Inés Aizpúny Matías Bosch... La brillantez del debate

Matias Bosch responde a mi amiga Ines Aizp
Advertencia previa:
Conocido el hecho de que las visitas de ustedes a los portales son breves y procurando rápidamente la información del momento, anuncio que este trabajo , compuesto por dos posiciones a debatir, no es breve. Es largo  y probablemente la mayor parte de ustedes no llegue al punto final. 

No me queda mas remedio que sacrificar la lógica de lo acostumbrado por la racionalidad y oportunidad de los conceptos. 

Me satisfacen que terminen de leer completo, solo quienes estén interesados en la validez del pensamiento y la constancia de las ideas, aun cuando no sea el material, a veces facilcita y fatuo, de lo inmediato.

Dos personas inteligentes y apreciadas por mí, tienen puntos de vista sobre tres temas.
!Qué saludable es que podamos pensar distinto, expresarlo y seguir la vida como si todo estuviese en orden divino, tal cual debe ser.
Del debate entre la inteligente periodista y editora de Diario Libre Inés Aizpún y Matías Bosch,  quien sale beneficiado es el público aspirante a un debate de fondo, a un análisis que acuda mas alla de los trapitos sucios de las personalidades vinculadas a la farándula o el mismo discurso huero, repetitivo y cansón, del ritual del partidarismo previsible.
Inés y Matías, han expresado dos análisis diferentes tanto en su extensión (ella limitada por el espacio de sus 18 líneas de su leída columna en Diario Libre, y el  con la amplia extensión que le permite una comunicación no sujeta a limites (no cual no deja de ser ya una ventaja previa), pero lo interesante es poder constatar el milagro de un debate ideológico verdadero, el fundamentado en las ideas, el que comporta para el publico interesado en las esencias, los conceptos, el publico que no persigue los contenidos del escándalo facilista o la evasión por la evasión misma.
Hace tiempo que no ejercemos el derecho a protagonizar el debate verdadero o el gusto de seguirlo, paso a paso.

Un punto me llama la atención: 

¿Pueden hacerse paralelismos entre  las trayectorias de Yoani Sánchez, la bloguera cubana, con la lucha y las Hermanas  Mirabal  (sugerido antes por mi amiga Inés). Aquí, Matías, tiene toda la razón. Fue un exceso. Pero vale leerla completa, en sus concepciones. Muchas veces, su columna aporta ese punto de quiebra que necesita el lector para hacer conciencia de irracionalidades o para poner el punto necesario en el conocimiento del lado oculto de un tema que, a pesar de ser muy publico, tiene aspectos que la gente no conoce o no domina. Esa  es la virtud del pensamiento de la periodista.

Al final de cada pieza, esta el correo de quien ha escrito, por si se animan a hacer aportes.
Para que puedan seguirlo, transcribo las dos piezas:

Inés Aizpún

¿Podrá Capriles derrotar al chavismo? No hará falta, Maduro lo hará. Cada declaración es un insulto, cada iniciativa una temeridad. La última decisión del presidente venezolano: armar a dos millones de voluntarios, "una alianza entre la clase obrera y el ejército". Que eso va a terminar mal es tan obvio que cuesta creer que alguien con semejantes ideas llegue a la presidencia de un país. Ahora le toca la izquierda funcional latinoamericana repensar el apoyo irrestricto que le ha mostrado. Chávez sin petróleo no hubiera sido Chávez. Maduro sin Chávez... imposible.

¿El contrapeso al ALBA? Colombia, Chile, Perú y México impulsan la Alianza del Pacífico, un bloque con economías en buen momento y con ganas de crecer. Guatemala y Costa Rica ya están interesadas en integrarse. Las primeras impresiones, después de su reciente cumbre es que el hilo argumental es bastante más neutro, políticamente hablando, que el de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, o ALBA. La primera medida del nuevo grupo: arancel cero a partir del 30 de junio para el 90% del comercio entre sus miembros. 

¿Vivimos mejor? Vivimos más que antes, pero no más seguros, y probablemente tampoco más felices. 350 millones de personas en el mundo padecen depresión, 90 millones sufren un desorden de abuso de substancias, y 35,6 millones de Alzaimer y otras demencias. Vemos avanzar a la ciencia cada día, pero la píldora de la felicidad se resiste. Los científicos tendrían que ser felices para dar con la fórmula.

IAizpun@diariolibre.com

La respuesta de Matìas Bosch:

Una sola pregunta a Inés Aizpún
A propósito de sus tres preguntas sobre Nicolás Maduro, la Alianza del Pacífico y la infelicidad

Amigos y amigas lectores: Este escrito desborda la extensión de un artículo de opinión tradicional. Pero no tuve la intención de producir una columna habitual. Quise compartir ideas con Inés Aizpún, subdirectora y editorialista de Diario Libre, y con todos ustedes, a fin de que podamos sentar las bases de una discusión abierta, clara, transparente, sobre los puntos de vista que circulan y debaten en nuestra sociedad. A fin de cuentas, los puntos de vista que tengamos y las preguntas que nos hagamos, con los antecedentes que manejemos, determinan en gran parte las respuestas y soluciones que vamos a hallar. No hay verdades absolutas ni pre-fabricadas: los seres humanos y las sociedades “hacen camino al andar”. O como dice el refrán “quien busca, encuentra”. Vamos a hacer conciencia de cómo y con qué lentes buscamos, examinamos nuestra realidad, y así tomar conciencia de lo que vamos a proponer, de si ganamos o perdemos, pues no existen las lecturas “neutrales”. Gracias por leerme y por compartir cualquier reflexión.

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Señora Aizpún: leí su artículo “Tres preguntas” publicando en Diario Libre el pasado sábado 25 de mayo. 


 (http://www.diariolibre.com/opinion/2013/05/25/i385350_tres-preguntas.html). 

Entiendo que ese título no fue mero recurso retórico, y que usted en serio invitó al lector a reflexionar y contestarse las tres interrogantes. 
Así que tomé ánimo y seguí su invitación. Y la verdad, mi respuesta parte de una interrogante que quiero plantearle. Sé que no se estila –hasta dicen que es mala educación- contestar preguntas con otra pregunta. Pero permítame hacerlo esta vez, para transmitirle la inquietud que tengo y para que se comprenda todo lo que quiero decirle, con mi propuesta final.
Señora Aizpún: ¿Conoce usted la historia dominicana y latinoamericana? No me refiero sólo al hecho cognitivo de “enterarse” de algo –estoy seguro que enterada está-, sino de aproximarse a la Historia nuestra de manera “conciente”. Lo digo en el sentido de Hostos, educador, para quien la fuerza de la conciencia es “la suma de las fuerzas que por sí solas tienen la razón, el afecto y la voluntad”. Es decir ¿conoce usted nuestra Historia de manera que haya logrado apreciarla, aquilatarla, valorarla, compenetrarse con ella, y cuando va a escribir, recordarla, que proviene del latín “volver a pasar por el corazón”?
Conocer la Historia de una persona, de un colectivo, de un pueblo, no es cuestión meramente formal y mucho menos anula la capacidad crítica. Sin una adecuada y suficiente apreciación de quién es el paciente, su historia de vida, difícilmente el terapeuta podría ayudar a los pacientes mentales y eso no le impide mantener la distancia anímica e intelectual entre ambos. Sin ese conocimiento difícilmente un observador pueda emitir una opinión útil para resolver cualquier problema, sin por eso dejar de analizarlo objetivamente.
La pregunta va, primero, por eso de que a usted le parece difícil creer que Maduro, con sus “ideas” llegue a “la presidencia de un país” y que usted sugiera a la “la izquierda funcional latinoamericana repensar el apoyo” que le ha dado.
La frase de Maduro que a usted le parece inverosímil –en el artículo de marras- es aquella de que “La clase obrera será cada vez más respetada. Será aún más respetada si las milicias obreras tienen 300 mil, 500 mil, uno o dos millones de obreros y obreras uniformados, armados preparados para la defensa de la Patria”.
Fíjese, señora Aizpún, que no es como usted dice, simplemente “armar a dos millones de voluntarios”, sino que conformar unas Milicias organizadas e institucionalizadas, en alianza con la Universidad de los Trabajadores. Y nada voy a decirle sobre la “alianza entre la clase obrera y el ejército”, porque sencillamente eso no es lo que dijo Maduro (siempre es bueno confirmar la fuente original antes de poner entre comillas, como si fuera cita textual, lo que otro dijo. Recomiendo ver el discurso original: 


 Maduro habló, literalmente, de “alianza cívico-militar”.
Estoy seguro que usted sabe que ese país es Venezuela, del cual Nicolás Maduro es Presidente desde el 19 de abril de 2013, y que ese país es parte de América Latina. Siendo así, me siento en la obligación de recordarle, señora Aizpún, que desde 1492 América Latina –incluyendo el país donde usted vive y trabaja, República Dominicana- ha vivido siempre defendiéndose, y no por alguna patología paranoide, sino de todo tipo de conquistadores y piratas, ayer bajo los imperios europeos, más tarde bajo la Doctrina Monroe, y en el siglo XXI frente a esperpentos como el ALCA, el DR-CAFTA, la guerra “contra el terrorismo y el narcotráfico”, o los “contratos” mineros.
El problema serio, inconcebible, señora Aizpún, no es que sigamos pensando en “defender la Patria”, como dice Maduro, sino que en pleno siglo XXI nos sigan atacando, y usen para ello siempre una cabeza de playa o una quinta columna. Nos la hemos pasado en eso. No sé si sabe que cuando Cristóbal Colón llegó a América, por la península de Samaná, no vino dando elogios a los que vivían en esta tierra. Allí ocurrió el enfrentamiento de “Punta de Flecha”, con Caonabó al frente, resistiendo al invasor. Colón trató muchas veces de atrapar a Caonabó, que era inclemente contra los conquistadores. Sólo pudo capturarlo gracias a la traición de Guacanagarix, un “Judas” cualquiera, pero probado históricamente. ¿Sabe cómo murió Caonabó? En un barco, llevado como trofeo a los reyes católicos. Claro está, Caonabó no les dio en el gusto, se resistió a alimentarse y beber agua, hasta fallecer por inanición.

Mire nada más el caso de República Dominicana: sus cielos han estado abiertos a aviones no tripulados de la DEA, y su oro casi-casi se lo llevan “como caña pa’l ingenio”. Para que lo tome en cuenta: las últimas invasiones militares de EEUU en América Latina no fueron en la época de aquellos indios desalmados e inútiles que las huestes europeas quemaban en las hogueras, a pesar de los lamentos de Montesinos y Bartolomé de las Casas, no: fueron en Santo Domingo, 1965; en Nicaragua, durante todos los ochenta; en Granada, 1983; en Panamá, 1990. Señora Aizpún ¿usted ha visto alguna vez militares extranjeros bombardeando su ciudad y tomando sus calles por la fuerza? Pues nuestros países, señora Aizpún, han sido como un gran tablero de ajedrez para intereses espurios de uno y otro imperio. 
Para muestra, mire la declaración del general estadounidense Smedley Butler, ante el Senado, en 1935:
“He servido durante treinta años y cuatro meses en las unidades más combativas de las fuerzas armadas norteamericanas, la infantería de marina. Pienso que durante ese tiempo actué como un bandido altamente calificado al servicio de los grandes negocios de Wall Street y de sus banqueros. En 1914 contribuí a darles seguridad a los intereses petroleros (de Estados Unidos) en México. Particularmente en Tampico. Ayudé a hacer de Cuba un país donde los señores del National City Bank podían acumular sus beneficios en paz. Entre 1909 y 1912 participé en la limpieza de Nicaragua para ayudar a la firma bancaria internacional de Brown Brothers. En 1916 llevé la civilización a la República Dominicana por cuenta de los grandes azucareros norteamericanos. Fue a mí a quien correspondió ayudar a arreglar en 1923 los problemas de Honduras para darle seguridad a los intereses de las compañías fruteras norteamericanas” .

Aún con estos antecedentes, alguien podría creer que estoy diciendo cosas de libros viejos. No, señora Aizpún, vea usted que al lado de República Dominicana, a una horita en avión, ¡hay todavía una colonia norteamericana, Puerto Rico! Y hacia el oeste, del otro lado de la frontera, está Haití, donde los marines llegaron en 2004 y se ocuparon de sacar del país al Presidente legal, Jean Bertrand Aristide. 

Le digo más: hace muy poco, en marzo de 2010, después del devastador terremoto en esa hermana nación, el ex presidente norteamericano Bill Clinton, por su propia cuenta declaró: 
"Tengo que vivir cada día con las consecuencias de una decisión mía que fue, quizá, buena para algunos de mis granjeros en Arkansas, pero que fue un error porque trajo también como resultado la pérdida de la capacidad de producir arroz de Haití y, consecuentemente, de su capacidad de alimentar a su pueblo. Fue resultado de algo que hice yo. Nadie más". ¿No le parecen estos hechos verdaderamente arcaicos, primitivos y dramáticos?

¿Por qué entonces se escandaliza porque Maduro proponga la alianza cívico-obrero-militar?
Mire, señora Aizpún, si estudia bien nuestra Historia, verá que los hechos más terribles han acaecido justamente cuando  nuestros militares se han divorciado de los destinos de los humildes –esos que eligen gobiernos “disparatosos”, “ateos” y “autoritarios”- y han sido arrastrados por las élites y los poderes externos, dejando de cumplir su función democrática y constitucional. Mire lo que ha pasado cuando el pueblo ha quedado desarmado y los militares rompen la alianza sagrada con su nación: golpes fascistas en Uruguay, Chile y Argentina; soldados convertidos en carniceros en la tiranía bestial de Fulgencio Batista en Cuba; militares de Somoza convertidos en verdugos inclementes. Y mire, en República Dominicana, lo que significan las fuerzas militares en alianza con otros poderes que no sean el auténticamente popular: Pedro Santana, general anexionista; los crímenes de los 12 años de Joaquín Balaguer; el héroe nacional Antonio Imbert Barreras, presidente de la destrucción nacional en 1965;  Wessin y Wessin golpista y asesino; Trujillo, formado en la invasión de 1916-1924, sobre el cual no hay que agregar nada.

Por el contrario, distinguida señora, nunca ha sido tan fecunda y sólida la dignidad de nuestros países y el comportamiento institucional de nuestras fuerzas militares, cuando los soldados obedecen exclusiva y genuinamente a su compromiso con la mayoría trabajadora, no con los tutumpotes. Mire la Historia dominicana, es hermosa: ahí está Máximo Gómez, militar de conquistadores devenido en Libertador de Cuba, apasionado de los trabajadores y los más pobres; mire a los Restauradores, Gregorio Luperón y Gaspar Polanco lideraron un ejército compuesto por hombres descamisados y descalzos, que enseñaron a usar ramas de guaconejo y machetes como armas de combate. Vuelva su vista a Francisco Alberto Caamaño y Rafael Tomás Fernández Domínguez, los dos militares más admirados de este pequeño país: su grandeza estuvo, precisamente, en empuñar las armas en alianza con los trabajadores, los humildes, los hijos de Machepa, sin traicionar su mandato, y no temieron en enfrentar los poderes más grandes.

Y si le parece más cercano, vayámonos a las gestas heroicas de la resistencia europea al nazismo y el fascismo. Más allá del desembarco de Normandía ¿acaso no fue la unión entre ejércitos y millones de habitantes humildes de campos y ciudades, desde la URSS hasta Francia, la fuerza fundamental para salvar al Viejo Continente de aquella infamia totalitaria? ¿Qué me dice de la Guerra Civil española, aquella acción épica en que valientes hombres y mujeres, españoles y de tantas latitudes, incluyendo cantores, poetas, artistas, enfrentaron con armas a las fuerzas del fascismo para defender el proyecto de una república auténticamente democrática?

¿Sabe usted, señora Aizpún, quién fue Gregorio Urbano Gilbert? Fue un mulato dominicano, que murió humildemente. Pero antes, en su juventud, enfrentó con un revólver a los invasores de 1916, y a base de heroísmo y sacrificio se convirtió en militar del pueblo, y llegó a ser en Nicaragua miembro del Estado Mayor de Augusto César Sandino, a quien se le conoce como el “General de los hombres libres”.
Créame, señora Aizpún, que aunque en la prensa dominante de los países "industrializados" se nos presente como una selva de desalmados (en 1965 Johnson justificó la invasión a Santo Domingo diciendo que aquí los dominicanos comunistas marchaban con cabezas ensartadas en lanzas) los latinoamericanos no somos eso. Tampoco lo son los africanos ni los vietnamitas, a quienes dedican películas de guerra como Rambo. 

En África, todos los enfrentamientos bélicos (en especial los más cruentos,  como el genocidio de Ruanda en 1994, cuando el gobierno hutu trató de exterminar a los tutsi) han sido instigadas por las potencias fabricantes de armas y buscadoras de riquezas, y por causa de fronteras que fijaron despóticamente las metrópolis. ¿Se ha fijado alguna vez en el mapa político de África? Parece la división de una inmensa finca de hacendados o un polígono de explotación minera, no un continente organizado para que vivan y se desarrollen en paz los seres humanos.

Usted, señora Aizpún, parece ver en Maduro algo así como un verdadero peligro a la civilización o un tipo de ideas totalmente descabelladas. Pero está, a mi parecer, sobre-reaccionando, o no sabiendo con quién trata. A diferencia de las potencias coloniales, los pueblos de Nuestra América nunca le han declarado la guerra a nadie. Sólo han ido a las armas en legítima defensa, en eso que Martí llamó "la guerra necesaria", o bien acudiendo solidariamente ante el llamado de un pueblo amigo. Y cuando lo ha hecho, también a diferencia de los conquistadores, nunca ha cometido genocidios ni atropellos infamantes contra el adversario.

Fíjese usted: las únicas excepciones a lo que acabo de decir son casos como Trujillo y Videla, tiranos sanguinarios, que declararon guerra a Alemania e Inglaterra, respectivamente. Y si hablamos del pasado reciente, el único acto bélico cometido por un Presidente constitucionalmente electo en América Latina fue el bombardeo de territorio ecuatoriano por orden de Álvaro Uribe (por cierto, usted no escribe mucho sobre él). De ese personaje ya sabemos bien algunos tétricos antecedentes: vínculos con el paramilitarismo, el narcotráfico, el Plan Colombia.

Mire que hasta el propio Presidente Santos, salido de las filas del uribismo, repudia su violento comportamiento. Y no olvidemos que mientras Uribe y otros acusaron a Chávez de filo-terrorista por proponer la negociación entre Estado y guerrillas, ahí está Santos dialogando y llegando a acuerdos con las FARC-EP.

En todo caso, no podemos dejar desapercibida una legítima preocupación por el belicismo en nuestro continente. Muy de acuerdo, pero ahí de nuevo hay que llamar “al pan, pan y al vino, vino”.
¿Sabe qué Estado realizó el mayor gasto militar a nivel mundial en 2011 (último año cuyos datos se encuentran consolidados en internet)? Estados Unidos: 711 mil millones de dólares, algo así como 30 millones de millones de pesos dominicanos o catorce veces todo el PIB de un año de República Dominicana. 

Toda América, incluyendo Canadá, apenas gastó 98 mil millones de dólares. De todo ese dinero, alrededor de 55 mil millones los gastaron Brasil, Chile, México y Colombia. Venezuela, el país que gobierna ahora Maduro, apenas gastó 3 mil millones de dólares. Es decir, señora Aizpún, que aquí deberíamos hacernos una auditoría en serio, para ver quién está gastando de más, quién amenaza a quién, y qué país es un verdadero peligro para los demás. Sin sesgos ni pasiones, con rigor histórico y datos en la mano. Algo científico.
En resumen, viéndolo históricamente, la preocupación de Nicolás Maduro por fortalecer la “alianza cívico-militar” y la capacidad defensiva de los trabajadores, no es una idea tan descabellada ni su propuesta algo tan inadecuado como para que la “izquierda pensante” - es decir, la que toma en cuenta su Historia pasada y presente, y trata de comportarse racionalmente- le retire el apoyo. Es más, creo que deberíamos todos, téngase la posición ideológica que se tenga, discutir el tema con un poco más de profundidad y exhaustividad.

Puede que a usted no le parezca bien el uso de las armas o la militarización de nuestros países -de hecho creo que sólo los fanáticos piensan con fusiles en la cabeza-, pero ésta no es sólo una cuestión moral ni filosófica: como el aborto o el consumo de drogas, es un problema real, práctico y concreto y necesita soluciones creíbles, viables e integrales, no respuestas dogmáticas. Usted ha insistido mucho en una mirada científica cuando se habla, por ejemplo, de derechos sexuales y reproductivos.
Usted podrá preguntarse "¿porqué tanto afán con Venezuela?". Le doy tres sencillas razones: 1) Porque a diferencia de Europa, continente que penosamente ha vivido terribles guerras de todos contra todos, América Latina es "Nuestra América", un origen y proyecto común muy por encima de las ligazones de una moneda o una alianza militar. 

Desde Hatuey, taíno de La Hispaniola asesinado en la hoguera por ir a enfrentar a los conquistadores en Cuba, pasando por la ecuatoriana Manuelita Sáenz, por Hostos el antillanista, hasta Bolívar, nuestros(as) independentistas nunca quisieron hacer de nosotros una potencia imperial, sino una gran confederación de paz. Quien mejor lo resumió fue Bolívar: O nos salvamos juntos, o nos hundimos solos. Nosotros por ejemplo, no tenemos que temer que un vecino (como entre Grecia y Alemania) abuse de nuestros trabajadores para aprovechar la crisis económica a su favor; nosotros nos ayudamos y cuidamos entre todos. 2) Porque Venezuela es un país solidario: mientras el petróleo sólo ha servido para llenar de fortunas a inmensas corporaciones privadas, esa nación hermana  ha permitido que accedamos al imprescindible recurso y que en compensación incrementemos la producción nacional y las relaciones fraternales, y 3) Porque en todo nuestro continente las calumnias y distorsiones acerca de gobiernos legítimos siempre han olido a una cosa muy fea: matrices de opinión interesadas, amigables con el golpismo. No es que uno se prejuicie con usted o con cualquier otro “hacedor” de opinión; es que estamos ya muy viejos (500 años!)… demasiada sangre, demasiado saqueo, demasiados muertos sin tumba. Un demócrata dominicano no puede sino espantarse con sólo hacer remembranza de la matriz de opinión fabricada para tumbar al gobierno y la Constitución de 1963.

¿Sabe, señora Aizpún, qué es para mí descabellado e injustificable, merecedor de todo repudio? Que un solo país –Estados Unidos de América- tenga la capacidad nuclear para hacer volar el planeta Tierra 3500 veces (según escribió Seymour Melman, el más reputado estudioso norteamericano de la economía de guerra). Pongámonos en el pellejo de un gobierno legítimo europeo, por ejemplo, que no sea reconocido por el Jefe de Estado de la mayor potencia nuclear, después de un mes de juramentado, sabiendo que han sido capaces de invadir Irak con una burda mentira, alentada también por un presidente español, José María Aznar. Y no sólo eso, sino que la cancillería de Estados Unidos no ha condenado aún al candidato perdedor, pese a los diez asesinatos ocurridos después de su llamado a “soltar toda la arrechera” (rabia) y pedirle a los soldados (esos que usted dice que no deben aliarse con nadie) que se percataran de que Nicolás Maduro es un “Presidente ilegítimo”. ¿Sabe qué dijo dicho candidato en CNN en Español? Que responsabilizarlo a él de aquellas muertes era como culpar al entrevistador porque “se explote un bombillo” del set.

Hablando del candidato perdedor que llamó a soltar la rabia e interpeló a los soldados de Venezuela: usted, señora Aizpún, dice que Maduro cada vez que da “una declaración es un insulto”. Sigo la prensa venezolana, de toda línea editorial. ¿Será que usted califica insulto a llamar “fascista” al señor Henrique Capriles y sus aliados más férreos? No, respetada comunicadora, “fascista” no es un insulto: es una denominación política. Por ejemplo -como recordábamos más arriba- en su tierra natal Francisco Franco barrió con la República e instauró un régimen fascista que mató, torturó, desapareció. Uno de esos muertos fue el inmenso poeta Miguel Hernández.  Más tarde, Francisco Franco instituyó en el mando al actual rey Juan Carlos I de Borbón. En Italia también hubo fascismo con Mussolini. El fascismo es el tipo de régimen con el que se ha efectuado, bajo mando militar, el exterminio violento de las izquierdas en Europa y América Latina. Así que Maduro no insulta: denota lo que a su juicio es el credo y práctica política del señor Capriles, quien -hablando de insultos- llama al Presidente “Enchufado Mayor” y ataca la calidad de mujer de su esposa.

Usted también dice otras cosas que son, al menos, discutibles. Señala que “Chávez sin petróleo no hubiera sido Chávez”. Claro, señora Aizpún: Holanda no hubiese sido Holanda sin la navegación y los canales, Venecia sin los bancos, Noruega sin el petróleo. Incluso, España no hubiese sido España (es decir, potencia mundial) sin el 12 de octubre de 1492; mire que por algo todavía el rey saca el ejército a marchar cada año en honor a aquella “epopeya”. Tampoco España sería ese paraíso de la banca y las inmobiliarias, ganando euros a borbotones, sin las políticas neoliberales instaladas por el PP y continuadas por el PSOE, y sin los donativos del centro político-económico de Europa, que ayudaron a convertir aquel provinciano y delicioso  Madrid en un todo un Panamá City del Viejo Continente.

Pero es que eso es lo que debe hacer todo país: aprovechar su riqueza. El quid del asunto es otro, señora Aizpún. Es que Chile y Perú no sean los países desarrollados que deberían ser teniendo tanto cobre, plata y oro; que Argentina fue sumergida en el hambre pese a producir alimentos para 300 millones de personas en el mundo; que México exhiba una pobreza insoportable pese a tener tanto petróleo. Ningún país avanza de la nada. El pecado está en regalar la riqueza o dejársela coger, o no hacerla producir más riqueza. En haber cambiado esa tara histórica está el mérito de Chávez y sus fuerzas de apoyo; ahora Venezuela produce hasta computadoras. Y eso de que, según su punto de vista, Maduro sea “imposible” sin Chávez es sencillamente especular: nadie tiene bola de cristal, pero, además, note que eso que usted llama "chavismo" es un movimiento político, social y militar con más de tres décadas de camino, con Maduro, chofer de guaguas, incluido. Seamos un poco más cautelosos en los veredictos.

No, Maduro no se derrotará solo, como parece vaticinar usted, señora Aizpún. Los gobernantes -por lo menos en el mundo actual- no se caen solos: los tumba el pueblo en la calle, las cúpulas partidistas o los militares que sirven a intereses anti-constitucionales. En Venezuela no pasa ninguna de las tres cosas. La mayoría de los venezolanos –salvo que usted maneje otros datos desconocidos- votó por Maduro. Quien sí quisiera derrotarlo es Capriles, y eso es normal, por algo es opositor. Su problema está en que no quiere seguir las reglas del juego para derrotarlo en buena ley. El debería aprovechar que la Constitución de Venezuela contempla el referéndum revocatorio, y dedicarse a construir una mayoría con paz, equilibrio y un proyecto de país.
Por otro lado, pasando a sus últimas dos preguntas, señora Aizpún, está bastante “tirado de los pelos” eso de que la Alianza del Pacífico, frente al ALBA, tenga “el hilo argumental más neutro, políticamente hablando”.
Lo primero que debe llamar la atención es que en esa Alianza se embarquen Perú, Colombia, Chile y México, cuyos gobiernos tienen un sesgo político nada desconocido. Pero más curioso es que estos países –juntos representan el 35% del PIB latinoamericano-, salvo Colombia, participan todos de otros esquemas de comercio con Asia-Pacífico. La novedad, aquí, es la participación en bloque con Estados Unidos y Canadá, países que no forman parte de la recién creada CELAC.

¿Qué incluye la Alianza del Pacífico?: liberalización arancelaria al interior del bloque, prohibiendo la modificación de los aranceles a título individual de cualquiera de sus miembros; las negociaciones sobre la denominación de origen; el comercio electrónico; la cooperación aduanera y la ventanilla única. El objetivo es libre flujo de bienes, servicios, capitales y personas. En definitiva, un acuerdo comercial, señora Aizpún, en la vertiente que adoptó el NAFTA (acuerdo Estados Unidos-México-Canadá), que trató de imponer el ALCA y que en Centro-América prosperó con el famoso DR-CAFTA.
Vamos, señora Aizpún, que La Alianza del Pacífico no es “neutra” nada. Es una visión –la dominante- acerca de cómo debe hacerse la globalización y que pone por encima de la soberanía de los gobiernos y las políticas económicas-financieras, el interés privado. ¿No le recuerda a Grecia, España, Portugal, Irlanda, Italia? ¿Sabe usted qué ha pasado con las economías mexicana, centroamericana y dominicana? Cada vez pierden mayor capacidad productiva, amiga Inés, es decir se convierten en plaza de zonas francas y exportaciones de minerales, productos agrícolas y otros bienes primarios. Y terminan importando hasta el papel sanitario y los corn-flakes.

¿Qué decir de Colombia y demás? ¿Sabía usted que una sola compañía, Chevron, explota gas en Colombia y además maneja en el mercado el 60% de dicho insumo energético? Eso no es normal, señora Aizpún, un país no debería integrarse así al mundo. En economía eso se llama prácticas oligopólicas, por no decir monopólicas.
Chile, por ejemplo, tiene acuerdos de “libre comercio” con Estados Unidos, Europa y Asia. ¿Sabe qué prima en la exportación de Chile?: cobre, otros minerales, salmón, frutas y verduras. El producto más elaborado que vende al exterior es el vino. Casi todo lo que tenga valor agregado, procesamiento industrial, y por tanto represente mayor ganancia, se debe importar. Además, la condición para fomentar la “inversión extranjera” es bajar al mínimo los impuestos. ¿Le parece razonable? ¿Conoce algún ejemplo de país que haya fomentando tecnología, investigación y desarrollo sin un Estado que recaude suficientes recursos para aplicarlos a la educación, la ciencia y el fomento de industrias? ¿Cree usted que eso es “neutral”, “justo” y que algún país progresa así? Cualquier parecido con la realidad dominicana es mera coincidencia.

Dice usted que economías como la chilena pasan por “buen momento” y “con ganas de crecer”. Señora Aizpún: dicen los indicadores oficiales que el PIB per cápita chileno está casi al nivel de un país desarrollado, 20.000 dólares. Pero las cuentas no cuadran. ¿Sabe usted cuál es el salario mínimo que el empresariado y su parlamento afín están dispuestos a conceder? 500 dólares mensuales, es decir, 6.000 dólares al año, menos del 30% del supuesto PIB per cápita.
Le doy unas cifras más: el ingreso per cápita del 20% más pobre de Chile no supera los 6.000 pesos dominicanos, un poco más de 150 dólares mensuales. Y los ingresos mensuales de los más ricos bordean casi los 4 millones de pesos dominicanos, es decir, 100.000 dólares. Eso, señora Aizpún, se produce por la hegemonía del capital financiero, la crisis del trabajo y la producción, cuestiones indisolubles de ese “bienestar” de la economía que se nutre de las crecientes exportaciones de bienes primarios. En Chile, vea usted, sólo un 41,5% de los trabajadores acceden al empleo protegido (con contrato indefinido y cotizaciones de seguridad social).
Déjeme darle otro dato, decidor: Sólo cinco familias concentran el 20% del PIB de Chile. Entre ellas, la del presidente de la República, Sebastián Piñera. La pregunta cae de cajón: ¿Cuando nuestras economías neoliberales e hiper-concentradas crecen, quiénes son en verdad los que crecen?

En simples palabras, eso que usted llama alianzas comerciales “neutrales” y “economías que van bien” -seguramente fiándose de los cables que mandan las grandes agencias de prensa- es un sistema de vida donde la mayoría de la gente la pasa mal, muy mal, y no por ausencia de riquezas, sino por la brutal desigualdad y la primacía del capital sobre el ser humano. Tenga entonces mucha cautela al celebrar, por ejemplo, que la Alianza del Pacífico “va a eliminar aranceles al 90% del intercambio entre países”. Siempre observe quién gana y quién pierde, qué intereses priman, y vea qué sucede con las personas, los seres humanos de carne y hueso.

Hay otro elemento clave en esa Alianza que usted califica de “políticamente neutral”, que sin considerarlo se haría caso omiso de la historia dominicana y latinoamericana. Ya los bloques entre países sudamericanos y Asia-Pacífico existen, le repito; la novedad son Canadá y Estados Unidos. Sepa usted, señora Aizpún, que Estados Unidos tiene en América Latina 74 bases militares. 

Una de ellas es conocida mundialmente por torturas: Guantánamo. Tenga presente que por otra de esas bases, Palmarola, fue echado al destierro en 2009 el Presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya. Y tome nota de que, como ya dijimos, EE.UU. es el único gobierno del continente americano que aún no reconoce el gobierno legítimo de Venezuela.
Dicho en breve: ni el ALBA (tratado de intercambio entre Estados y productores asociados) ni la Alianza del Pacífico (tratado comercial entre economías dominadas por el capital transnacional y los grupos empresariales de pocas familias) son inocentes ni accidentales. Eso sí, como usted dice ambas son “contrapesos” o, mejor dicho, contrapuestas: corresponden a dos visiones opuestas, históricamente establecidas, de qué es desarrollo y cómo se alcanza. Ninguna es neutral, ninguna es “buena” o “mala” en sí mismas o por “naturaleza”; cada una tiene sus ganadores y perdedores. Es más bien uno, el observador, quien fija el juicio de valor, dejando en claro a quién y qué prioriza, y fundamentándolo cabalmente.

Ya casi estoy terminando, señora Aizpún, y voy a referirme a su última pregunta.
Habla usted de la infelicidad: del flagelo de la depresión y su lastimoso correlato, el suicidio; el consumo de sustancias dañinas, las demencias. Y tiene razón, difícilmente va a aparecer una “píldora de la felicidad”. Es que para bien y para mal, muchos de esos problemas se despliegan en ese insondable cosmos que es el interior de cada ser humano, único, complejo, irrepetible, imprevisible, no programable.

Pero hay una dimensión del problema (además de las educativa y salubrista) de la cual podemos hacernos cargo y que está íntimamente relacionada con la perspectiva histórica que subyace en sus escritos y la que yo he intentado compartir aquí sobre los tópicos anteriores.
Ortega y Gasset dijo que los seres humanos somos "nosotros y nuestras circunstancias". Nuestra circunstancia, señora Aizpún, es la infelicidad institucionalizada. Estamos organizados para competir unos contra otros, no para solidarizarnos y cooperar. Y eso no se debe a algo como “naturaleza humana” (los humanos somos seres sociales, todos diferentes, y no estamos condenados por la genética) sino a cómo estamos conviviendo. Para muestra un botón: nunca se había producido tanto alimento, nunca habría existido tanta obesidad y al mismo tiempo tantas personas pasan hambre como ocurre hoy en nuestro planeta. Nunca se había producido tanta riqueza al mismo tiempo que se expande tanta pobreza y marginalidad.
Mire el caso de España: los que más se suicidan hoy no son movidos  por problemas "personales", sino los desahuciados, echados de sus casas y esclavizados a una deuda impagable por los bancos que absorben riqueza sin límites. Mire a los EE.UU., el país más rico del orbe, con toda la tecnología, la ciencia y la cultura a su favor, pero con más de 22 millones de estadounidenses mayores de 12 años —casi el 9% de la población de Estados Unidos— que usan drogas ilegales,  según la Encuesta Nacional 2010 sobre el Uso de Drogas y Salud. 

Y mire a Chile, la “España de América Latina”, también conocido en los noventa como el “jaguar”, donde según usted dice, la "economía va bien" y se construye alianzas “neutras”. Ese país, cuyo gobierno anuncia estar a un paso del “desarrollo”, presenta la segunda mayor tasa de suicidio juvenil en el mundo. Sin dudas, un “jaguar” que representa la guerra sin cuartel por la sobrevivencia en eso que algunos –no comunistas ni izquierdistas- llaman el “capitalismo salvaje”: lucha, compite, vence, éxito material y vacío existencial. Recuerde aquellas imágenes de chilenos después del terremoto de 2010, asaltando tiendas y supermercados para acaparar bienes de lujo a cuya posesión son incitados diariamente, como en un “estado de naturaleza”. Porque, señora Aizpún, los seres humanos no podemos comprar la felicidad, pero seguramente sin amor, sin ternura, sin solidaridad, sin compasión, sin un mínimo de dignidad y garantías para la vida, la felicidad se vuelve en un imposible permanente y esto se vuelve un círculo vicioso entre la muerte, el saqueo y la barbarie, un “sálvese quien pueda”.
Ante este tenebroso panorama, no es suficiente “modernizarnos” individualmente; no es sólo una cuestión de “falta de libertades”, “atraso”, “malos políticos” o culpa de los “conservadores”; tampoco de no saber “integrarnos” al mundo. Esto no se resuelve con la misma medicina in-funcional tantas veces probada. Nosotros no nacimos ni hemos surcado estos 500 años de Historia como si nada, como si fuéramos terreno baldío, un callejón de hoyos y barro elemental, como esos que visita José Boquete para denunciar el desastre urbano. Somos un conjunto de pueblos maravillosos, estupendos, de una capacidad de resistencia impresionante y una creatividad a toda prueba.
La humanidad, la mayoría de oprimidos, por lo menos los de América Latina, tenemos el derecho y el deber de intentar otro modelo social, de tener una oportunidad, señora Aizpún, sin que se nos condene, sin que se nos denigre, sin que se nos juzgue sobre prejuicios, reduccionismos o simplificaciones, sobre informaciones sesgadas y matrices de opinión elaboradas en laboratorios, o en cómodos sets de televisión en inglés. Tenemos el derecho a hacer algo, siempre sobre la base del culto a la dignidad suprema del ser humano, que ha sido la bandera que siempre hemos enarbolado desde la Independencia.

Todavía recuerdo otra columna suya, donde se insinuó un paralelismo entre las hermanas Mirabal y la bloguera-opositora cubana Yoani Sánchez. Sinceramente ¿hay algún paralelismo? Las Mirabal, a diferencia de Yoani Sánchez, no recibieron la atención de ninguna de las grandes corporaciones mediáticas, no tuvieron a nadie que les pagaran pasajes aéreos por el mundo; su muerte no mereció la atención ni la denuncia de ningún tutumpote nacional ni extranjero. La suya no era una lucha contra unos gobernantes o un partido: plantearon a toda una generación un proyecto alternativo de sociedad, una agenda liberadora, y pagaron con la vida esa demanda.

Ese mismo sueño de las Mirabal sigue vivo. Su dignidad y trascendencia lo hace algo más que un fascinante ícono de portadas. Y nada puede asegurar que lo haremos bien, nada puede vacunarnos contra repetir malos ejemplos, modelos fallidos. Pero vale la pena conocernos, considerarnos, recorrernos profundamente, en vez de seguirnos “descubriendo”, como si nuestra virtud y humanidad tuviesen que ser siempre sometidos al juicio de un otro extraño, honorable y superior, que nos mira como a infantes, atrasados o quizás como sub-humanos.
Usted, afortunadamente, seguirá escribiendo con el talento que le sobra y la hermosa libertad que goza en el ejercicio de la opinión y el periodismo. Yo sólo le propongo que, parafraseando a Voltaire, intentemos todos juntos practicar un nuevo principio de convivencia: 

“no estoy de acuerdo contigo, pero daría mi vida por tu derecho a construirte y desarrollarte por ti mismo, siempre que preserves la dignidad plena de todos y todas, y actuaré sin agredirte, sin menospreciarte, respetándote y ayudándote con mi permanente criticidad”.

Muchas gracias por la atención y la paciencia. Quedo a las órdenes.
Matías Bosch matias.bosch@gmail.com



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1 Comentarios

max5 ha dicho que…
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