Andrea
Evangelina, que se ha presentado con éxito artístico y de público en Palacio de
Bellas Artes, Casa de Teatro y Centro cultural Perelló, constituye la experiencia
teatral más reveladora de una vida ignorada y la muestra de un teatro de
vanguardia, sincronizando excelentes actuaciones, un sustento dramatúrgico bien
logrado y una acercada dirección que aunó los recurso de la escena para lograr
un espectáculo artístico y didáctico trascendente.
El teatro
dominicano asimila con Andrea Evangelina, una experiencia noble experiencia de
descubrimientos, tanto de una vida ejemplar por parte de una mujer que no ha
ocupado el puesto que merece en la historia, como por el desempeño
artístico de quienes hicieron posible este postre escénico.
Andrea
Evangelina, que devela y enaltece para las presentes generaciones el
extraordinario ejemplo de vida de la doctora Evangelina Rodríguez,
primera mujer médico en graduarse, primera ginecóloga, precursora de la
planificación familiar, especializada en Paris, negra, pobre, anti-trujillista
y quien terminó su vida en los bateyes de San Pedro de Macorís atendiendo
mujeres sin cobrar un centavo, fallecida de hambre y locura, tras ser torturada
por la tiranía de Trujillo.
Estética teatral
de enfoque actual junto a un concepto para ubicar esta mujer en el puesto que
reclama desde su humildad y silencio.
Ruth Emetrio,
quien hace la Evangelina adulta, logra convencer de su entrega a la piel de la
Andrea Evangelina y deja sentir que aceptó con un sentido de enorme
responsabilidad un desafío actoral. Drama y consistencia en el desempeño
histriónico. Emeterio danza al ritmo de una vida que hace propia
Maryory Montás,
hace de la Evangelina estudiante y también aporta una perspectiva notable, aun
cuando la hubiéramos deseado con una intensidad que excediera lo visual. La
chica tiene condiciones pero debe dar más de si misma.
Santiago Alonso
nos devela, junto a Ruth Emeterio, la fuerza desconocida de dos nombres que
deben ser tomados en cuenta cuando se haya de juzgar la capacidad
interpretativa contemporánea. De este chico, nos impactó la
caracterización del calié torturador, alcanzando una gestualidad impactante.
El montaje fue
producto de una conjunción de talentos de consistencia: dramaturgia de Chiqui
Vicioso, dirección de Radhamés Polanco, actuaciones de jóvenes
intérpretes que mostraron su intensidad, creatividad y entereza
estética: Ruth Emeterio, Maryory Montás y Santiago Alonso, junto a una
coreografía precisa, moderna y simbólica de José Miura. Héctor Montás fue el
hombre para dar una dimensión de época en lo audiovisual y Mildis Cruz efectiva
en el vestuario.
Se deben
suprimir o moderar los parlamentos fuera
de tono durante la escena de la tortura del “calié” a Evangelina, deben ser
revisados cuando se trate de presentaciones a la población estudiantil.
Puede ser contraproducente.
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