En materia de gustos, lo ha dicho Serrat desde hace tiempo, no hay disputas. Lo que pueda gustar a unos, puede que no guste a otros.
La reflexión viene a cuento a partir de los criterios diversos, interesantes y respetables de quienes comentamos o criticamos teatro, a partir del montaje de La Duda, en la Sala Ravelo.
Lidia Ariza es buena interpretante. Pero nos ha sorprendido buenamente. Esta actriz dominicana necesitaba una prueba de este nivel. Interpretar a la Madre Luisa en la obra La Duda (Doubt) escrita por Patrick Shanley, era una cuestión de pesos pesados.
La Ariza se enfrentó a un papel dramático, alejado de la alegría que produce en sus comedias montadas en el teatro
Las Máscaras, dirigida por la misma Germana Quintana a quien debemos tantas carcajadas, para desgarrarnos ambas el alma con la duda que arrojan sobre el carismático Padre Ángel, hecho por Exmin Carvajal, al parecer tiene una crítica inflexible publicada en el
diario El Dia, en la firma de Francis Mesa, nuestro amigo. a quien reconocemos el derecho sagrado a tener su opinión, no compartida de nuestro lado.
Máximo Jiménez, el circunspecto y a aveces silencioso editor de espectáculos de El Cariba, tiene un criterio que sustenta el montaje auspiciado por Centro Franklin, de la Embajada de Estados Unidos. Jiménez es uno de los mejores enjuiciadores de teatro y cine de República Dominicana. No hay dudas de que un criterio como el suyo en las evaluaciones del Area Clásica de los proximos Premios Casandra, sería de mucho valor si no intercede el democratismo de dejar votar a quienes no saben de eso o simplemente no asisten a nada.
Alfonso Quiñones, el único comunicador especializado en cultorologia, tiene un criterio que debe ser conocido y respetado, desde las páginas de
Diario Libre.
Y, al parecer, la opinión de Francis tampoco es sustentada por una experta, Doña
Carmen Heredia de Guerrero, en su crónica publicada en el periódico HOY de esta fecha.
El ejercicio teatral que representa La Duda enorgullece el escenario dominicano. Lo que logra Patricia Muñoz es darle una digna y precisa sostenibilidad a la secundariedad de su personaje,como la monja maestra sensible a la situacion que se va creando.
El nivel interpretativo que alcanza Lidia Ariza al desarrollar la estricta y arbitraria Madre Luisa, apunta a una de las mejores y más intensas actuaciones femeninas de este año. La Ariza está inacabable y sobrepasada a sus referencias por la fidelidad con que reproduce la intención del autor al presentar esta férrea personalidad.
La pieza no casualmente es ganadora del Premio Pullitzer (2005) y logró nominar a a los Premios Oscar en el 2008 a Meryl Strepp y Philip Seymur Hoffman, apoyada sobre todo en el universo de sensaciones y sentimientos encontrados en torno a la incertidumbre y la duda de culpabilidad que la férrea y autoritaria Madre Luisa y el Padre Ängel, respecto de una “vinculación impropia” con un estudiante afroamericano ( que ha sido ubicado como haitiano en este montaje).
La calidad del montaje se logró en base a un trabajo que incluyó la dirección de Germana Quintana; los talentos histriónicos de Carvajal, Lidia Ariza, Patricia Muñoz y Aidita Selman; la escenografía de Giamilka Fabián, la iluminación de Lillyana Díaz, la musicalización, regiduría de escena y asistencia de Diana Valck, el maquillaje de Karla Hatton.
La labor de equipo concitó condiciones para un espectáculo teatral digno de respeto y admiración.
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