Las Magnolias de Acero, han servido de mucho. Lo primero es para disfrutar la actuación múltiple de estas seis mujeres , lo segundo es destacar cómo se destaca Naslha Bogaert, lo tercero es que ha logrado una conexión público-artistas, tan plena y un lazo de interacción en el cual, arte y disfrute de una actuación esencial plural, hacen coro indecible a los deseos de perfección atesorados durante los meses de duros ensayos, choques temperamentales previsibles, limitaciones y reafirmaciones vitales.
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El Teatro, pese a los sacrificios que impone, a las incomprensiones a que se arriesgas, a los vacíos que deja en el alma cuando busca ser realidad, sigue siendo milagro, virtud y reencuentro con la existencia misma, descubriendo heroísmos y resistencias ignoradas que cubre el firme manto invisible de lo cotidiano sobre vidas ordinarias que se erigen en ejemplo y ruta y que, al ser montado adecuadamente, se establece como experiencia que impregna los sentidos de sensaciones que exceden lo artístico, que llegan más allá de la carcajada auténticamente arrebatadas con esa frase puntillosa oportuna e inolvidable.
Elenco
La actuación multivalente de estas seis mujeres, de generaciones y
experiencias diferentes, vale todo lo que se pueda hacer para verlas en el
Palacio de Bellas Artes, una propuesta montada con mucho mayor dosis de
sacrificio de lo que ordinariamente implica un proyecto de esta naturaleza,
matizada por la calidad de su texto (Robert Harling),
A lo que se añade la limpieza con que se han ejecutado sus aspectos técnicos : iluminación, escenografía, vestuario, peluquería, aspectos que han sido desarrollados con perfección extrema para ubicar estos factores a la altura histriónica de lo que entregan en escena Elvira Taveras, Olga Bucarelly, Yanela Hernández, Yamilé Scheker, Hony Estrella y Naslha Bogaert, dejando sentada una impronta actoral difícilmente superable para el teatro dominicano contemporáneo.
A lo que se añade la limpieza con que se han ejecutado sus aspectos técnicos : iluminación, escenografía, vestuario, peluquería, aspectos que han sido desarrollados con perfección extrema para ubicar estos factores a la altura histriónica de lo que entregan en escena Elvira Taveras, Olga Bucarelly, Yanela Hernández, Yamilé Scheker, Hony Estrella y Naslha Bogaert, dejando sentada una impronta actoral difícilmente superable para el teatro dominicano contemporáneo.
La líder interpretativa es Elvira Taveras, más que efectiva en su personaje eje relator de la
historia, ratificando el reconocimiento al trayecto hecho a fuerza de un
temperamento que rompió formalismos escénicos.
Hony
Estrella, que está
exquisita, expresión de una madurez actoral que se ha cultivado a golpes
de entrenamientos, estudios y ejercicios de métodos distintos de
actuaci{on.
Olga Bucarelly es todo un espejo de hilaridad bien conducida, justa
y de una comicidad críticamente selectiva;
Yanela Hernández sorprende por el arrojo y la entrega para interpretar el que es
probablemente el más complejo de los personajes co-protagónicos por el
abanico se sub-caracterizaciones que debe manejar a su interior. ¡Cuánto
alegra que haya logrado un papel
que nos deja ver la actriz versátil y ríspida que nos ha escamoteado la
maestría de ceremonias!
Yamilé Shecker
es un postre escénico que llega el humor profundo y se filtra entre los poros
de un publico sensitivo.
Naslha
Bogaert merece un reconocimiento aparte: ha logrado dotar su personaje,
tambien expresión de un proceso de cambios, al punto de resaltar
notablemente incluso para compartir una estelaridad (sin competir
lógicamente) con las atrices veteranas.
A esta mujer hay que tomarla en serio porque se trata de un diamante histrónico en proceso y con brillantes perspectivas, de las que comporta la nueva generación actoral dominicana. Esta chica ha logrado despedirse con glorias de la imagen de cara bonita para mostrar su ser actoral de buen matiz y quien saca con dignidad unos procesos de transformación convincentes.
A esta mujer hay que tomarla en serio porque se trata de un diamante histrónico en proceso y con brillantes perspectivas, de las que comporta la nueva generación actoral dominicana. Esta chica ha logrado despedirse con glorias de la imagen de cara bonita para mostrar su ser actoral de buen matiz y quien saca con dignidad unos procesos de transformación convincentes.
Todo en el montaje conspira
buenamente por la coherencia estética: el vestuario, peluquería y
maquillaje, la sobria y bien lograda escenografía,
manejan sus roles para sumar desde sus caracterizaciones.
Un reconocimiento al director Franklin Domínguez, viejo zorro del teatro
y personaje crucial de nuestra escena.
La lección
Magnolias
de Acero se siente como tal, con la misma fuerza con que la
pieza expone con virtuosismo la
resistencia y solidaridad entre mujeres ante los sórdidos golpes
cotidianos. Una historia sencilla, de personajes profundamente simples y
multiplicadamente complejos en sus esquemas de desarrollo.
Toda expresión del buen teatro sigue siendo reproducción, recreación y
gerencia imaginativa de la vida. Todo teatro esencial toma la ruta de solazarse
en las más dramáticas y cotidianas expresiones de la vida de la gente. Pero no
siempre, aun cuando sea buen teatro, ese objetivo llega a instalarse con su
oleada de sensaciones, de humor, de dolor y
de drama.
Magnolias de Acero, una pieza fundamental de la dramaturgia
norteamericana, escrita en tono de comedia grupal, por lo que demanda de
intérpretes de carácter, logra ese mágico y excepcional milagro de cuando el
teatro conecta a fondo, cuando hace anclas en el ser profundo del público.
El estreno del montaje de Magnolias de Acero, de Robert Harling, (que tendrá efecto solo
este fin de semana) es una muestra de estelaridad interpretativa, de una
notable actuación de conjunto por parte de seis actrices que se comprometieron a dar vida fiel, convincente y
seductora a sus personajes, pese a pertenecer a distintas generaciones
actorales y contar con trayectorias y experiencias distintas.
Héroes invisibles
Juancito Rodríguez y Hony Estrella promotores de un gran proyecto
teatral afamado internacionalmente pueden estar tranquilos al final de un
proceso cargado de esfuerzos más allá de lo humano, de sobresaltos, de idas y
venidas.
Ellos lograron reunir un elenco de actrices todas estrellas, con
diversos niveles de experiencia. Fue oportuno y crucial el respaldo del Centro
Franklin, sección cultural de la
Embajada de Estados Unidos. Tuvieron dificultades y
valladares para escribir una novela en el proceso, pero salieron adelante con
la acertada la dirección de Franklin Domínguez.
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