¿Qué condiciones debe tener una persona para ser considerada en el marco honroso del heroísmo nacional?
¿Debe ser un superhéroe con poderes
extraordinarios proyectados desde el cine y los comics?
¿Debe haber puesto su vida en peligro
por salvar otras personas, familias, comunidades, el país o el mundo mismo?
¿Debe haber fallecido?
¿Debe ser un anciano en cuyo final de vida,
descubrimos sus condiciones especiales de entrega, arrojo y solidaridad?
Puede ser todo eso, pero este Héroe
Nacional al que hoy me refiero y hago este homenaje, no se enmarca en ninguna
de estas condiciones.
Es relativamente un hombre joven.
No ha salvado la vida de nadie.
No tiene poderes especiales.
No tiene estatura publica por partidos o
agrupaciones (creo que, al contrario, en los partidos no lo aprecian
demasiado).
Es un trabajador de la realidad.
Se ocupa de estudiarla cada día.
Se encarga de observar el detalle de
humor, ironía y sarcasmo que esa vida aporta y que se nos va inadvertido a
quienes caminamos como autómatas por la existencia.
Es héroe nos hace reír de nuestras
penas.
Nos saca una sonrisa de nuestras
desgracias.
A veces nos provoca la reflexión o la
ternura.
Su talento nos acompaña diariamente.
En la caricatura de El Nacional.
En la caricatura de El Dia.
Con su mascota, Realengo que ya amamos
todos y todas, porque nos expresa, nos deja manifestar y hacer fiesta de
nuestras realidades mas tristes y dolorosas.
Mi Héroe Nacional, se llama Cristian Hernández.
Nadie lo ha convocado al Congreso Nacional
para consagrarlo (dudo que lo hagan).
Pero nos acompaña dia a dia, haciéndonos
reir y pensar desde el ángulo ignorado y sarcástico, de nuestras realidades.
No se como lo hace, pero se renueva a
diario. Y nos hace ver cuan pequeñas son las miseriosas realidades que nos
rodean si ante ellas tenemos el tremendo poder de sonreír. Por eso es mi Héroe
Nacional.
Foto de revista Pais Político (editada por Máximo Jimenez)
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