Una Lidia Ariza que llora de verdad, a pesar de estar sometida a los rigores humorísticos de una comedia, en nombre de los millones de mujeres que sufren la infidelidad de sus maridos.
Cuando un teatro logra la unidad de artistas y publico, cuando las lágrimas son sentidas a pesar de representar una comedia, cuando el quehacer teatral ha logrado imponerse a lo largo de nueve años, creando una marca y una tradición de prestigio que ha generado un público leal que cada fin de semana llena sus 50 asientos, entonces se está frente a un milagro: Las Máscaras.
Un teatrito capaz de provocar las mismas sensaciones de los grandes teatros del Viejo Mundo.
Las Máscaras es el teatro más pequeño, físicamente hablando con que cuenta el país.
Las Máscaras es un teatro levantado en una sala de casona familiar.
(No es el más pequeño del mundo porque en una de las calles adyacentes a la Plaza Roja, hay un teatro de cuatro metros de largo en total. )
Un espacio físicamente pequeño que permite un escenario de dos metros y medio y una platea de no más de doce, en el cual se acomodan ocho filas de sillas con cojines, ubicadas en dos bloques.
Todos los asientos tienen una categoría común: VIP, caracterizado por la proximidad con las acciones artísticas.
Esta es la alegría vital que produce Las Máscaras. Una alegría montada en las alas de la reflexión.
Las Máscaras tiene que cerrar sus puertas a la hora de comenzar el montaje y regularmente se queda gente sin poder entrar producto de que se ha establecido en estos nueve años una tradición y una marca: esa que garantiza un teatro hecho por artistas entregados a las tablas, con producciones que, montadas sobre la burbuja desternillante de la riza, prometen un buen rato y, en más de una ocasión, la oportunidad para tratar agradablemente las inenarrables miserias humanas escamoteadas de apariencias ordinariamente normales.
Al final, públicos y artistas son uno....
Tras el atractivo casi inocente y lúdico del montaje Señora Honesta Solicita Amante que se desarrolla en Teatro Las Máscaras, en el cual la gente se reír hasta las lágrimas involuntarias, se retrata uno de los dramas por los cuales cruzan cantidad de parejas: la adicción a las mujeres jóvenes por parte de maridos a los cuales las canas les están anunciando el final de sus etapas de glamour cronológico y se comienza a perder facultades, lo que les lleva a conquistar a mujeres en el mercado extra-matrimonial.
La inmensa felicidad de una teatrera: La dama del Teatro Germana Quintana.
Escrito con habilidad, el argumento de J.Deval, tiene el valor de tocar con frescura lo que tantas veces se convierte en una tragedia de emoción y silencio en la vida de tantas mujeres, afectadas por el egoísmo masculino.
La obra tiene cuatro patrocinadores que merecen ser destacados por creer lo que son capaces de hacer estas mujeres y los hombres que les acompañan: Banco de Reservas, Sangría Gitano, Chips Unlimited (Aidita Selman) y la tienda vanguardista Sus& Bel, de Plaza Las Américas.
El intermedio sirve para acudir al particular "candy" de Las Máscaras, donde los platanitos, el jugo de chinola y algunas gaseosas son el menú que se puede compartir.
El Teatro las Máscaras comienza sus funciones el 9 de agosto del año 2001, con la puesta en escena de la obra “Las Locas del Bingo”, escrita por la dramaturga norteamericana J. Michels, norteamericana y adaptada por Patricia Muñoz, dominicana. Con la actuación de Lidia Ariza, Karla Hatton, Grace Moore, Patricia Muñoz, José M. Rodríguez y Exmin Carvajal, divididos en dos repartos, con la cual se estableció el record nacional de presentaciones para un mismo montaje, más de 150.
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Lidia