La guerra es la peste evitable

 

Reproducido con autorización de Acento.com.do

Introducción necesaria:

La escritora Angela Hernández, dejando aparte sus premios y lauros, sus noveles, sus cuentos, la reproducciones de sus obras en 7 idiomas,  es un ser pensante de los afortunados con el talento de expresar con belleza, sutileza y precisión, sus criterios, incluso aquellos que se refieren a crímenes de lessa humanidad, como acontece ahora por parte de Israel y Hamas ,que ya acumula 15 mil 300muertos (la suma de victimas mortales gasta el 22 de noviembre, cantidad que seguirá aumentando.1.200 muertos fueron victimas que ha sufrido Israel. 

Al texto de Hernandez nos hemos permitido adjuntar la letra de la canción para la Guerra Nada, de la cantautora colombiana Martha Gomez, por su colindancia temática y por la belleza como poema pacifista de la sencillez inolvidable.

El resto con victimas gazatíes producto de la violencia y venganza ciegas que ha producido cerca de cinco mil niños inocentes (a la fecha). Hay 240 secuestrados por Hamas, incluyendo un niño de 10 meses. 35 periodistas de diversos medios , asesinados por bombas israelíes en Gaza; 14 empleados de los organismos de asistencia de ONU, igualmente asesinados. El texto de Angela Hernández, que publica Acento.com.do:



Ilustración tematica coincidente con el tema.
Autor del grabado: desconocido.
Tomado de internet tratando de reservar el derecho del artista.

SUMARIO: Gente que toma decisiones contra toda lógica de supervivencia, que contra el sentido común hunden sus aguijones, hechos de enemistad y venganza, en los cuerpos de inocentes y civiles.

Ángela​ Hernández

Por Ángela​ Hernández

La sola idea de que una cosa cruel pueda ser útil ya es de por sí inmoral. Marco Tulio Cicerón

En la confrontación entre dos potencias malignas, cada una tomará a la contraria como pretexto para adueñarse de las voluntades y justificar todas sus acciones, incluso el genocidio.

Toda guerra es maléfica, apocalíptica, estúpida; incongruencia que comporta una riada de sufrimientos.  Sin embargo, hay conflagraciones que se nos imponen como una abominación. Entonces no queda más remedio que armarse de coraje y batallar por las víctimas, codo a codo con ellas.

La recurrencia de las guerras y conflagraciones hace pensar que la especie humana se desenvuelve en un bucle complejo en el que los choques y la ceguera mental son ineludibles. O que es víctima de un maleficio, un hechizo maldito que la induce a la obnubilación, al crimen, para justificar el cual inventa enrevesados y “racionales” argumentos. Acaso de esto se trate el pecado original.

En estos días me he preguntado: tras la capa de civilización, ¿somos animales territoriales?

De algo estoy segura: a Dios lo enojan todos aquellos que cometen crímenes en su nombre. Bastaría con que todos los que dicen guiarse por la Biblia, o por una parte de esta, cumplieran con el quinto mandamiento, no matar, para que la Tierra fuera increíblemente distinta.  Y si todos nos acogiéramos al primer mandamiento, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, las sociedades humanas serían otras, incluso si los ateos y agnósticos acatan solo lo de amar al prójimo. Cuánta inteligencia, cuántas energías se reencauzarían para bien del individuo, la familia y la colectividad.

Imaginemos que los ingentes presupuestos para armamentos y arsenales se derivan a recobrar los suelos, las selvas, los corales y los ríos del planeta; imaginemos que esas cifras exorbitantes de recursos se emplean en escuelas, bibliotecas, investigaciones para reemplazo de combustibles fósiles por energía solar, salud preventiva, modelos de gobiernos participativos, protección de la diversidad de la fauna y la flora del planeta. ¿Es imposible?

Cuánto ingenio, cuánto tiempo, cuánta astucia, cuánto tesón han invertido los hombres en aniquilarse los unos y los otros con una pasmosa tozudez. Niños, mujeres, pueblos, culturas enteras, saqueados, arrasados, desangrados, condenados al destierro y a las penurias sin fin, ¿para qué? Las guerras no pueden ser santas ni justas ni necesarias. Visto a través de “la cuenta larga de la historia”, solo las rebeliones contra la esclavitud y las dictaduras merecen simpatía.

Es común el miedo a los que padecen severos trastornos mentales, miedos atávicos, e infundados en la mayoría de los casos, a la demencia. Pero la locura que debería aterrarnos caracteriza a muchos en la cúspide del poder (y a otros con más prejuicios que poder). Gente que toma decisiones contra toda lógica de supervivencia, que contra el sentido común hunden sus aguijones, hechos de enemistad y venganza, en los cuerpos de inocentes y civiles. Aludimos a aquel arrebato  conducente a desmesurar los conflictos entre pueblos, a azuzar y polarizar pasiones, a planificar y gestar guerras, a invadir territorios, a exterminar seres humanos, a devastar patrimonios culturales, a generar hambrunas y supliciar individuos, comunidades, ciudades.

PARA LA GUERRA NADA
Martha Gomez
Para el viento, una cometaPara el lienzo, un pincelPara la siesta, una hamacaPara el alma, un pastelPara el silencio una palabraPara la oreja, un caracolUn columpio pa' la infanciaY al oído un acordeónPara la guerra, nada
Para el sol, un caleidoscopioUn poema para el marPara el fuego, una guitarraY mi voz para cantarPara el verano bicicletasY burbujas de jabónUn abrazo pa' la risaPara la vida, una canciónPara la guerra, nada
Para el viento, un ringletePa'l olvido, un papelPara amarte, una camaPara el alma, un caféPara abrigarte, una ruanaY una vela pa' esperarUn trompo para la infanciaY una cuerda pa' saltarPara la guerra, nada
Para el cielo, un telescopioUna escafandra, para el marUn buen libro para el almaUna ventana pa' soñarPara el recreo, una pelotaY barquitos de papelUn buen mate pa'l inviernoPara el barco, un timonelPara la guerra, nada
Para la guerra, nada
Para la brisa una plumaPara el llanto una canciónPara la guerra, nadaPara el insomnio la LunaPara calentarse el SolPara la guerra, nada
Para la guerra, nada


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