José Ramón Grau, cuando el trabajo tiene el sentido del amor

José Ramón Grau, primer gerente
de producción de El Nacional. Foto DR

José Ramón Grau se nos ha ido. Fue un visionario de la impresión a color. Fue una  vida de servicio,  de innovación tecnológica, de pasión entregada por lo bien hecho. Fue una sonrisa suave y permanente en sus labios y la expresión de un trabajo disciplinado que no habrá manera alguna de compensarlo con nada.
El primer gerente de producción de El Nacional, no era sólo el “papá de José Vinicio”. José Vinicio era su hijo, su producto, su herencia, lo que implica una perspectiva distinta,
A José Ramón Grau le conocí desde 1974 cuando, procedente de los talleres de Publicaciones Ahora! (tal cual era su nombre entonces), nos cruzábamos los pasos por el trayecto entre tareas en el que era el edificio de la época de El Nacional y la Revista Ahora,  fundadas en por Rafael Molina Morillo, mucho antes de que Pepín Corripio fuera un nombre de vigencia en estos pasillos y salones de trabajo cotidiano.
Me  atraían sobre él que  siempre estaba en afán de trabajo (vinculado a la impresión de El Nacional y particularmente cuando se hizo responsable de la reproducción a color de fotografías y textos) y una mirada que partía de sus ojos verdes, como un rayo de esperanza en ese proyecto.
De baja estatura, caminar resuelto y actitud siempre positiva, José Ramón Grau era llamado por su apellido, cada vez que había que consultar  o reparar algo de los equipos de impresión. Gracias a su trabajo, hoy disfruta usted de una de las más avanzadas tecnologías de impresión a color, y que se extendió en el tiempo con la dedicación con que formó a su hijo y continuador José Vinicio Grau, hasta estos días de ahora, cuando lo digitan ha hecho de la impresión a color, todo un complejo mundo de fórmulas y equipos sofisticados, complejos  en sus mecanismos interiores.
Con su partida física, Grau deja un legado y el sentido de saber que su memoria perdura por la calidad que tuvo como trabajador y como persona. Hizo de su familia, sus amigos y su trabajo, sus tres grandes pasiones.
Lamento su partida. Deseo paz a su alma y que se encuentre justo bajo la luz del Rostro del Señor. No merece menos que ser recordado como un ser de excepción. Un hombre más que bueno, de esos que perfuman la existencia de los demás, sin reclamar créditos por ello.

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