“Somos dominicana” era la promesa de una
renovación que excedía tener un logo moderno y un reforzamiento audiovisual en
escena. El equipo que está al frente del
Ballet Folklórico Nacional Dominicano ha logrado un milagro: renovar lo viejo,
lo establecido, lo inalterable, imprimiendo las nuevas señales a un danzario trajinar de siglos.
El ritmo folklórico nacional tuvo, con la presentación
de Somos Dominicana, un espectáculo que
ha dejado firme el nuevo concepto de proyectarle desee la compañía danzaría oficial
del Ministerio de Cultura.
El criterio renovado del BFND ha radicado sus
esencias en la juventud.
Una directora, Elizabeth Crooke Morel, muy bin formada académicamente
y con la trayectoria destacada en coreografía, ha sabido llevar a un plano de
rostros y signos renovados.
Ella y el director
musical, David Armengod, transformaron
una presentación en una muestra del poder de la entrega apasionada al arte de
manos de la formación para lograrlo.
El 26 de noviembre de 2013 concluyó su emocionado Día
Nacional de Merengue, con una presentación de un concepto moderno en el enfoque
de proyectar un ente patrimonial tan
tradicional como es el ritmo autóctono. Era el desafío de armonizar el concepto
de lo nuevo con la esencia de lo no tan “nuevo”. Lo lograron.
La nueva directora, Elizabeth Crooke Morel, de esta importante unidad artística,
responsable de pautar oficialmente la imagen de los ritmos que han conformado
la tradición danzaría dominicana, aplicando al quehacer de esta compañía del
Ministerio de Cultura, una nueva, moderna y necesaria actualización tecnológica,
sin perder para nada, el carácter vívido de los ritmos interpretados que,
desde el Pasa Pie y el Bambula, hasta el
merengue apambichao y el matriculado,
produjeron la noche más gloriosa que la interpretación musical producto de la investigación,
se recuerde en los últimos años en el Teatro Nacional.
Determinante la base musical y coral del espectáculo,
a cargo de un músico al cual el país nunca le ha rendido el homenaje que
merece, David Armengod, entregado y preciso en cada lance, y quien fue
responsable de que experiencia fuera realmente nueva.
La nueva estética del BFND ratifica una ruta de
quehaceres en la cual todos los pasos dados antes, todas sus direcciones dadas
con precedencia, quedan ratificados en su valor, queda incólume la esencia de
nuestras danzas, pero frescamente actualizadas, utilizando los modernos
recursos de la tecnología audiovisual, respetando los conceptos ya inamovibles por
ser como son.
La Sala Carlos Piantini, del Teatro Nacional, debió
haber estado llena a mares de gente
orgullosa de su ratificación nacional, pero quienes estuvieron se llevaron a
casa el orgullo de haber sido testigos de un renacimiento estético, de unas
nuevas maneras de contar el foklore y relatar sus giros al viento, de su cantar profundo, de sus
voces y coreografías, modernizadas en números de introducción, como el simbólicamente
casi desnudo de introducción Espíritu de Origen, en el cual la Crooke Morel, afinó
su aguzado encanto, toda su experiencia para declarar, al tono de una danza
moderna, la intención de mirar con respeto y buena técnica, el homenaje que
requiere la noble herencia musical y
retumbante de los ritmos del principio de todo, la herencia cultural
dominicana.
Luego, con precisos apuntes de video cuando era
necesario, se fue introduciendo el mosaico descubridor del Pasa Pie, el
Bambulá, La Zarandunga, el Zapateo
Dominicano (Guarapo, Sarambo, Callao y Fandango), el romántico Merengue de
Cuerdas (el primero, antes de la irrupción casi militar del acordón), el
merengue apambichao y las formas rítmicas de la tumba: Chenché
matriculado – infaltable-, Carabiné y Mangulina.
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