GUADALAJARA. Jalisco. Pensar que el Festival Internacional de Cine de Guadalajara es solo un "gran festival de cine y uno de los más importantes de América Latina", es un equívoco.
Creerse que el FICG es más que todo, una vitrina para el lucimiento de las estrellas del cine local e internacional y la posibilidad de disfrutar del cine de naciones que, como para este caso el cine sorprendente que hacen los países euronórdicos, es otra falla de concepción, limitada a ver aspectos separados de la esencia de lo que representa este acontecimiento.
El FICG (ahora en su entrega número 28), es una estructura integral de apoyo al cine latinoamericano, un recurso que se ofrece a cineastas para terminar sus proyectos, la aplicación de una concepción metodológica trazada por la experiencia que inició hace casi 30 años cuando se planteó a la Universidad de Guadalajara, por parte de un grupo de cineastas y cinéfilos (entre quienes estaban Raúl Padilla y Guillermo del Toro), hacer una Muestra de Cine.
Los hombres y mujeres que acogieron la idea, la propia Universidad de Guadalajara, (que es el hogar y soporte de este y otros dos grandes acontecimientos - Feria del Libro de Guadalajara y el Festival Musical- que conforman la tríada de eventos culturales internacionales que han puesto a esta ciudad en la agenda internacional de la cultura) hoy son movidos por un aliento singular mezcla de actitud reflexiva, una disciplina basada en protocolos escritos y sistematizados y perfeccionados con cada edición del FICG.
El Festival de Cine de Guadalajara tiene un factor que no exhibe ningún otro evento similar del mundo: un "Espíritu FICG" , bastante interiorizado por cada persona que ha aceptado el desafío, desde Raúl Padilla e Iván Trujillo, hasta la más efectiva de las voluntarias y voluntarios, chicos de Guadalajara que llegan aquí a trabajar para facilitarnos a los participantes el ritual de debates y proyecciones.
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