Escena crucial de La Peste de Estos Días, de Angelo Valenzuela, |
El teatro, por definición, no es ni pobre, ni rico.
Es teatro en sus esencias mágicas, perfectas o imperfectas, con mayores o menores presupuestos, o –como se puede dar- a veces sin ningún financiamiento.
La pobreza o riqueza de un quehacer teatral determinado, lo signa más que todo, el talento, la actitud y el arrojo frente al desafío de un texto que espera almas, cuerpos y mentes que lo incorporen al lugar desde el que pueda ser compartido: las tablas.
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Es teatro en sus esencias mágicas, perfectas o imperfectas, con mayores o menores presupuestos, o –como se puede dar- a veces sin ningún financiamiento.
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El teatro en convocatoria al encuentro de artistas
portadores de un concepto y público necesitado de remozar, disfrutar, refrescar y cuestionar su
percepción de hechos, circunstancias, personas y personajes.
Hacer teatro implica recrear la vida, darle un aliento
singular a los hechos, un vuelo que no tendrían desde la crueldad de lo
cotidiano y una trayectoria sensitiva que persigue llegan al centro de los
misterios interiores y los alientos de inspiración.
Las reflexiones vienen a cuenta tras ver La Peste de
Estos Días, del Teatro Guloya que sabe perfectamente como lograr la
reconversión de sus talentos para llenar de sorpresas a un público ya
acostumbrado a una calidad no sustentada en la plataforma financiera, un teatro
alejado del tamiz de las ganancias y las
plusvalías y que se concibe a si mismo como arte tenido al compromiso de cada
una de sus entregas.
El texto
Angelo Valenzuela lo produjo hace tiempo. Más de 15 años que este texto. Reescrito posteriormente, ya en 2001, fue
galardonado con el Premio Nacional de Teatro de la Universidad Central del Este y desde entonces, nada había
pasado.
Con la presentación, por parte de Teatro Guloya, de La Peste de estos Días, original del
dramaturgo y artista plástico sanjuanero Ángelo Valenzuela, un texto escrito
hace más de 20 años y retomado y adecuado en sus giros formales ya que la
cuestión que enfoca, la situación de deshumanización del servicio de salud,
sigue igual o peor que cuando se concibió originalmente.
El resultado es una narración teatral que, sin caer en
el facilismo de lo obvio, enfoca con una gracia desarrollada con intensas
dosis de sarcasmo, un tema harto conocido y muchas veces sufrido: la
deshumanización y comercialización de la salud incluso desde los propios
centros públicos de asistencia.
Este es Angelo Valenzuela. Nadie cree, al verlo, que es tan joven. Todo un talento. |
Con un tema susceptible de tanta derivación de su
caudal emotivo por las canaletas del panfleto, Angelo logra levantar vuelo
narrativo hacia esferas en las cuales la inteligencia, el rejuego de palabras y
la denuncia del sistema, adquieren carta de ciudadanía estética propia.
Lo técnico
Con unos elementos escenográficos marcados por la
sencillez, concebidos por Guloya y
realizada por Lenín Paulino, a partir de
reciclados del desecho plástico
quirúrgico, cosido entre si con un amor imenso, junto al trabajo
resultantemente artístico de las máscaras de Miguel Ramírez, que le confieren
un aire especialmente impresionista y ajustadamente grotesco, junto a un
vestuario trabajado desde su diseño con enorme profesionalidad, por parte de
Renata Cruz, hay que colegir que como
propuesta teatral, esta obra matizada por un profundo sentido de la ironía y el
sarcasmo, exagerando expresiones (no situaciones) es el planteamiento escénico
de más trascendencia en el primer semestre del presente año.
La dramaturgia
Quienes no conocen en persona a Angelo Valenzuela,
pintor de una calidad incuestionable y con una fuerza notable en el manejo del
pincel y los colores y gestor cultural de muchos años, aspectos al que agrega
el de autor de textos para la escena, no tienen idea alguna de la preparación
de este chico que ha preferido permanecer en su comunidad nativa, ejerciendo el
arte, preparándose, estudiando cada día y sorbiendo constantemente de las
fuentes del saber y la estética. Para mucha gente, Ángelo resulta un
descubrimiento como dramaturgo.
Claudio Rivera (Plutarco
Zabala) se adueña del rol central por la espectacularidad de su interpretación,
el manejo de la voz, la expresión facial, el maquillaje y un vestuario que subraya su antagonismo. Simplemente es
uno de los mejores papeles que le hemos visto. Intensidad, gracia y frescura,
todo en un solo personaje. Es suya la responsabilidad de marcar el ritmo.
Viena González, (Secretaria, Gobernadora, Evangélica y Tía
Odiosa), alcanza un nivel muy alto con sus desdoblamientos, borrando con cada
intervención, todo rastro del anterior y llenando el escenario con su alta y
elegante figura, gerenciala para cuatro personajes de los cuales la Gobernadora
y la Tía Odiosa se llevan los
principales recuerdos.
Doris Trini Sánchez (Belkis) nos llenó de alegrías y de la certidumbre de que ha encontrado una oportunidad que demandaba para evidenciar con su entrega como co-protagonista femenina, haciendo de la esposa del paciente, un talento que debe llamar la atención de directores de teatro y cine. Su manejo de la voz, sus matices, el uso de la expresión facial y corporal, dejan plantado un sello interpretativo que debe ser tomado en cuenta.
Doris Trini Sánchez (Belkis) nos llenó de alegrías y de la certidumbre de que ha encontrado una oportunidad que demandaba para evidenciar con su entrega como co-protagonista femenina, haciendo de la esposa del paciente, un talento que debe llamar la atención de directores de teatro y cine. Su manejo de la voz, sus matices, el uso de la expresión facial y corporal, dejan plantado un sello interpretativo que debe ser tomado en cuenta.
Ricky Molina (Don Moisés Cortez) cumple con
corrección sus parlamentos, pero no resalta, haciendo exactamente lo que se
espera de su rol.
Víctor Contreras (Bocanegra , Perro 1,y Sindicalista) sorprende al pasar de ser quien hacia portería, aspectos técnicos de luces o sonido, o para servir un trago en la sala de espera, a cumplir con una encomienda artística difícil, dando caracterización particular a sus dos personajes a los que representa con efectividad. Su punto más alto, por ritmo y correctísimos movimientos corporales, es el Sindicalista.
Joan del Villar (Chivilo, Perro 2, Doctor y Banquero) se encuentra en medio de muchos talentos probados y de gran experiencia, pese a lo cual establece un sello que le hace sobresalir de la novatada y deja sentir que un nuevo valor está presente.
Jéssica Pérez
(Tripita y Colombina) merece un reconocimiento por su personaje de apoyo
primario al que acomete con integridad artística, con un sentido de dar la
milla extra, más allá de las indicaciones del director Claudio Rivera.
CRITICAS:
Carmen Heredia de Guerrero.Diario Hoy
Giovanny Cruz. Acento.com.do
Monica Volenteri. Blog personal
CRITICAS:
Carmen Heredia de Guerrero.Diario Hoy
Giovanny Cruz. Acento.com.do
Monica Volenteri. Blog personal
Ficha Técnica
La peste de estos días
Autor: Ángelo Valenzuela
Dirección: Claudio Rivera
Máscaras: Miguel Ramírez
Vestuario: Renata Cruz
Escenografía:Guloya/Lenín Paulino
Talentos
Claudio Rivera (Dr. Plutarco Zabala)
Viena González (Secretaria, Gobernadora, Evangélica y Tía Odiosa),
Doris Trini Sánchez (Belkis)
Ricky Molina (Don Moisés Cortez)
Víctor Contreras (Bocanegra ,
Perro 1,y Sindicalista)
Joan del Villar (Chivilo, Perro
2, Doctor y Banquero)
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