Hay gente mala. Muy mala.
Mala porque si. Porque le da la gana de ser malas.
Porque disfrutan el ser variables perturbadoras.
Gente que se piensa que un puesto secundario en la
administración privada o pública, les coloca en una postura de mando, con Dios
como Auxiliar, con criterios dictatoriales, con la norma inflexible aun cuando
sea irracional o contraproducente con la
gente que les desea servir.
Hay gente mala, muy mala que incluso te persigue a tus
espaldas y que inquiere “¿Qué quiere fulano? Y que ordena “A lo que sea dile que no se puede, que
resuelva en otra parte”, aun cuando no se le ha solicitado nada ni sea
necesario pedirles nada.
Esa es gente mala.
Malísima.
Gente que no merece ser considerada parte del género
humano.
Con esa gente se debe cortar de frente.
Sin chismes.
Sin
confrontaciones indirectas.
Sin quejarse con otras personas.-
Evitando el jueguito del chisme.
A esas personas malas les dice lo malas personas que son. Tal y como me tocó hacerlo hace unos meses
con una de esas degradaciones humanas, con forma de persona.
En la medida en que respeto mis amigos reales, me
permito desechar relaciones tóxicas, innecesariamente agresivas, inopinadamente
burdas y burocráticas en el trato de quien no ha hecho más que tratar de
apoyarles.
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