Tras ver Brujas somos todas, (Santiago Moncada) queda claro que calidad y comedia son compatibles, que país cuenta talentos de la actuación capaces de todo. El montaje muestra que cada entrega en escenario es parte de un
proceso de luces y sombras. En este caso, muchísimas más luces que sombras.
El montaje nos produce tres
reflexiones.
La primera, el hecho teatral tiene posibilidades infinitas. El acontecimiento escénico puede lucir desde empedrados
y difíciles caminos desde su texto, pasando por la odisea del proceso en las
utilidades técnicas y terminando por el universo variopinto que ofrecen sus
talentos histriónicos.
La segunda lleva al magnífico el
potencial de esta pieza para la captación hacia la platea, de nuevos públicos “no
teatrales”, gente que tiene otros intereses en el entretenimiento y que no ha
hecho interior del disfrute de lo escénico.
Humor y Drama ofrecidos como
ejercicio de un teatro que se sale del previsible laborantismo creativo en
escena. Que hace reír de buena gana (lo que nada tiene de malo), pero que añade
el atractivo del drama, casi policial en sus volteretas sorprendentes.
La tercera reflexión es que la pieza logra una diferenciación
notable de la corriente de este teatro “desde el imaginario y el puesto de
sufrimiento rebelde” de las mujeres, por su base argumental y la asertividad y
belleza con que Santiago Moncada logra el libreto: rico, imaginativo, deliciosamente correcto en su narrativa y con
oportuna administración de su “lenguaje
popular”.
Argumento de Moncada
Esta convocatoria de las cinco
mujeres, que compartieron el estricto ambiente de un colegio de Monjas, se reúnes
20 anos después de haber salido del plantel
para revisar qué ha sido de sus vidas. Ya no son las colegialas del
pasado. Ahora son una trabajadora sexual de altos vuelos y tarifa cara, una
escritora decididamente soltera, una abogada infelizmente casada, una casada
obediente y sufriente (en lo aparente) y otra casada con un peso muerto e
infiel, pero apegada al aparente equilibrio que le genera una vinculación tóxica.
Brujas ofrece a la gente un
recital casi totalmente equilibrado de actuaciones, sobre todo de quien lleva
el peso emocional histriónico, la Elvira
Taveras , quien impone
el sello de intensidad al enfrentar la dualidad de su personaje, de la
mujer/ama de casa/mujer casada y acogida a la subordinación de obediencia hasta el
climax en que revela sus demonios interiores.
La bien sentada de la Lidia Ariza , fuerte, tomando el
carácter de una fría mujer, que eligió el camino de la narrativo es contraparte magníficamente asumida. Hay tablas
que forman un quehacer. Sorprendente la personalidad que le imprime el Moncada. Tiene a su cargo uno de los instantes más dramáticos.
Gianni Paulino, sin el bagaje
histriónico por la ausencia de carrera, logra sacar lo mejor de si y salvo
algunas “s” que se fueron sin ser pronunciadas y algunos giros en la entonación
que pudieron haber quedado mejor en otros tonos y variantes.
Gianni tiene condiciones, pero es
un talento en desarrollo. Debe prestar atención especial al manejo de la voz, y
procurar el tono “viceral/estomacal” -ese que sale del centro del abdomen-Tiene
que persistir en el estudio a fondo del arte intrincado de la interpretación,
dadas sus potencialidades.
Mención aparte merece Mildred
Quiroz, quien hace la abogada mal casada (y al parecer la más inocente de
todas) carga con un personaje fácil de representar dado que es, en gran medida,
la tónica de millares de matrimonios, pero logra aportarle una vida, un ritmo,
echando mano de un talento que se hace su espacio, que la diferencia en medio
de tantas personalidades escénicas atractivas.
Germana Quintana tuvo en esta oportunidad
de tener lo que se puede considerar como un elenco “casi todas estrellas” , un
excelente texto dramático, acogido con éxito internacionalmente por las garras
que se le sienten, pese a que parte de una mentalidad masculina que como la de
Moncada, evade divisiones intelectuales genéricas para pensar y sentir “como
mujer” porque existe un hondo sentimiento del mundo femenino, descrito y
aprovechado con exquisita y detallada narración de sus aconteceres.
Teatro y Moda
Los diseños de Leonel Lirio, Giannina Azar,
Jenniy Polanco, Jusef Sánchez y Moisés Samaniego, fueron exhibidos en el lobby
de la Sala Ravelo.
Las cinco actrices tuvieron vestuario teatral durante la función. La directora tuvo el buen sentido de no utilizar la fuerza comercial de los diseños en la escena.
Los modelos en rojo se
constituyeron en un atractivo sobre todo para el público.
Moda y
teatro danzaron casi unidos.
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