Hace dos años tuve el gusto de conocer a Bernarda Jiménez Clemente cuando su organización Voluntariado de Madres Dominicanas (VOMADE-VINCIT) nos invitó junto a Jesús Nova a concoer lo que se hacía en Madrid en favor de la inmigración latinoamericana.
La irregularidad puede tener varias causas: falsificación de documentos, entrada irregular, pérdida de residencia por diversos motivos, tráfico de personas, matrimonios blancos, doble y a veces hasta triple documentación (esto es , tres dominicanos pueden llevar la misma documentación), etc. Según datos del Consulado General Dominicano en España, hay inscritos alrededor de 90,000 dominicanos.
Han emigrado por múltiples y variadas razones. En nuestro país se ha implantado, de un tiempo a esta parte, lo que llamo "la cultura de la huida", fundamentalmente porque las estructuras sociales existentes han creado la "cultura de la expulsión". Es por esta razón que yo mantengo y he mantenido que lo mismo que existe la figura del "refugiado político " por razones ideológicas, debiera existir la figura del "refugiado económico “, porque tanta amenaza representa para la vida la ideología como el hambre estructural.
En nuestros estudios, hemos podido comprobar, que esa “cultura de la huida” se alimenta en no pocos casos de situaciones de frustración política.
¿Cómo han emigrado?
La mayor parte, en su origen, de forma "irregular”. El periodo 89-92 fue el del mayor número de emigrantes a España. Alrededor de 50,000 personas (la gran mayoría mujeres) lo hicieron al amparo de los convenios internacionales existentes entre el Reino de España y la Republica Dominicana, que les eximia del visado para entrar en territorio español, lo que les facilitaba posteriormente quedarse de forma irregular.
En el año 1994 se impone el visado y aquí es donde encuentran los traficantes de personas un filón para su enriquecimiento. Parte emigra a través de las mafias; otros, por la reagrupación familiar; no falta quien lo hace a través de los contingentes o cupos; otros, con falsificación de documentos por el sistema de los "machetes”; otros, camuflados en los viajes al Vaticano con ocasión de eventos religiosos; los hay que eligen los “matrimonios blancos”; o directamente a la prostitución.
En nuestros estudios, esto nos obliga, por razones prácticas, a dividir la emigración dominicana a España en tres etapas. La primera es la de la “clandestinidad”, entre los años 1989 y 1993. La segunda, la de la “regularización”, entre 1994 y 1998. Y, la tercera, la de la “normalización”, entre 1998 y 2002.
¿A que precio?
A veces me sorprendo de ver la superficialidad e indiferencia social con que contemplamos el dolor ajeno. La hipocresía institucional y mediática nacional priva a la estructura social de producir dolor y lágrimas para que otros vivan mejor. Esto se ve fácilmente en el tema de la emigración.
¡Cuánto dolor y lágrimas no contabilizados! La emigración dominicana a España está repleta de sufrimiento físico y psíquico. Regó con sangre dominicana el suelo español producida por unas balas racistas, dejando una madre muerta y una hija huérfana. Familias rotas en mil pedazos. Personas perseguidas como si fueran animales improductivos por el simple delito de ser seres humanos en el ejercicio de su derecho natural de poder movilizarse. Mujeres jóvenes empantanadas en el status de "sin papeles" que han tenido que seguir el crecimiento de sus hijos por fotografías, a través de cartas o llamadas telefónicas.
El año 94, cuando realizamos un vuelo chárter a la Republica Dominicana, una mujer joven de Vicente Noble, de regreso a España me decía: “Doctora, han sido las vacaciones más tristes de mi vida. Del mes que hemos estado aquí he dedicado 20 días intentando convencer a mi hija de que yo era su madre”.
¿Qué representa la emigración dominicana para España y la Republica Dominicana?
Confundimos la mano de obra que enviamos con las personas compatriotas nuestras, que son portadoras de sueños y esperanzas para sí, para sus familias y su patria, para que al realizarse los mismos contribuyan al desarrollo de nuestro país. Y para alcanzar estos sueños tienen que pasar por mil vicisitudes y sacrificios, muchos de los cuales podrían evitarse simplemente con que tuviéramos un poco de conciencia, de voluntad política y, sobre todo, de responsabilidad patriótica y constitucional en el reconocimiento práctico de nuestra nacionalidad y en los diversos servicios que debieran dispensarse desde nuestras representaciones diplomáticas.
Cada emigrante es el embajador no remunerado más digno de nuestro país porque, entre otras cosas, lo ejerce voluntariamente y desde su conciencia patriótica y es un orgullo de la dominicanidad. Lo encuentras donde quiera que vayas; sus símbolos patrios están en su vehiculo, en su oficina, en su negocio, en su clínica, en su consulta, en las diversas actividades publicas y privadas, pero sobre todo en el corazón.
¿Qué proponemos?
Una política migratoria acorde con la realidad actual, que tenga en cuenta a los emigrantes y a las organizaciones en las que ellos se agrupan, creando espacios de participación que estén alejados de sensibilidades partidistas. El año 2002, en un Seminario Internacional realizado en esta ciudad, en la conclusión nº 10, pedíamos la creación de un Consejo Nacional de la Emigración, compuesto por órganos consultivos de cada país y que nos pudiéramos reunir al menos un vez cada dos años.
Modernización de nuestros servicios en el exterior con personal de carrera profesional, para cuyos cargos se superen los aspectos partidistas, que representen dignamente a nuestro país y defiendan nuestros intereses de forma profesional y patriótica.
Creación de la figura del Agregado Laboral en nuestros consulados, en aquellos países donde haya suficiente número de emigrantes, para que se ocupe de defender los intereses de nuestros trabajadores.
Una política efectiva y eficaz contra las mafias que trafican seres humanos compatriotas como si fueran carne de res, especialmente con las mujeres que son captadas para la prostitución, a pesar de que ya en este campo se han hecho esfuerzos considerables y meritorios por parte de los gobiernos respectivos.
Dar instrucciones a nuestros consulados para que cuando deporten a uno de nuestros emigrantes por razones puramente administrativas, les reconozcan sus derechos humanos y les traten con dignidad y no como delincuentes.
Reiterar una petición que venimos haciendo desde hace muchos años a gobiernos de distintos signos: establecer sucursales bancarias en los países de mayor número de emigrantes e incentivar la canalización de sus remesas con incentivos de cuentas de ahorros en divisas, en vez de ser gravados, como ahora, con cargas de entre 6 y 8 puntos. Estos incentivos podrían consistir en intereses racionales en divisas, de lo cual saldría beneficiario no solamente el emigrante, sino sobre todo el país.
No me ha sorprendido ahora que sea la primera latina elevada a la cúpula del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), como miembrotitular de la Ejecutiva Federal de su´más alto organismo de dirección.
Bernarda es una mocana tan cibaeña y tan auténtica que, a pesar de sus 24 años en España, sigue hablando con el acento del campo adentro y no se le ha pegado el "seseo" madrileño.
Me place mucho orgullo felicitarla y ponerme a su disposicion en sus nuevas funciones.
Para que se tenga idea de cómo piensa Bernarda Jiménez, les presentó aqui una de sus conferencias sobre inmigración.
El largo pero vale la pena dedicarle el tiempo.
En la foto, el Rey Juan Carlos I le condecora en 1995 por su labor en favor de las inmigrantes dominicanas.
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( MADRID.En España, según cálculos extraoficiales, hay entre 100,000 y 110,000 dominicanos, distribuidos en “no nacionalizados” (57.727), “nacionalizados” (22,301) e “irregulares” (el resto) .Este censo corresponde al año 2005.
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( MADRID.En España, según cálculos extraoficiales, hay entre 100,000 y 110,000 dominicanos, distribuidos en “no nacionalizados” (57.727), “nacionalizados” (22,301) e “irregulares” (el resto) .Este censo corresponde al año 2005.
La irregularidad puede tener varias causas: falsificación de documentos, entrada irregular, pérdida de residencia por diversos motivos, tráfico de personas, matrimonios blancos, doble y a veces hasta triple documentación (esto es , tres dominicanos pueden llevar la misma documentación), etc. Según datos del Consulado General Dominicano en España, hay inscritos alrededor de 90,000 dominicanos.
Han emigrado por múltiples y variadas razones. En nuestro país se ha implantado, de un tiempo a esta parte, lo que llamo "la cultura de la huida", fundamentalmente porque las estructuras sociales existentes han creado la "cultura de la expulsión". Es por esta razón que yo mantengo y he mantenido que lo mismo que existe la figura del "refugiado político " por razones ideológicas, debiera existir la figura del "refugiado económico “, porque tanta amenaza representa para la vida la ideología como el hambre estructural.
En nuestros estudios, hemos podido comprobar, que esa “cultura de la huida” se alimenta en no pocos casos de situaciones de frustración política.
¿Cómo han emigrado?
La mayor parte, en su origen, de forma "irregular”. El periodo 89-92 fue el del mayor número de emigrantes a España. Alrededor de 50,000 personas (la gran mayoría mujeres) lo hicieron al amparo de los convenios internacionales existentes entre el Reino de España y la Republica Dominicana, que les eximia del visado para entrar en territorio español, lo que les facilitaba posteriormente quedarse de forma irregular.
En el año 1994 se impone el visado y aquí es donde encuentran los traficantes de personas un filón para su enriquecimiento. Parte emigra a través de las mafias; otros, por la reagrupación familiar; no falta quien lo hace a través de los contingentes o cupos; otros, con falsificación de documentos por el sistema de los "machetes”; otros, camuflados en los viajes al Vaticano con ocasión de eventos religiosos; los hay que eligen los “matrimonios blancos”; o directamente a la prostitución.
En nuestros estudios, esto nos obliga, por razones prácticas, a dividir la emigración dominicana a España en tres etapas. La primera es la de la “clandestinidad”, entre los años 1989 y 1993. La segunda, la de la “regularización”, entre 1994 y 1998. Y, la tercera, la de la “normalización”, entre 1998 y 2002.
¿A que precio?
A veces me sorprendo de ver la superficialidad e indiferencia social con que contemplamos el dolor ajeno. La hipocresía institucional y mediática nacional priva a la estructura social de producir dolor y lágrimas para que otros vivan mejor. Esto se ve fácilmente en el tema de la emigración.
¡Cuánto dolor y lágrimas no contabilizados! La emigración dominicana a España está repleta de sufrimiento físico y psíquico. Regó con sangre dominicana el suelo español producida por unas balas racistas, dejando una madre muerta y una hija huérfana. Familias rotas en mil pedazos. Personas perseguidas como si fueran animales improductivos por el simple delito de ser seres humanos en el ejercicio de su derecho natural de poder movilizarse. Mujeres jóvenes empantanadas en el status de "sin papeles" que han tenido que seguir el crecimiento de sus hijos por fotografías, a través de cartas o llamadas telefónicas.
El año 94, cuando realizamos un vuelo chárter a la Republica Dominicana, una mujer joven de Vicente Noble, de regreso a España me decía: “Doctora, han sido las vacaciones más tristes de mi vida. Del mes que hemos estado aquí he dedicado 20 días intentando convencer a mi hija de que yo era su madre”.
¿Qué representa la emigración dominicana para España y la Republica Dominicana?
Confundimos la mano de obra que enviamos con las personas compatriotas nuestras, que son portadoras de sueños y esperanzas para sí, para sus familias y su patria, para que al realizarse los mismos contribuyan al desarrollo de nuestro país. Y para alcanzar estos sueños tienen que pasar por mil vicisitudes y sacrificios, muchos de los cuales podrían evitarse simplemente con que tuviéramos un poco de conciencia, de voluntad política y, sobre todo, de responsabilidad patriótica y constitucional en el reconocimiento práctico de nuestra nacionalidad y en los diversos servicios que debieran dispensarse desde nuestras representaciones diplomáticas.
Cada emigrante es el embajador no remunerado más digno de nuestro país porque, entre otras cosas, lo ejerce voluntariamente y desde su conciencia patriótica y es un orgullo de la dominicanidad. Lo encuentras donde quiera que vayas; sus símbolos patrios están en su vehiculo, en su oficina, en su negocio, en su clínica, en su consulta, en las diversas actividades publicas y privadas, pero sobre todo en el corazón.
¿Qué proponemos?
Una política migratoria acorde con la realidad actual, que tenga en cuenta a los emigrantes y a las organizaciones en las que ellos se agrupan, creando espacios de participación que estén alejados de sensibilidades partidistas. El año 2002, en un Seminario Internacional realizado en esta ciudad, en la conclusión nº 10, pedíamos la creación de un Consejo Nacional de la Emigración, compuesto por órganos consultivos de cada país y que nos pudiéramos reunir al menos un vez cada dos años.
Modernización de nuestros servicios en el exterior con personal de carrera profesional, para cuyos cargos se superen los aspectos partidistas, que representen dignamente a nuestro país y defiendan nuestros intereses de forma profesional y patriótica.
Creación de la figura del Agregado Laboral en nuestros consulados, en aquellos países donde haya suficiente número de emigrantes, para que se ocupe de defender los intereses de nuestros trabajadores.
Una política efectiva y eficaz contra las mafias que trafican seres humanos compatriotas como si fueran carne de res, especialmente con las mujeres que son captadas para la prostitución, a pesar de que ya en este campo se han hecho esfuerzos considerables y meritorios por parte de los gobiernos respectivos.
Dar instrucciones a nuestros consulados para que cuando deporten a uno de nuestros emigrantes por razones puramente administrativas, les reconozcan sus derechos humanos y les traten con dignidad y no como delincuentes.
Reiterar una petición que venimos haciendo desde hace muchos años a gobiernos de distintos signos: establecer sucursales bancarias en los países de mayor número de emigrantes e incentivar la canalización de sus remesas con incentivos de cuentas de ahorros en divisas, en vez de ser gravados, como ahora, con cargas de entre 6 y 8 puntos. Estos incentivos podrían consistir en intereses racionales en divisas, de lo cual saldría beneficiario no solamente el emigrante, sino sobre todo el país.
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