Rosanna Vargas/José Rafael Sosa
La Temporada Sinfónica 2014 tomó cuerpo desde anoche
permitiendo el goce de un emotivo chellista sur-coreano marcado por sus
tonalidades dramáticas y el formidable desempeño de la Orquesta Sinfónica
Nacional que decidió tomar para si el
desafío de interpretar a Richard Strauss con el que posiblemente sea el más complejo de sus poemas sinfónicos, un
Don Juan que tuvo la virtud de borrar cualquier momento desagradable generado
por goteras caídas en el lugar menos apropiado, aquel escenario del Teatro Nacional
que ahora estuvo seco e impecable.
Bajo la dirección de José Antonio Molina, la OSN hace un Don Juan, genuina fanfarria orquestal con sus tonos colosales y describía
con múltiples instrumentos al desaforado personaje del amor y la aventura.
José Antonio Molina, conducía majestuosamente a la
orquesta en la ejecución de esta demandante pieza musical, cuya dificultad se
evidencia en el hecho de que Strauss, en una ocasión se compadeció de un grupo
de músicos al verlos ensayar la
extenuante composición.
La barcarola que se contoneaba en notas que se mecían
en los cuerpos de los ejecutantes, fue, de forma inadvertida, interrumpida por
un angelical oboe que, delicamente, irrumpió, para poner una nota inefable nota
de ternura en el cuadro dibujado con
sonidos de armonìa en su expresiòn más alta. Tenue, sinuoso y penetrante nos
dejó absortos. Era el amor libidinoso de Don Juan vencido por otro amor más
profundo.
El oboísta se abandonó en un solo y le imprimió
inflexiones mágicas al momento. La ejecución de la orquesta sinfónica nacional
logró maravillosamente explotar la bravura de la bella e indómita sinfonía
poética del maestro alemán. Si Strauss hubiera estado en el Teatro Nacional,
habría visto a una orquesta aceptar el desafío que plantea su aclamado Don Juan
y demostrar su virtuosismo en el escenario.
El chelista Jonah Kim, en su interpretación del Concierto
para Vioncello y Orquestra en mi menor de Edward Elgar, atrajo a escena, con sus notas sombrías, y suss desgarradores y cortantes movimientos.
Con una expresión jubilosa y a la vez desafiante, Kim nos paseó por una
progresión acentuada por sus dedos al crear unos admirables pizzicatos.
La tensa belleza de sus registros residía en la contraposición
de expresiones festivas y súbitas réplicas apesadumbradas. El artista logró una
interacción magnífica con la orquesta mientras las cuerdas de su chelo
avanzaban en una búsqueda profunda y punzante.
La orquesta y el virtuoso Kim tomaban turnos y jugaban a
intercambiar secuencias contrastantes. De igual modo, el chelista complació a
los asistentes al concierto y les regaló una amorosa interpretación de Beau
Soir de Debussy que dejó a muchos pidiendo un encore en silencio.
Para concluir con un programa que mostró el coraje y la
madurez técnica de nuestra orquesta, el colectivo sinfónico logró una
intencionalmente escurridiza y pomposa Alegres Travesuras de Till Eulenspiegels,
fiel al deseo de Strauss.
Escuchamos una narración musical llena de fantasías,
chanzas y correteos. Los instrumentos competían en una exuberancia de texturas
desordenadas y fantasmagóricas. En un sincronizado e intachable movimiento
conjunto llegaba el fin de la aventura en la historia musicalizada de Till
Eulenspiegels y quedaba abierta la temporada sinfónica 2014. ¡Bravo!
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