Una experiencia teatral distinta

Aleluya Stuar Ortiz
Suart Ortiz encarna el personaje central de Aleluya, un espectáculo teatral digno de
recibir todo el apoyo del público y los medios. Foto: José Rafael Sosa

Desde Bianto y su Señor, el monólogo con que presentó cartas credenciales a su llegada de España y que tuvo la aceptación de la crítica y el público de Madrid – donde había estudiado teatro- hasta el conjunto de piezas que montó con el Teatro Universitario que tiene en su centro La Historia del Hombre sin Cabeza y ahora más recientemente . Kaligula.Bach, con el Teatro de las Escuelas de Bellas Artes, Haffe Serulle ha impreso un sello escénico que le distingue.

Ahora ha convocado a una experiencia alucinante, sobre una selección de textos por encima de la medianía, que se está presentando en el Escenario (estrictamente hablando) del auditorio Juan Francisco García, del Conservatorio Nacional de Música.

Juan Gautier, en primer plano.
Juan Gautier en primer plano es toda una revelación para el teatro dominicano.

Un inusual montaje que rompe esquemas tradicionales, retoma textos bíblicos y permite al equipo la creación escénica a su más alto nivel.

La selección acertada de los elementos que lo componen incluyen una plataforma de textos que nos muestra la belleza y la fuerza del Cantar de los Cantares, poemas del Rey Salomón y, guardando distancias, parlamentos Haffe Serulle; la actuación intensa y entregada por cinco jóvenes actores y actrices, que dejan la piel en el escenario marcado por la presencia en el del las 150 personas que tienen entrada a esta experiencia; la labor de vestuario, maquillaje, escenografía y coreografía es digna de ser la base para una gran producción cinematográfica dominicana aun no realizada, factores a los que se agrega el carácter de la dirección de un Haffe Serulle que pasea su labor distante de los senderos del teatro convencional.

La prensa especializada en arte, y especialmente la membresía de Acroarte, debería darse una vueltecita por este espectáculo teatral tan original como valioso.


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Resalta la actuación de estos nuevos talentos de la escena, de entre quienes Stuard Ortiz y Juan Gautier resaltan con notable personalidad histriónica, aprovechando tanto el manejo de la ronca voz de Ortiz, impecable en su interpretación en el marco de un vestuario alucinante y que resulta del reciclaje bien entendido de Kaligula-Bach, un espectáculo de esta misma corriente “hafeserrullana”, enmarcada en su tesis teatral de la “acrobacia guerrera”.
Stuar Ortiz entrega una actuación digna de ser vista por cada uno de los jurados de los Premios Casandra, a quienes se les invita a no perderse este espectáculo desquiciante y bien orientado en su concepción rompiente de esquemas y facilitadora de la expresión de un talento de la escena que requiere de producciones de este tipo para enriquecer sus alforjas con alguna noción aparentemente marcada por la locura, el signo la violencia y el angustiante acento drama inesperado.
Juan Gautier, por sus aportes gestuales e interpretativos, se levanta con la firmeza de una primerísima figura del teatro experimental. Notable su dominio de un personaje ancla y coprotagonistas de las acciones que cursan, desarrollando corporalmente el rictus de un personaje desdoblado de si mismo, maquillado y vestido con un sesgo impresionista.
Gautier se coloca a la altura de los parlamentos bíblicos cuidadosamente seleccionados.
Karina Valdez y Licelotte Nín entienden a la perfección la responsabilidad que implican los vericuetos de un quehacer teatral que marca una ruta nueva. En los diversos personajes provocativos y encarnan, estas dos artistas se integran a la dinámica creativa. Ponen el tono de sensualidad y provocación que refiere y denuncia la capital penalidad de la carne en su venta social.
Las dos se lucen y logran trascender en un escenario que las transforma frente al publico.
Santiago Alonso carga con una responsabilidad singular al aceptar ser el comodín responsable de las acciones en la medianía de la pieza y logra salir con éxito de su responsabilidad.

Lo técnico
Luces, utilería y sonidos bien administrados se suman a la calidad de un montaje digno de la mejor de las audiencias.

Suma de talentos
Aleluya permite sentir el peso del trabajo de un equipo que constituyen, además de Haffe Serulle, de Edmundo Poy en la coreografía, Miguel Ramírez y Hochy Dominguez, en la escenografía y Olga Bucarelly.
La experiencia teatral que produce el conjunto del trabajo resulta notable.

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