Ser paciente de cáncer no es
motivo para fiesta. Su aparición no justifica colgar guirnaldas de
colores en mi puerta, ni ofrece condiciones para para alegrarse. El
diagnostico siempre es impactante.
Pero es solo
es: una información sanitaria que nos llama a acudir a un proceso de sanación,
a abrir el abanico de los recursos profesionales calificados, de la mejor oferta
farmacológica y sustentar todo ello, con fe y alegría vital. Nunca debe ser
motivo para
morirse en la víspera.
A las personas, la palabra cáncer
suele robarles con legitimas razones, el sueño, la alegría esencial, la esperanza
y la ilusión de vivir. El efecto de la palabra cáncer, cuando te la pronuncian
como una condición de salud que te afecta, es radical, aplastante y definitiva.
Para mucha gente, es casi una sentencia que marca el principio del fin de la
vida. Pero,
afortunadamente, eso no es así, ya.
Claro que tener cáncer no es motivo
para celebrar nada.
Pero tampoco lo es para lamentarse
de nada. La contingencia es un llamado a ser, a moverse, a persistir en el
apego a la vida y a estar preparados para cualquier resultado posible.
Pizarra de Caracteres Móviles, creación en origami del autor. Es un instrumento docente dirigido a profesores y gestores grupales y sociales. Una pizarra para escribir y realizar operaciones matemáticas, todo en base a papel. Fuente: Origami Caribe caribeño. 2016, Sosa, José Rafael, Santo Domingo, Editorial Buho. p 24
El cáncer ha de llevarnos a mirar
si nuestra propia vida, ella como existencia vivida, ha tenido sentido y ha
valido los esfuerzos hechos para impulsarla como proyecto valioso personal, familiar,
comunitaria y socialmente.
El poder del pensamiento
creativo puede ser fundamental a la hora decisiva de enfrentar grandes retos
El avance de la ciencia, la
fortaleza de la fe, la gama amplia de un conjunto de medicamentos, la
creatividad de los tratamientos, el apasionamiento de quienes investigan y
tratan esta condición de salud, ha reducido el cáncer a ser casi una adversidad
crónica, siempre que el diagnóstico se haya producido a tiempo.
Lo positivo que tiene ser paciente
de cáncer, es que obliga a detenerse, a reflexionar, a analizar nuestra
capacidad de resistencia, nuestra fortaleza, nuestras
concepciones. Y nos lleva a un horizonte en el cual, el sentido de
auto culpa, ¿queda excluido y sobran las preguntas como ¿Por qué a mí?
Llegó el cáncer. Bien. Solo ha
ocurrido eso: que llegó. Y su permanencia debe servir para más que
lamentarse, para más que enfrentar los costos de una enfermedad catastrófica,
debe coadyubar para que se pongan en movimiento los mecanismos socialmente
establecidos para asistir a quienes son los pacientes.
El cáncer es una enfermedad por
la que algunas células del
cuerpo se multiplican sin control y se diseminan a otras partes del cuerpo. Es
posible que el cáncer comience en cualquier parte del cuerpo humano, formado
por billones de células. En condiciones normales, las células humanas se forman
y se multiplican (mediante un proceso que se llama división celular) para
formar células nuevas a medida que el cuerpo las necesita. Cuando las células
envejecen o se dañan, mueren y las células nuevas las reemplazan.
(Instituto Nacional del Cáncer de
EUA, 2029)
Llegó el cáncer, se ha hecho
presente ese crecimiento irregular, desordenado de las células por las muchas
razones que puede haber, de parte de quienes hemos sido los alteradores de ese
orden establecidos, por nuestras actitudes, por nuestros consumos inadecuados,
por nuestra falta de seguimiento a respeto a las normas adecuadas para vivir en
salud.
Se debe aprender una nueva actitud,
no solo ante el cáncer como alteración del estado de salud, sino, ante
todo: ante dificultades, problemas, enfermedades y contingencias
adversas que nos llegan, nos sirven para crecer, para ser mejores, para afinar
nuestro sabor y ser de vida. Mil y mil veces, gracias va la vida.
Quienes escriben literatura de
crecimiento, han tenido, frente al dolor, un idéntico discurso, uno que parece
ser un patrón con variantes en la forma y los vuelos, siempre girando en torno
a la dificultad como motivo para la inspiración. Es un discurso sabido.
La experiencia de vivir con el
cáncer es personal.
Esa convivencia es para cada quien
única. Nadie tiene todas sus respuestas y nadie puede formular todas sus
interrogantes, aun cuando estemos permanentemente mente expuestos a ser nicho
de mercado de contenidos (libros, programas, documentales, reportajes y
crónicas, por lo que se debe apartar el mercadeo inspiracional de la real
esencia del convivir con la adversidad, de la cual solo es responsable, quien
la vive.
El valor para coexistir con el
cáncer es personal. Es, como las invitaciones a las cenas exclusivas de navidad
o de las funciones de cine de primer nivel, intransferibles.
Vivo ahora con cáncer de garganta.
Pero no lo proclamo como martirologio, ni para predisponer a quienes me conocen
a un buen trato, o para promover en quienes no me conocen, una actitud
admirable.
Es una experiencia. Un modo
de vivir. Y no es el del resultado final, frente a lo cual solo albergo
esperanzas con una buena notación de fe, sumada a la certidumbre y la confianza
que me genera el sistema sanitario a cargo de esta condición de salud.
Me alegra ser como soy. Me
satisface ser como he sido. Y espero seguir siendo en ese mismo sentir. He
vivido con arreglo a valores que me norman. He cometido errores, que en más de
una oportunidad he reconocido. No me siento el centro de nada, ni el desecho
sobrante de los procesos que me rodean.
Me siento bien y vivo. Me siento en
paz y con la fuerza necesaria para servir de referencia que cada quien
necesite, sin aspirar a ser ni símbolo, ni héroe.
Mil y mil veces más, agradezco a la
vida. Y reconozco el respaldo recibido, tal vez mucho y tal vez inmerecido.
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