Me da la impresión, por la reacción de la gente al terminar la proyección, que La Soga le ha puesto los pantalones largos al cine dominicano.
Nada de establecer que es la mejor película dominicana, juicio engañoso que puede tener mas de propagandístico que de realidad.
Lo que si es claro es la alegría que produce el constatar que podemos hacer un cine de calidad para todos los países y hacerlo con profesionalidad y sentido de respeto al séptimo arte.
La producción cinematográfica es una referencia temática nueva en la naciente cinematografía en la que resaltan fotografía y edición
Fantástica la fotografía, la dirección de arte y el sonido ambiental así como los números musicales en bachata y otros ritmos.
La edición apoya la historia y los paisajes del Cibao barrial y pobre adquieren una belleza nunca antes vista en el cine.
La Soga no solo pasa la prueba. Es una contundente demostración de hacia donde debe orientarse el cine dominicano.
El pueblo natal del productor y protagonista, Baitoa, Santiago, sirve perfectamente de marco para retratar el ambiente para contar las muchas historias del pasado y el presente que implica La Soga.
Manny Pérez tuvo acierto en la selección de las locaciones en las cuales se desarrollan trepidantes y con autenticidad las escenas de acción.
Cuando el público capitaleño, al final de la proyección de La Soga, se levantó aplaudiendo de sus asientos en el Teatro Nacional, el factor que parecía impulsarle no era exactamente el ritual del agradecimiento ante una obra artística que llegó al corazón de la gente. Se trataba de algo más subjetivo: el saber que es posible “otro cine dominicano”, con características que rompen el localismo se podía probar que universalizar lo que se hace por parte de los talentos nacionales, tiene sentido.
Era un sentimiento de alegría compartido por mucha gente: al fin se avista con seguridad la capacidad nacional para hacer cine de condición global, pese a algunos pequeños fallos de actuación y al exceso de música, propio del cine de la diáspora.
Cuidada en sus aspectos técnicos, La Soga tiene más de lo necesario para sentir orgullo: la fotografía y el manejo de la cámara, el sonido, la edición, el asfixiante ritmo de triller con tintes románticos, el uso de historias paradetas pasado-presente y el casting o selección de talentos.
La Soga es más que una película digna y no necesita de juicios paternalistas acomodados por el chauvisnismo nacionalista. Es una obra de arte producto de talentos y técnica en armonía.
Actuaciones
Manny Pérez (Luisito) aborda sus papel de protagonista adecuadamente secundado por Hemky Madera. Pérez tiene la fuerza que necesita un nombre capaz de matar y de ser atrapado por la ternura y el amor.
Hemky Madera está tan bien que con poca cosa desluce a Pérez rol como agente paramilitar de un grupo de acción que liquida delincuentes, es tremendamente verosímil.
Denisse Quiñones deslumbra con mucho más que su belleza física y sale adelante con sus paramentos.
Juan Fernández se empeña en sacar al General Colón, pese a que no atrapa el carácter del oficial corrupto y atemorizante que se atribuye a un tipo de esa naturaleza. Deja escapar su personaje en algunos momentos.
Quien tiene el gran papel que necesitaba es Alfonso Rodríguez, que tiene en su rol de matón policial una experiencia histriónica que necesitaba en el cine.
El Luisito Niño no pudo haber sido mejor elegido.
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