El Tsunami es teatro de altos vuelos

El Tsunami es el montaje teatral dominicano más importante en lo que va de año. A cargo de Teatro Guloya, tres actores y un creador de texto, hacen un aporte fundamental al teatro criollo de de la temporaneidad.

Juego de diosas untadas con la injusta radiografía del panorama social, logrando la denuncia perfumada de una estética visual que es ahora un desafío para evidenciar que se puede hacer un teatro local de característica universales.
Ha merecido elogios de crítica con autoridad y conocimiento, pero no basta con eso. Se trata de mucho más.

La presentación en Teatro Guloya de El Tsunami tiene notables implicaciones para redefinir las características de un teatro contemporáneo dominicano que ahonda temáticamente en un enfoque social por la vía antropológica.
Pero El Tsunami es más: que permite vislumbrar el desafío de la escena dominicana de superarse a así misma, renovando temáticas y dando excelencia al uso de los elementos técnicos al tiempo de ratificar carreras establecidas en el histrionismo y revelando talentos que a partir de ahora que tomar muy en serio.
El Tsunami es la resituación del panteón imaginario local de Anaísa Pie, origen de la belleza, y a la Yemayá, de la vida, de la maternidad, y Ogún, dios yoruba de la vida y de la muerte.
Y a ello se le suma al manejo del concepto con la maestría de un escritor consumado, lo que tendrá en escena es una obra para no perderla bajo excusa alguna. La calidad dramatúrgica de García Cartagena, intelectual de recia formación, muestra una visión vibrante y sensible de las deidades del uso imaginario popular para sumar esta dimensión por la vía de una denuncia social que con donaire se diferencia completamente del panfleto tan usual cuando faltan consistencia, talento, formación y claridad de miras.
Claudio Rivera y Viena González vuelven sobre si mismos, probablemente en niveles superiores de interpretación, para dar vida a sus personajes y diosas. Movimientos corporales rítmicos, acompasados y de total integridad con el texto de García Cartagena.
Teatro Guloya probablemente no tenga claro la responsabilidad que le implica la empresa en que se metió cuando decidió el montaje. No se trata de lograr buenas y multivalentes actuaciones, a partir de tres actores, ni de impresionar al público con la perfección en el vestuario (sobre todo los de las diosas populares), que hacen reír y sentir. Se trata de más del elogio a unas actuaciones que ahora pasan a ser parte de la historia del teatro y que cuentan que es posible revalidar temas y escenarios para la inmortalidad del quehacer teatral “Made in RD”. Noble el uso del vestuario y la destreza que se nota en la escenografía.

Micky Thomas
Revelador. Chispeante. Aliento actoral y gracia en equilibrio perfecto. Este egresado de la Escuela Nacional de Teatro, pudimos disfrutarlo en El 28, comienza a ser parte de la historia del teatro. Si figura le adiciona puntos que une a su expresión facial y el manejo de la voz. El tono de farsa le ayuda en la comicidad. Un actor para ser tomado en cuenta.

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