La unión de tantos talentos del arte produjo el resultado esperado. No podía ser de otra forma. Foto de Alejandro Núñez.
Danny Rivera ha marcado un camino de arte , compromiso, militancia, amor por la naturaleza al punto de vivir solo en montañas (tanto en Puerto Rico como en República Dominicana, sus dos Patrias.
Tuvimos el gusto de asistir el fin de semana a su concierto en el Teatro Nacional, con la producón de Amaury Sánchez y la asistencia de cinco músicos maestros cada uno en sus instrumentos.
Ese concierto ha sido el más emotivo, completo y antológico de su producción, consagrada en 69 discos. Sin dudas el mejor concebido y desarrollado de todos sus espectaculos para la augusta sala del Teatro Nacional.
Rivera, dominicano por nacionalización, evidenció como su trabajo ha permeado a más de una generación.
El romance, la militancia por la independencia y el amor por la naturaleza, tienen en este hombre un altar.
Danny Rivera e Cheo Zorrilla, el compositor dominicano del cual más ha interpretado creaciones. Foto de Alejandro Núñez.
Danny Rivera viene desde abajo. Muy abajo. Nace en la pobreza digna de los barrios de tercera en Santurce en Puerto Rico. Se comenzó a destacar como un niño cantor de voz precoz, de voz afinada fuerte y cálida.
El primer sello discográfico que se interesa por Danny Rivera es la Compañía GEMA Record propiedad del famoso comediante Guillermo Alvarez Guedes
Ya a final de los años setenta Danny Rivera comienza a tener un nombre de gran prestigio en Hispanoamérica, su segundo éxito internacional la canción “Madrigal” de Don Felipe Rivera Goyco.
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A Danny Rivera, para ofrecer el mejor concierto de su vida en República Dominicana, no le hizo falta tener sus éxitos las listas del mercadeo del disco .
No fue necesario que sus canciones se difundieron profusa y marcadamente en la radio en las tres semanas previas y cruciales del mercadeo de un espectáculo unipersonal.
Rivera, cantante de voz cálida y sostenida, gestor del amor y la militancia, defensor y disfrutador en armonía del medio ambiente, por lo cual vive en montañas en sus dos Patrias, no tuvo necesidad de efectos especiales en el espectáculo. Le bastó la concepción de Amaury Pérez de un escenario en el cual se acomodaron seis músicos, un vocalista con un arraigo en el público dominicano, ganado jornada a jornada, episodio a episodio, canción a canción, bolero a bolero, grito a grito, encierro, clamor, activismo, respeto y esperanza de ser entendido al final del camino.
El fotógrafo Alejandro Núñez nos facilita esta imagen evocadora del concierto de Danny Rivera.
A Danny Rivera se le permite cualquier licencia de actuación, desde sus parlamentos naturales, sus historias cargadas de gracia, su convocatoria a que el público cantara para él y para si mismo.
Es que es demasiada tradición de letras e historias de amor las que se guardan para llevar a la gente de casi tres generaciones a gustar de un talento que sobrepasa el entendimiento de los fenómenos comerciales del espectáculo. Es una unidad labrada signo a signo, figura a figura y en la que se ha elevado a niveles populares renovados a autores del bolero de siempre o de la balada que rememora los amores vividos en toda su gama de expresiones y contenidos.
Inició su actuación con un himno del romancero tradicional: Mujer, abre tu ventana, introducido los acortes acústicos y solitarios de una guitarra que no pudo estar mejor tocada. Esas primeras notas se recibieron con un clamor de aprobación.
Siguieron “En un cuarto, dos amantes”, confesión hermosa de una relación socialmente inválida pero existente y consagrada por los secretos furtivos del amor inadmitido; “Amada Amante” pegó más fuerte aún; “Dime como vivir sin tu cariño” proclama del desamor más doliente y ahogado en si mismo; el abuso del cantor siguió con “Cómo he de vivir sin tu cariño” , interrogante que provocó la pregunta ¿dónde venden navajitas para cortar venas?
Un momento especial se produjo cuando llamó a escenario al compositor dominicano que más piezas le ha interpretado: Cheo Zorrilla, durante cuya permanencia en el entablado discurrió una conversación-actuación llana, natural, directa y tierna, capaz de demostrar la altura e intensidad que puede llegar a ser la amistad entre dos artistas.
Juntos hicieron La Rosa, una Mujer, una pieza de alabanza a la figura femenina; Apocalipsis (la primera que interpretó Rivera de la pluma del compositor y poeta local), para luego seguir con Mi Padre Era Inolvidable hasta hacer una pieza invitada y evidentemente improvisada con gran belleza: Mi debilidad, de Aníbal de Peña.
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