Un
día más que iniciar con un café con tono subyacente de vainilla luego de un batido
a la leche descremada y liquido de almendras, que le produce un cuerpo cremoso
y un sabor que recorre los sentidos. ¿Parecería todo perfecto?
Una
forma de resistencia ante la andanada de informaciones que nos subvierte el
alma: el crimen del asesinato de casi 5 mil niños gazaties en Gaza.
¿Las
vidas de esos niños en los hospitales de Gaza, tiene menos valor que los
nacidos en los hospitales de las capitales europeas o de Estados Unidos?
Y
todo, sin interlocutores con autoridad para detener la masacre inspirada y movilizada
de lado y lado.
(Desde luego, del gravísimo atentado terrorista contra la población civil de Israel del 7 de octubre) y que hasta ahora ha cobrado 13 mil muertos en Gaza en una obvia venganza que procura la cuenta de cobrar por 10 cada muerto o secuestrado de Israel, (es decir, venganza ciega y desproporcionada), incluyendo bebés, mujeres y adultos mayores.
Nadie niega el derecho de un pueblo a responder una agresión
criminal contra su población civil, tal cual aconteció y como no debió haber
sido nunca. Grave provocación militar que traería consecuencias, como al efecto. Fue poco inteligente agredir asi a un Israel en capacidad de responder,
Un
café con tono de vainilla desde luego que no disipa el dolor que lacera el alma
al presenciar el eructo del odio que se reproduce tan geométricamente.
Un
café ayuda a entender, pero no satisface el fondo. Pone el alma en la actitud
de soportar mejor. El terror sigue siendo injustificable sea en nombre de la
causa o bandera que sea.
Israel
debería dejar de cometer crímenes de guerra de este nivel.
Hamas
debería igualmente abandonar la práctica del terror y evitar la estupidez
táctica de provocar a un gigante militar que obviamente se descuidó en su
seguridad. Hamás ha provocado la actitud criminal y de venganza de Israel.
Y
eso no lo disipa un café por muy sofisticado que sea su sabor. Es para quien lo
toma, buenos inicios del día. Pero ahoga la esperanza de un mundo en paz. Ya
las escenas de esas violaciones al Derecho Internacional Humanitario -
de ambas partes - lo hartan como espectáculo en vivo mientras degustamos el
postre frente al televisor de 90 pulgadas, como espectáculo de sangre y dolor
que nada tuviera que ver con nosotros.
Por
muy rico sea el café del inicio del día. Israel debería por comenzar admitiendo
el derecho del pueblo palestino a tener una patria soberana, sin restricciones
de movilidad y los palestinos y demás sectores nacionales, respetar el derecho
de Israel a existir en paz.
Y
eso dejaría el espacio de ser de cada cual. Hay una espiral de odio recíproco
que estimula la violencia, la guerra y la muerte.
¿Con
que se pagarán esas vidas de infantes gazatíes inocentes cuentas de una
relación de víctimas?
¿Con
que se han de pagar las estúpidas agresiones con cohetes de Hamas contra la
población civil de Israel?
¿Con
que se pagan las agresiones a punta de AR15 de los colonos israelíes instalados
a la fuerza en territorio gazaties para expulsar a los nativos de esas tierras?
¿Se
soluciona eso tomando un café con aroma a vainilla? Es cómodo tomarlo mientras
se espera por France News o 24 RTVE, de Televisión Española.
Este
café debería llenarnos de esperanza, pero solo nos colma de vergüenza, impotencia
y rabia contenida.
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