Foto tomada en la apertura de la VI Bienal de Teatro Grupal, en el Centro Cultural Narciso González. JRSExisten dos clases de olvidos.
Está el olvido no intencional, ese que es producto de la falta de memoria, el exceso de actividades que no da lugar a tenerlo presente todo o la suma de muchos años de vida que va deteriorando poco a poco la capacidad de retención.
Pero esta el olvido intencional. El olvido “de maldad” y “exprofesso”.
En este plano, el olvido es un recurso de autodefensa del ser humano.
El olvido es parte de conjunto de apoyos para que un ser humano se separe o distancie de realidades que no desea recuperar.
El olvido es la transferencia a la nada de las vivencias no deseables.
El olvido puede ser castigo respecto de lo olvidado.
Así como recordar es vivir dos veces, olvidar es enterrar definitivamente lo vivido.
Los seres humanos son la suma de sus experiencias, lecciones, capacidades e ilusiones.
Olvidar es cerrar episodios.
Olvidar es cerrar puertas existenciales que no volverán a ser abiertas.
Olvidar es una apelación para separarse de realidades.
Olvidar en enterrar para siempre vivencias personales.
El olvido es la cara pasiva del perdón.
Pero también es la cara activa de la venganza silente.
Olvidar es un recurso ideal en ciertas situaciones.
Olvidar es cerrar todo camino recorrido.
El olvido es una licencia que hay que darse alguna vez.
Olvidar, a veces, es defender la propia salud mental.
Y garantizarse el derecho a la paz frente a lo que pasó y que no hay forma de remediarlo.
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