Orquesta de Señoritas

Final de Orquesta de Señoritas
Al final del montaje, los actores se quitan sus pelucas. El aplauso es merecido.

La pieza es mucho más que disfrutar la actuación de buenos actores vestidos de mujeres.
El quid del asunto es más profundo: el drama del amor femenino insatisfecho es su aporte.
Esta Orquesta de Señoritas es un altar dramático, con tintes de bien logrado humor, a cuadro angustiante del amor irrealizado.

El principal aporte del internacionalmente representado montaje Orquesta de Señoritas, de Jean Anouilh, no es tanto el plato de miel que representa, mercadológicamente hablando, el hecho de que los papeles femeninos son interpretados por hombres.

Ese elemento puede ser útil estratégicamente hablando, pero no es el que llame la atención al público acostumbrado ya a comedias de todos los niveles de calidad.

Espinal canta
Carlos Espinal llegó al corazón del público cuando cantó "Mi hombre".

La riqueza de esta representación estriba en la intensidad de las actuaciones que rejuegan con el sentido sarcásticamente humorístico, la universalidad del tema del amor no correspondido, el abanico de interrogantes que produce sobre la relación hombre mujer, las historias emotivas que transcurren y la actuación colectiva que alcanza el elenco, que otorgan un “plus” (ventaja adicional de excelencia) al permitir a la gente disfrutar de primerísimos actores.

Se trata de un montaje que hay que ver, Nada que se cuente o se escriba sería suficiente para dar una idea exacta del abanico multicolor de emociones que provoca.

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(Las Actuaciones


Carlos Espinal encarna un personaje que tiene a su cargo la máxima carga dramática y en el cual se resume el dolor del amor clandestino que aspira a mucho más que a unas horas escondidas de pasión con un hombre casado, tan vacilante como dependiente del amor múltiple a todo precio.


Germana Quintana y el elenco

Germana Quintana con los actores que dirigió.
Su desempeño justifica cada uno de los retos que ha enfrentado como artista que perfeccionó sus actitudes naturales con una corriente de capacitación en otros ambientes y que le ubican como un artista completo capaz de desdoblarse con una verosimilitud fiel a las circunstancias, de entonar “Mi Hombre” hasta arrancar aplausos del publico tocado más por la calidad como cantante en por encima del marco de lo sectorialmente histriónico. Cantó y lo hizo desde el alma.

Giovanny Cruz. Camaleón, rotundo, grácil y con ese tono comedial que necesitaba el personaje de la matrona orquestal. Hace un hilo conductor, represivo, insospechadamente atraída por León, el pianista.

Exmin Carvajal y su monologo

Exmin Carvajal en uno de sus mejores momentos.

Exmin Carvajal se apunta un triunfo al interpretar al vacilante León, el pianista casado que tiene la misma proclividad a la infidelidad tan propia del hombre latino y que no permite espacios de encuentro. Orgasmos marcados por “los 15 minutos” de tiempo disponible en los hoteluchos de París, situación que habrá de llevar al personaje de Espinal a decisiones terminantes y cargadas de drama.
Mención aparte merece Raeldo López, que confundió a más de una persona con la apariencia tan femenina que logró el magnífico trabajo técnico de maquillaje, peluquería y vestuario que en él se elevó a un nivel sobresaliente.
Pero no es sólo el atuendo y lo exterior. Este actor, cuyo rostro armonioso facilitó las labores de adecuación exterior, se encarga de dar vida a una mujer que habla con gracia, incesantemente y con enorme poder de convencimiento y diversión.
Basilio Nova, como Leona, entra al ruego con un personaje que desarrolla a perfección el personaje comodín, cuyo impacto irónico se debe a sus líneas faciales, coronadas con una actuación cargada de maestría de tantos años haciendo buen teatro.
Luis Dantes Castillo, que hace el personaje que inicialmente haría José Manuel Rodríguez, crea su propio universo y aporta viviencias con un signo común: el amor deteriorado por el imaginario masculino, eternamente frustrante para mujeres que desean ser amadas con dignidad. El fuerte de este montaje, insistimos, es la intensidad de las realidades representadas.
Edward Díaz, el más joven de todos y se encuentra entre “los de grandes ligas” lo que le impone un esfuerzo netamente histriónico y viceral para verter sus historias, signadas igualmente por la no correspondencia. Sale por la puerta del triunfo.
El montaje sigue en la Sala Ravelo este fin de semana y se repone el próximo.

Triunfo técnico
Warde Brea alcanza con este montaje uno de sus puntos mas importantes para el presente año. La transformación que logra su trabajo de maquillista en este trabajo es memorable al lograr el acierto de hacer lucir como mujeres a estos actores.
El vestuario, sobrio y al mismo tiempo, burlesco, la peluquería y la bien diseñada iluminación, que inicia sus efectos desde antes de comenzar la función, se aúnan para dar una plataforma técnica que sostiene las acciones escénicas que dan vida en tablas al texto del autor, el dramaturgo Jean Anouilh.

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