Adrian Javier nos ha dejado



Adrian Javier, poeta, ha partido. Murió en la madrugada y concreta con su inesperada partida uno de los gestos de sorpresa a que  nos acostumbran los creadores.
Adrian Javier, quien hizo muchos trabajos de circunstancia en su vida, incluyendo publicidad, corrección de periódicos y libros, vendedor de ideas y cuantas más... nos deja tan solo en los físico. 

Quienes acudan a sus exequias en la Funeraria Blandino de la Avenida Sabana Larga (Santo Domingo Este), saludaremos a su familia, a su compañera, pero sabremos bien que un poeta pervive por su palabras:
32

dije soy en cuerpo entero
el Lázaro disidente de la muerte
el óvulo magullado en la sangre
el esperma absorto en la luz bifurcado en la sombra
dije soy yo el Lázaro irrestricto
ala de murciélago pendido en las ráfagas
ala que muere en la brizna del alcázar
pendida en las hojas hilvanado en las pupilas dije
abominable soy
no importa que otras voces se levanten
que penda la moneda de la luz
que duerma la niña
que colme la dicha mis anaqueles perdidos
mis párpados se cansan de verse se murmuran
a huelga de voces
en el interior las miradas se cuelgan se encuentran
se engloban con odio sobre mi faz
maldita la suerte que posa sobre mis sienes carcomidas
maldita la oscuridad por ser vestido de la luz
el olor de tus pasos la espera el olvido la muerte
la vida dije soy yo Lázaro en cuerpo entero
el de la podrida existencia
que no escapó al miedo al horror a! calor al frío
al llamado de tus brazos
porque soy materia esclavo de tus ojos


a yamir vizcaino benitez
por lo que pudo ser desmemoria
El puente

no es cierto que me llame alguien y mucho
menos que me apellide ninguno preciso parecer
hombre tener como apellido memoria de agua
piel de pan tren líquido asumir corales
como dedos plantar sonajas como ojos
vivir de infantes a la intemperie campear los
fueros cual si fuesen vinos borrar la página
esa guadaña adonde solos y terribles los hombres
eligen encogerse quizás es cierto que parezco
algo pero soy mucho menos que eso y que
ninguno la confusión está en la brisa tengo
una cabeza de sol y soy de noche mi acertijo
es de madeja y soy de tierra padezco invencible
una montaña perezco invisible una pradera
tengo un alba de brea como boca de tela
amanezco despierto con la fiesta marchita
tiendo mi sábana hasta el poniente y almuerzo
en secreto mariposas me creen nenúfar y
pinto ostiones -hay una palabra chica en mi raíz
que me cree sendero suspendido luna plana-
doy la espalda a los ayeres -incompleto /
escurridizo- como dios que nadie me diga
que parezco algo que todo me condene por
ninguna cosa


Grima líquida

de mañana en el río una lágrima una lágrima
en el río de mañana una mañana de lágrima
en el río una lágrima de mañana en el río una
mañana de río la lágrima un río de mañana en
la lágrima río de lágrima la mañana lágrima
de río la mañana de en una la grima líquida


Bombillo rojo


para mi vanidad tu espalda plena el registro
sonoro de tu musgo satisfecho el andén boscoso
que hace de tu cintura u risco exquisito de plata
una cábala macho de incendiario desapego
para mi vanidad la cúspide de tu pecho
esa suave colina que da a su otra maga nadando
la nave de humo que viaja tórrida en la lengua
tras la máscara de una isla rota sin delfines
para mi vanidad tu sueño aguado en el mío
hecho de centella y cabriola enardecida el
iridiscente toque de un gemido monstruo bajo
el agua para mi vanidad y la música en la
desazón la muchedumbre sola de la música
y tu mano tras el plomo sinuoso rodando a
carne plena.


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