Oliver perfuma de calidad, danza y cantar trascendente el Teatro Nacional

Oliver, musical de Lionel Bart, que recrea la aleccionadora historia del huérfano en el Londres oscuro y aristocrático del 1850, adaptación basada en la novela de Charles Dickens Oliver Twist, volvió a reiterar estableció, a partir de lo que logra la academia  Joy and Music (JAM), de Elizabeth Sánchez, la certidumbre de que ya no hay géneros inaccesibles a la creatividad de productores y artistas dominicanos.



El montaje demandante y complejo (desde el momento en que se concibe el libreto o se asume uno determinado, hasta el aplauso final enardecido con la despedida del montaje, todo el elenco con manos tomadas y flores de encargo protocolar entregadas) es un proceso del cual el público no tiene idea de lo exigente que resulta.

El musical es más que las casi dos horas en que finalmente se resume: ensayos agotadores, lecturas de mesa, selección de elencos, búsqueda de patrocinio, coordinación con las salas, resistencia a todo valladar: así de intrincado resulta.

Oliver, dignidad en escena
Oliver pasa la prueba con dignidad y una estética definida. Supera expectativas  pese a un par de observaciones en la interpretación, es un trabajo notable que recomendamos con entusiasmo.
En este marco, se inserta la Academia Jam, dirigida por Elizabeth Sánchez y la colaboración de altísima calidad de Luis Marcel Ricard, Gracielina Olivero y un elenco en que destaca el entrenamiento de niños y jóvenes que nos sorprendieron con actuaciones actorales, danzarias y de interpretación vocal.
Algunos restablillamientos y falta de fuerza en  un personaje crucial como Bill Sykes (Carlos Martínez) probablemente superables en las presentaciones sucesivas. Nosotros vimos la primera del jueves 6, que es virtual y realmente un ensayo general.

Oliver impregna el escenario con un poderoso mensaje humano, bien manejado por la directora, ejecutado con la mayor profesionalidad posible, en que se destacan particularmente la actuación en vivo de la orquesta dirigida por un permanentemente intenso Dante Cucurullo, unos decorados de gran formato y masas móviles, incluyendo el Gran Puente de Lóndres.

Habríamos deseado mayor potencia e intensidad en la voz del personaje central,  Oliver (Megan Sánchez), pero es lo que había. Entonaba y limpia, su interpretación tan solo requería un tanto mas de color y profundidad. Pero está muy bien.
Oliver como musical evidencia el arrojo de sus protagonistas locales, la actitud de firmeza de sus productores y se inscribe con buenos créditos en la historia del género.

Precursores
El camino del Musical de producción local fue  abonado previamente por los pasos que han dado, décadas atrás, por precursores que hicieron posible el inicio del proceso.

República Dominicana ganó la batalla al Musical, en tanto género de montaje complejo de cuyo dominio, se aspiraba poder inscribir entre los quehaceres escénicos locales. Eso es ya una realidad y Oliver,
El musical siempre fue un género a conquistar por productores y artistas de la República Dominicana.

En principio, hablamos de los años 70 y 80´s, debimos conformarnos con las presentaciones de alguna compañía, generalmente norteamericana o europea, que decidía hacer, casi como un favor, escala en el país para ofrecer muestras de un género artísticamente desafiante y desde el punto de vista de producción, demandante y complejo.

Hubo quienes, desde la producción local, iniciaron el camino del musical, en principio sin todas las condiciones técnicas: no había micrófonos de rostro para cada quien, la utilería se montaba con lo disponible, los decorados aspiraban la mayor profesionalidad posible, pero ciertas eran sus limitaciones.

La irrupción en musicales, sobre todo de corte infanto-juvenil por parte de Nuryn Sanlley, quien completó una larga serie de musicales con en torno a su personaje La Pinky y su sucesión la Pinky Ginny, y el papel determinante de Amaury Sánchez, quien asentó el género, dotándole de condiciones técnicas, firmando con los propietarios de las licencias, reformulando escenario y formando talentos de nuevas generaciones para el musical, al desarrollar una trayectoria que sin dudar es precursora.

Por suerte para el público, no solo Sánchez se entonó en el camino del musical como opción escénica de facturación local en cuanto a la producción (no en torno al tema, respecto del cual el país sigue - con algunas excepciones notables que han enfocado temas  de la dominicanidad- siendo muy importador de libreros, reproduciendo a escala los éxitos de Broadway y los escenarios europeos, un handicap que deberá ser superado en el tiempo por venir. 

Reparto.
El reparto actoral de este musical está conformado: en el papel de Oliver, Megan Sánchez; como Dodger, Annabelle Aquino, interpretando a Fagin, Joaquín Ruíz; Nancy será, Francesca Yarull/Laura Pernas; Bill Sykes, Carlos Martínez; Widow Corney, Laura Pernas/Francesca Yarull.


Completan el elenco como Señor Bumble, Gabriel George;  Señor Sowerberry, José Arturo Ruíz; Señora Sowerberry, Gabriella Sánchez; Bet, Priscila Maltés; Noah Claypole, Javier Peterson; Charlote Sowerberry, Ana Isabel Hernández; Señor Brownlow, José Lantigua; Señor Grimwig, Steven Velázquez; y la Señora Bedwin, Gabriela Gómez. 












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