El ballet es uno de los artes escénicos más exigentes y para su ejecución con el rigor que demanda este quehacer estético, median centenares, miles de horas de ejercicios y ensayos.
Se puede establecer que ejecutar el arte danzario en sus niveles más altos, lo que se demanda es más que un esfuerzo.
Acabamos de ver el ballet navideño por excelencia: Cascanueces, en versión de Ballet Studio de Doris Infante. Fue toda una experiencia, mezcla de sensaciones de alto nivel, de alegría por la ingenuidad disciplinada de niños y niñas y una muestra extraordinaria de valor artistico en una de las bailarinas que cayó al entablado y que siguió impertérrita y firme en el resto de su rutina.
No se había disipado totalmente la ovación tributada al montaje del ballet Giselle, con que el Ballet Studio, cuando, a tiro de unas horas, anunció su versión del ballet navideño por excelencia, Cascanueces, estaría en el mismo escenario del ahora exquisitamente remodelado Palacio de Bellas Artes.
La pregunta que surgía de inmediato era “¡Cómo es posible que una directora logre dos montajes tan demandantes y complejos, con elencos fundamentalmente y condiciones diferentes? ¿Era un atrevimiento de la profesora Doris Infante? ¿No era mucho riesgo el artísticamente enfrentado?
El hecho es que, desafío o reto, la Infante se atrevió a sorprender al público y, de paso, establecer el record de montajes diferentes de ballets con menos tiempo entre el uno y el otro. No se conoce, hasta donde se pueda corregir oportunamente, otro caso similar.
Dos niveles
La hermosa historia de navidad original de Mirius Petipá sobre música de Tchaikovsk y coreografía adaptada por Infante, sobre la original creada por Lev Ivánov, logra mostrarnos dos niveles de ejecución danzaria.
La primera es la que permite la actuación en un gran escenario del alumnado de su escuela, cargadas de la gracia y espontaneidad consustancial a la niñez, sobre todo cuando se le pone en el trayecto de un montaje artístico que demanda una determinada disciplina. Niños y niñas, ya como gran tarea de fin de año docente o como la oportunidad para que sus padres y madres tengan la oportunidad inusual de ver sus criaturas en un escenario de altas tablas. De esta forma, las danzas chinas y rusas trascienden los parámetros artísticos, sin denostarnos, para constituirse en un transforman en un fenómeno de orgullo familiar.
El segundo nivel, es el del ballet como arte demandante de técnica y talento producto de los años de entrenamiento y la entrega a un proyecto artístico de vida, uno que exige decenas y centenares de horas de ensayo individual y colectivo para lograr la magia del ballet, ese consistente quehacer que en sus rutinas nos permite sentir como la gracia y el vuelo se hacen posible en estos cuerpos delineados y que desafían con certidumbre total, las leyes de la gravedad.
Este otro nivel , del cual son responsables Vera Gómez, Eduardo García, Marialys Carmona, Pablo Clark, Husmel Díaz, Juan Arturo Pérez, Hilda Vásquez, Romel Frómeta, Marilin Carmona y Angélica Lugo, hacen la fiesta que representa ese momento singular, cuando el movimiento se transforma en poesía corporal.
Arte y valor
Una de bailarinas jóvenes cayó al suelo tras un mal paso. Y su caída fue sentida por todo el público y sus compañeras. Pero la joven danzante, con gran profesionalidad, no se altera, se levanta con el rostro el alto y toma el paso de su baile. Cuando terminó, el aplauso de solidaridad y reconocimiento provino tanto público como de sus compañeras de baile, fue total.
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