala de la oficina comercial correspondiente ( en la que, dicho sea de paso, reina una triste atmósfera de desesperación, ansiedad e impotencia) en espera para presentar la queja del momento, no, solo voy a contarles la última.

El 14 de agosto a eso de las ocho de la noche, llegué del Parque Mirador y encendí las luces, como cualquier día. Al instante, las bombillas empezaron a estallar. Pensé que les había caído agua. Encendí otras, también estallaban. Me percaté de que olía a quemado. Corrí a la cocina. Del inversor salía humo y  producía un raro ruido, encendiendo y apagando las lucecitas, rojas o verdes, de manera caótica. Llamé a Edesur y expliqué la emergencia, presa del intenso miedo de que en cualquier parte comenzara un incendio. Me dijeron que enviarían una brigada de emergencia. No me atrevía a tocar nada, pues todo evidenciaba un alto voltaje y sabía de más de una tragedia por desenchufar un equipo en casos similares (en mi cuento “Abura”, se narra una de éstas).

 Pasaban los minutos y la brigada no llegaba. Decidí llamar a mi hijo, apremiándolo a que viniera en el acto (estaba en el cine con su esposa). Pasé un rato de terror. Cuando él llegó sentí alivio, pues confío mucho en su capacidad y serenidad para afrontar este tipo de problemas (a mí, aunque cursé la materia electrotecnia los eventos asociados a la electricidad me impresionan mucho. Tal vez porque un estimado compañero de carrera, ya en séptimo semestre se electrocutó tumbando unos limones, en Moca).

Mi hijo verificó que en toda la casa el voltaje era 220. Desconecto todos los equipos. Hizo lo indispensable en la emergencia. Esa noche no llegó la bridada de emergencia del Edesur. Al otro día, llamé de nuevo. Me informaron que había una brigada cerca, llegaría en cualquier momento. Pasé el día 15 esperando la brigada. El 16, o sea dos días después del suceso, a las 2 p.m. se apareció la brigada. Comprobaron que el alto voltaje se había producido por el mal estado de las bases de los contadores, el de la casa de abajo y el apartamento de arriba. Les expliqué los daños que había producido el altovoltaje, ellos y otras personas, al otro día, me informaron que tenía que reportarlos a la oficina comercial. Allí pasé horas de la mañana, con mi carta explicativa en mano. Debo decir que luchaba con la molestia y la impaciencia. Había abandonado mi trabajo literario para enfrentar esta situación. Sabía que perdería muchas horas y dudaba de los resultados).

Con el altovoltaje se dañaron: mi computadora personal, una nevera, las cajitas de telecable, el modem para internet, las bombillas con sensores de movimiento, el microonda, la mayoría de bombillas… De todo esto, cosas materiales al fin y al cabo, mi preocupación es por mi ordenador, en cuyo disco duro yacen archivos muy valiosos para mí, en materia literaria, laboral e imágenes.
Di gracias a Dios por estar en mi casa en el momento que se produjo el altovoltaje. Esa noche, debía participar en una reunión de poetas convocada por la Academia de Ciencias. Esa misma tarde, me informaron que habían suspendido el encuentro. Me dan escalofríos cuando pienso lo que hubiera pasado si la casa hubiera estado sola, cerrada.
-Edesur aún no ha mandado a arreglar las bases de contadores, o sea la causa del altovoltaje. Lo que significa que en cualquier momento podría repetirse el mismo episodio. Casi no me atrevo a salir de la casa por temor a que ocurra un accidente mientras estoy fuera.

-En vez de enviar a un inspector a verificar los daños, me entregaron una lista de tareas, sin recibirme la carta que les llevé. Ahora, según me indicaron con cierta reticencia, yo tengo ahoque que dedicarme a buscar cotizaciones de los equipos dañados, para luego Edesur decidir enviarme el inspector. Vistos los antecedentes con esta empresa, yo me pregunto,:

¿Me meterán en una intransitable ruta burocrática, hasta que yo me rinda y desista?

¿Vale la pena volver a la oficina comercial, a respirar aquel aire triste y quejumbroso y exasperado? ¿A que la persona que me atienda me mire como si yo fuera sospechosa de algo indefinible?

Pago a tiempo y religiosamente mis facturas. Las he pagado aun cuando las he considerado un atentado a mis humildes bolsillos, en aras de contar con energía eléctrica, en aras de no perder tiempo. ¿Por qué Edesur no cumple conmigo? ¿Por qué atentan contra quienes pagan y cumplen?

 Edesur me sustrae dinero, me quita tiempo, orden y seguridad. Y nadie me defiende y sospecho que asimismo se sienten cientos de miles de ciudadanos y ciudadanas. Edesur electrocuta la paciencia al más santo, al más cumplidor.

La relación con esta empresa es desigual, injusta. Sin hay un problema, siempre serás el sospechoso. Por más que mires todos sus asuntos, siempre te deja la impresión de portar algo fantasmagórico y amenazante. Si reclamas, te miraran con sospecha y suspicacia; te mirarán con una insolencia escalofriante, con una parsimonia desgraciada. Jamás se darán prisa en escucharte o resolver.

La relación con Edesur me quita el sueño, me deja exhausta. Es desesperante.  Los dirigentes de Edesur jamás imaginarán lo que significa el tiempo para mí, lo que significa perder tiempo en un berenjenal burocrático, kafkiano, desconsiderado…
¿Qué debo hacer?
Atentamente:
Angela Hernández
Escritora

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1 Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Señora, usted no está sola.
Soy un chico de 17, y en toda la vida que he pasado con mi familia, no podría estar mas indignado. Sin ningún verano a faltar. Edesur nos las ha jugado. Los cables de mi barrio son viejos y retorcidos, va pasando mucho tiempo de que la empresa no se hace responsable. Y cuando no se va la corriente o hay un error que dura días y días en resolverse, nos la cortan por 2 semanas en una zona determinada. Nuestros refrigerios se han hechado a perder, pasamos las noches durmiendo en nuestros patios para evitar el calor y el agua de la canilla hierve. No veo salida ni escapatoria, los veranos son los mas duros. Y a pesar de ser un buen tiempo de descanso, no hay cosa como el que te obliguen a vivir en la Edad Oscura, haciendome evadir el aburrimiento leyendo a luz de vela, y quedandome aislado de los medios informaticos que tengo a disposición.