Para Raful, en el marco de
los hechos y las personalidades, el azar deja su sentir su impronta y cita, por
ejemplo, cómo dos de los generales que fueron soporte de Trujillo, Fausto
Caamaño y Ludovino Fernández, traerían al mundo a Francisco Alberto Caamaño
Deñó y Rafael Fernández Domínguez, dos de los militares líderes más éticos e
íntegros, participantes de forma determinante en la Revolución
Constitucionalista de 1965.
Como trabajo de tesis,
expone que el azar (que denomina el Cisne Negro) ha estado inficionando o
corrompiendo el cuerpo de los acontecimientos históricos en República
Dominicana y cita “los desenlaces más inesperados, las alianzas más insólitas,
los cambios más desconcertantes ...”
Indica que “Dentro de las
diversas narraciones históricas, la nuestra es un intento de bordear los
límites racionales admitiendo su debilidad”.
Apunta que “El porvenir
está abierto sin sujeción inexorable, sin mandatos ni categorías excluyentes. Dentro
de la actividad humana y su quehacer consciente florece el azar y aparece la
rareza de los cisnes negros en una pluraridad exquisita y de asombro y
desafío”.
El ensayo es rico en
aportes e interpretaciones, particularmente sobre la dictadura trujillista. Refiere
que el tirano fue tolerado por Estados Unidos dentro del esquema global
de lucha contra el comunismo y revela que los sectores norteamericanos
liberales bloquearon a Trujillo internacionalmente, impidiéndole la compra de
armamentos, sobre todo luego de la Segunda Guerra Mundial.
Y considera que la decisión
norteamericana de apoyar la conspiración y magnicidio de Trujillo, fue
consecuencia no solo de un modelo históricamente agotado, sino de
acontecimientos no previstos, como fueron el triunfo de la Revolución Cubana,
el enfrentamiento con Rómulo Betancourt, cuyo atentado organizado por la
dictadura dominicana, tuvo consecuencias imprevisibles, a la altura de
transformarse en el Cisne Negro, la figura que utiliza para referirse al azar,
por las sanciones económicas y el aislamiento a que llevó al tirano.
Refiere que la expedición
del 14 de junio de 1959, también operó en el margen de lo imprevisto que
desencadenó la crítica actitud que adoptó la Iglesia Católica a partir de su
famosa Carta Pastoral del 25 de Enero de 1060, cuando todavía estaba fresca la
sangre de los héroes que se sacrificaron por Maimón, Constanza y Estero Hondo.
Dice que el azar o
Cisne Negro se llamó entonces Antonio de la Masa, cuyas ansias de reparación
personal por la injusta muerte de su hermano, estaban por encima de cualquier
consideración.
“Su valentía creó las
condiciones para la conquista de la libertad. Su sacrificio y de quienes le
acompañaron tienen un valor trascendente en la historia dominicana”, afirma
Raful.
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