Folklore a los Cuatro Vientos...!Bravo!

Este  espectáculo tiene  a un nivel  como no se había registrado antes. 

Ningún otro montaje así, podrá ser menor que éste.

Luego de Foklore a los Cuatro vientos, por la calidad estética con que llenó de color, movimientos  ricamente  coreografiados y el acertado criterio de sus componentes escénicos y nunca más en lo adelante este arte esencial  deberá seguir siendo considerado como “el patito feo de las artes escénicas dominicanas”.

 

Este homenaje al folklore de Cuba, Puerto Rico, Haití y República Dominicana fue un montaje para presentar íntegramente el danzar de la gente de un Caribe marcado por la urgencia de su integración y solidaridad. Y más que eso, probablemente sin que nadie se lo propusiera, sin aspiraciones de hacer historia artística, sin campanas de expectativa, sin periodista alguno contratado para hacer las legítimas relaciones públicas que merece todo empeño estético considerable.

El trabajo, iniciado nada menos que enero de este año, dada la complejidad del mismo y la necesidad de homogenizar los danzantes al tono de los más avanzados, de  fue mucho más allá de celebrar tres fechas: los 30 años de existencia del Ballet Folklórico Nacional: los 26 que tiene Josefina Miniño a su frente y los 60 que lleva de artista desde que se inició con su hermano José, con apenas 9.

El resultado ha establecido una referencia: a partir de ahora  será imposible todo intento de presentar la belleza y ritmo de la danza venida desde el fondo de los campos (del cual vinieron a nuestra mesa el merengue típico o el pambiche lento)  o de los tugurios urbanos empobrecidos pero cargados de ritmo y formas de danzar que hoy consagran la alegría en cualquier espacio “de sociedad”.

Folklore a los cuatro vientos, para quien no tenía idea de lo tramado (vale decir producido) era más que todo, el necesario compromiso de ir a festejar, presentara lo que presenta, la maestra Josefina Miniño, probablemente la mejor coreógrafa popular del país, pese a nunca haber sido nominada en esa categoría a los prestigiosos y ahora activos y modernizados Premios Casandra.

El común de los mortales, acudió al Teatro Nacional Eduardo Brito a aplaudir finalmente, no el trabajo como tal –que se suponía uno mas de aquellos tarimeros espectáculos en los cuales los 30 muchachos y muchachas del BFND, hacen – con los 7 vestuarios de reglamento harto conocidos- las 21 piezas más representativas y conocidas  dominicanas, y algunas, para fines de justificación del título, extraídas de las otras tres islas del Caribe. Y nada más.

El folklore, injustamente, por muchos años, exceptuando cuando se monta para grandes producciones o cuando se viaja Taiwán ,como en el pasado 2010, o al  Radio City Music Hall, de New York, se estuvo considerado como arte “de tarima”, tantas veces desarrollado bajo el inclemente sol y sin las condiciones de producción necesarias para provocar el impacto que merece y necesita el arte danzarlo fundamental de un pueblo.

Al pensar este trabajo, de seguro que inicialmente no se concibió para  crear  un punto de quiebra que parte en dos la historia escénica de la danza popular y, de paso, muestra el arrojo y la creatividad de un equipo que con los recursos que pudo tener a la mano (indudablemente millonarios y cuya cobertura, con justicia y oportunidad correspondió al Ministerio de Cultura). Dinero bien gastado, hay que agregar.

Ojalá alguien tenga la iluminación necesaria para que se grabe en video de alta definición y se pueda contar con este trabajo en DVD. Es un ruego que mucha gente aclamara pagando el precio necesario.

 

Factores del triunfo

Muchos factores intervienen para dejar la huella que ha marcado: el uso de la música popular en interpretación de la Orquesta Sinfónica Nacional, la fuerza con que se manifestó el cuerpo danzarlo en un espectáculo intenso, agotador, sudorante y sin intermedio de ningún tipo, el aliento que adquirió la propuesta de la Maestra Miniño en manos de Aidita Selman, quien supo coordinar y acomodar los factores a disposición; las interpretaciones en vivo de Ileana Ornes (voz poderosa y matizada).

José Lacay (quien conserva la suya como en sus buenos tiempos (y que se quebró en llantos en el momento de cantar a su República Dominicana) y una extraordinaria, renovada y exquisita Maridalia Hernández, con una presencia escénica en la cual bailó con pasos muy suaves, lució, como siempre, portadora de la mejor condición interpretativa para el canto popular;  el talento del cuerpo de músicos en vivo para dar sostén a lo bailable y particularmente para recrear las músicas de Puerto Rico, Cuba y Haití.

Los vestuarios que proyectaron una imagen sobria,  de elegancia  y estilo como nunca antes se había visto; el uso intensivo e inteligente de los elementos fotográficos y de video (gracias al Ministerio de Turismo y a CCN, con sus tomas fijas y en movimiento de Barahona y La Vega) -todo a cargo de Luichi Tejeda y Audiovisuales y Proyectos- ; la soberbia coreografía de la Maestra Miniño; la dirección  actoral  de Johnny Mercedes; las intervenciones de Vicente Santos, la iluminación (Lilyana Díaz), la escenografía (de Carlos Ortega).