¡Heme aquí, Señor!

 



Llega la Navidad y propicia, contrariando la tendencia social general, una mirada hacia mi interior.

Heme aquí señor, como suma de mis virtudes, mis dones, mis merecimientos, mis deficiencias, debilidades, pequeñas o grandes monstruosidades “amables”, mis apetencias…

Heme ante ti, Señor, enarbolando mis lucecitas de colores verdi-rojos, mis pinos colmados de nieve falta, mis Santa Claus graciosamente barbados con su hija de triple fase.

Gabriel García Marques

Heme anti ti, Señor, con mis manos colmadas de virtudes y de culpas a expiar.

Heme ante ti, Señor, dispuesto a deglutir el 24  los trozos grasos de cerdo, toda la sacarosa edulcorante de ponches, turrones (ya duros, ya blandos y el novísimo turrón de medianías en su densidad) todo el alcohol, toda los carbohidratos de los infinitamente sabrosos y  moros de guandules, la debilidad frente a las “gomitas” de colores, suma de azúcar y sabor.

Heme aquí Señor, ante todas las bebidas ofrecidas, ante todas las piezas musicales que llenan la radio, la internet y la televisión.

Heme aquí Senor, ante todas las felicitaciones de protocolo, junto a las sinceramente expresadas, esas que nos desean bienestar, salud y prosperidad.

Ante ti, Señor, te expongo mis condiciones y actitudes diferenciadas y deficientes más íntimas e infinitamente escamoteadas ante el juicio social.  

Haz tu, Señor, con mis falencias, lo que consideres.

A cuanto aspiro, y te lo digo sobre las puntas de mis sinceridades extraídas con dolor y conciencia, es llegar a ser una buena persona. Ser buena gente. Lograr que cada acción mía, contribuya a edificar un mundo mejor, sin masacres fanáticas y violentas, sin crímenes contra la humanidad en nombre de las ideologías, sin atentados de terror, sin masacres y  crímenes de guerra, sin limpiezas éticas en nombre de la respuesta bélica a otro crimen igualmente abominables.

Heme aquí Señor, ante ti con mis deseos de ser mejor.  Con mis ánsias de seguir los pasos de tu hijo. Con mi actitud de entregarme a la luz. Con mis capacidades on mis limitaciones humanas, con mi ejercito de verdades y mentiras. Soy , lo se, una totalidad de contradicciones, pero esa es la expresión de la condición humana.

Ahora que es Navidad, y que los afanes se entornan alrededor de una celebración para los sentidos, para los aguinaldos, para los encuentros navideños en los que corren al mismo tiempo la gula y los ríos de vino, vodka o cualquiesquiera de las bebidas alcohólicas de alto consumo.

No soy extremo en mis durezas frente a todos y frente a mí. Todo es posible de consumir con moderación y responsabilidad. Pero creo que conformarse con lo mínimo, es poco.

Senor, aspiro a más. Deseamos ser buenas personas…¿Es mucho pedir? Y ser buenas personas todo el tiempo. No en diciembre. No en enero o en los días de Semana Santa. Ser buena gente siempre. Darnos cuenta de que tener una sociedad mejor, depende de cada acción nuestra, por mínima que esta esa, desde el respeto por el semáforo o el letrero de “No estaciones”, hasta la entrega a las grandes decisiones que mejoran el mundo.

No es mucho pedir. Y ese cambio, inicia conmigo. ¿Será así?

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