¿Cómo se puede convocar esta cantidad de gente durante un día y no tener opciones para compra de bebidas y comidas? |
Con la Feria del Libro casi finalizando, reflexionar sobre el evento sobre enfoques para mejorarla como fiesta masiva del arte y la cultura, no sobra.
Se impone ya examinar con cuidado cada una de las experiencias para fortalecer las que resulten positivas y repensar las que puedan ser críticas correctas a su montaje.
Una de las principales críticas, la de la existencia de puntos de venta que se presta al cliché de que es una Feria de Pizzas y Pica-pollos, no es justa. Logísticamente es imposible convocar a las más de 50 o 100 mil personas que vienen a sus espacios a pasar el día y no contar con las instalaciones de Alimentos y Bebidas. La crítica es un facilismo, mezcla de gadejo y de reafirmación de quienes tienen siempre crítica a todo por todo.
En cambio, si se deben buscar alternativas novedosas para evitar el pandenium en que se convierte el transito alrededor del recinto ferial, debido a la falta de costumbre de utilizar parqueos alternativos remotos, a lo que se une el mercado informal de venta de chucherías en las calles de los alrededores, ocupando el espacio de peatones y conductores.
Lo que sí debería llamar a revisión es la ausencia de gerencia de los contenidos que, sin ser originados desde el programa elaborado por la Feria, llegan a los visitantes y en particular de los textos de la música de calle, particularmente del popularísimo canal que desarrolla su programación televisiva desde La Feria, con criterios populistas totalmente divorciados de los criterios que implica el evento.
Ese aspecto, ya para otras ediciones de la FIL, podría ser solucionado, con un encuentro taller con todas las empresas y grupo artísticos del tipo que sean, para acordar un marco de acción común, que fomente y reafirme los valores de la Feria. No existe una reglamentación de contenidos “intra-feriales” que pueda regir e imponer de consenso con los entes participantes, criterios que eviten situaciones como el musicón de vanalidades de Telemicro, no ha parecido importar a nadie.
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