El único representante partidario del legado de Bosch fue Diómedes Núñez Polanco, directivo de la Fundación que lleva el nombre del escritor y político que partió a compartir la luz de la eternidad.
Nuñez Polanco, como María Isabel, como yo mismo, como Yanela Hernández, como Aidita Selman y como tantas otras personas, terminamos llorando ante un final sorprendente, tocante e inolvidable.Efectos muy simples, una actuación para ser estudiada, un cuerpo que parecía frágil y que muestra en las tablas una fortaleza fuera de referencia. María Isabel Bosch ¿ por que nos hiciste eso?
Quien deje de ir a verla hoy sabado o mañana domingo, pudiendo hacerlo, estará en pecado.
¿Qué es lo que ha sucedido en una pequeña y acogedora sala de teatro que, al final de esta presentación múltiple y solitaria de María Isabel Bosch, quedamos lágrimas en los ojos, con la mirada acuosa, una dulce opresión en el pecho, el disfrute como no se había desgustado antes de unos textos que cobraron una vida distinta a las conocidas y esa voz de Juan Bosch , ejemplo ahora más necesario que nunca, y que debió haber sido escuchada por muchos más dominicanos?
¿Por qué una mujer aparentemente más frágil que una rosa de fino cristal, se desdobla en escenario y demuestra una fuerza que es mucho más que física y que va más lejos que lo que se puede lograr con ejercicios de resistencia y estiramientos estéticos del cuerpo, llevando músculos y ligamentos a expresiones sorprendentes?
Las respuestas son simples: lloramos todos anoche en La Cuarta, Espacio Teatral, al ver cómo Juan Bosch nos trascendía incólume con su referencia literaria y sus compromiso social expresado en tres de sus cuentos, que escudriñan con magistral narrativa breve, las incongruencias e injusticias del mundo rural dominicano.
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María Isabel Bosch, que repite esta noche a las 8:30 y mañana a las siete, esa actuación que nadie debería perderse, incluyendo a quienes desde Acroarte siguen el teatro – esta pieza es orgullosamente nacional desde sus textos hasta su intérprete- para tener el privilegio de mirar las honduras de un teatro cargado de simbolismo, autenticidad, conectividad estética, honor y homenaje del arte y la sangre a un ser singular que sigue estando de muchas maneras entre nosotros.
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Quienes hacen teatro no deben dejar de ver este experimento de teatro más allá del modernismo y las modas. Un cuerpo que se hace muchos, una voz que se multiplica, un dominio de la expresión facial y corporal, un juego de danza, luces y sonidos que no necesita aditamentos extraordinarios. Arte en el sentido directo, llano, sin resquicios envolventes y sin demagogia escénica, fatal como en todos los casos que se ha intentado.
Contando a mi Abuelo es un trabajo que marca. Deja una huella llegada a más cuando lo que se pretende es conocer del quehacer logrado por una dominicana que supo que su rumbo no lo podía cristalizar la soledad de una isla, tal y como se confiesa en referencia a un Bosch que hace cada día más falta.
El montaje sólo es hasta mañana domingo. Perdérselo es casi un crimen.
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Ese espacio teatral (Calle Espaillat esquina calle El Conde, cuarta planta) tiene ya diez años y ha servido de cuna a espectáculos teatrales dignos de un mayor público, digno de los mejores patrocinios de quienes desde sus empresas, hacen del mecenazgo una práctica de responsabilidad social.
Algunos empresarios que apoyan el arte, deberían también darse una vuelta. Y ver a María Isabel concretando lo que para mucha gente es solo un ideal: vivir por y para un teatro que no depende de presupuestos ni de convenios de intercambio. Un arte que es en si mismo, un testimonio de época.
No dejen de ver eso. Se les podría juzgar en otra dimensión si se quedan en casa.
¿Por qué una mujer aparentemente más frágil que una rosa de fino cristal, se desdobla en escenario y demuestra una fuerza que es mucho más que física y que va más lejos que lo que se puede lograr con ejercicios de resistencia y estiramientos estéticos del cuerpo, llevando músculos y ligamentos a expresiones sorprendentes?
Las respuestas son simples: lloramos todos anoche en La Cuarta, Espacio Teatral, al ver cómo Juan Bosch nos trascendía incólume con su referencia literaria y sus compromiso social expresado en tres de sus cuentos, que escudriñan con magistral narrativa breve, las incongruencias e injusticias del mundo rural dominicano.
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María Isabel Bosch, que repite esta noche a las 8:30 y mañana a las siete, esa actuación que nadie debería perderse, incluyendo a quienes desde Acroarte siguen el teatro – esta pieza es orgullosamente nacional desde sus textos hasta su intérprete- para tener el privilegio de mirar las honduras de un teatro cargado de simbolismo, autenticidad, conectividad estética, honor y homenaje del arte y la sangre a un ser singular que sigue estando de muchas maneras entre nosotros.
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Quienes hacen teatro no deben dejar de ver este experimento de teatro más allá del modernismo y las modas. Un cuerpo que se hace muchos, una voz que se multiplica, un dominio de la expresión facial y corporal, un juego de danza, luces y sonidos que no necesita aditamentos extraordinarios. Arte en el sentido directo, llano, sin resquicios envolventes y sin demagogia escénica, fatal como en todos los casos que se ha intentado.
Contando a mi Abuelo es un trabajo que marca. Deja una huella llegada a más cuando lo que se pretende es conocer del quehacer logrado por una dominicana que supo que su rumbo no lo podía cristalizar la soledad de una isla, tal y como se confiesa en referencia a un Bosch que hace cada día más falta.
El montaje sólo es hasta mañana domingo. Perdérselo es casi un crimen.
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Ese espacio teatral (Calle Espaillat esquina calle El Conde, cuarta planta) tiene ya diez años y ha servido de cuna a espectáculos teatrales dignos de un mayor público, digno de los mejores patrocinios de quienes desde sus empresas, hacen del mecenazgo una práctica de responsabilidad social.
Algunos empresarios que apoyan el arte, deberían también darse una vuelta. Y ver a María Isabel concretando lo que para mucha gente es solo un ideal: vivir por y para un teatro que no depende de presupuestos ni de convenios de intercambio. Un arte que es en si mismo, un testimonio de época.
No dejen de ver eso. Se les podría juzgar en otra dimensión si se quedan en casa.
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