Tras ver Iremos a Verona en Sala Ravelo de Teatro Nacional,
el convencimiento de que el desfile de las figuras emergentes de la escena
dominicana, tiene rumbo claro y orientación definida.
Su directora, Ruth Alfonsina, es una artista del teatro y el cine que prefiere
hable de si misma su trabajo. No le pela diente a nadie, pero tampoco es
cortante y grosera, no tiene “aceite”, pero mide sus pasos y palabras. Da una
aplastante impresión de estar tan centrada en su trabajo. Lo que queda fuera de
duda es que cuando a hacer arte escénico
le llaman, esta mujer mulata deja todo el ambiente impregnado
de sus alientos fuertes.
Sus tres intérpretes, Samuel Esteban (actor y cantante),
Pamela Herdiz y el músico actuante Joel Rosario, combinan talentos especiales
en canto música e idiomas, para transitar sobre la plataforma de unas letras de
canciones que, popularizada por Charles Aznavour, adquieren una lectura
distinta al integrarse como parlamento escénico a las acciones de drama y
fantasía que trae este encuentro con el material humano nuevo en la escena.
Los talentos intervinientes no requieren de conmiseración ni
de apoyos incondicionales, ni padrinazgos condicionados a nadie o nada. Sus
condiciones puestas en escena evidencian
que valen por sí mismas.
Iremos a Verona nos asaltó el corazón del público por su
novedad en el concepto, por la inteligente transformación en parlamentos de sus
personajes de letras y canciones de francés Charles Aznavour, por su notable y bien lograda tendencia moderna
en su escenografía, sus cambios de vestuario a vista pública y la bien lograda
relación dramática de sus personajes, que exhiben la calidad interpretativa, a lo que se agrega
la inteligencia que destila su
dirección.
Este proyecto da cuenta de la fortaleza de los nuevos
talentos interpretativos, dejando la impresión de que el futuro de la escena
nacional tiene nuevos apoyos para dar
continuidad a quienes, por muchos años, han alimentado la imaginación y la
alegría desde las tablas.
Ruth Alfonsina, a quien tuvimos el gusto de tener como
protagonista de Evangelina (Chiqui Vicioso, 2013, Bellas Artes), muestra la
consistencia de una personalidad teatral comprometida con las formas y los
temas del teatro innovador y bien logrado.
Sus tres actores, respaldados por la producción de la
Cámara de Marketing Cultura (Octavio Frías),
Samuel Esteban (actor y cantante), Pamela Herdiz y el músico actuante
Joel Rosario, emprenden con acierto la ruta de crear una ilusión argumental que
ensarta la atención y recrea la fantasía de esta trama en la cual el amor y la
búsqueda de pendientes, tiene su esencia.
Aun cuando el recurso no es novedoso, el empleo de
escenografía movible por partes, apoya el desarrollo del rictus dramático,
entramando el amor de una pareja, con la búsqueda de un personaje materno, que
finalmente dara una sorpresa inesperada.
Iremos a Verona es una representación digna que trae
respuestas a preguntas de tradición: ¿tiene sucesión debida la escena
dominicana? Y aporta un Sì en mayúsculas, correspondiendo a una generación que
se empodera de las tablas y sigue dispuesta a la magia de la representación en
la cual danzamos, de alguna forma, espectadores y hacedores del teatro.
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