Quienes conciben la Hermana Glenda como una monja de voz hermosa, sustentada sólo en su guitarra, capaz de convocar multitudes, vender muchos discos y provocar la reflexión cristiana de vuelta a Jesús y María con sus bien administrados parlamentos profundos, espontáneos y de sólida sustentación bíblica, están equivocados.
Esta religiosa nacida en Chile representa, en el fondo de todas sus circunstancias, mucho más de lo que se percibe a simple vistazo.
La Hermana Glenda ratificó el pasado sábado su esencia como fenómeno artístico-espiritual masivo, dejando, de paso, vías abiertas para las interrogantes: ¿Qué provoca una asistencia tan masiva y fiel a sus presentaciones? ¿Cuáles factores intervienen para que personas de una variada pinta de edades (desde juventudes adolescentes hasta personas entradas en Tercera Edad) la sigan al unísono.
Las respuestas, tras constatar el vínculo que establece Glenda por la vía del arte, hay que buscarlas en las densidades que imponen el vacío interior y la necesidad de encontrar vías de realización, de establecimiento de mejores nexos con la trascendencia que impone el mensaje cristiano.
En cada una de sus canciones, Glenda provoca el coro masivo de la gente. Sus estribillos son patrimonio del público. Los coros que provoca no los pide. Simplemente se producen con la dulce relación del amor de Dios y la validez del arte como vía de expresión. La Hermana Glenda es mucho más que el impacto de sus canciones, todas de notable y sentida inspiración bíblica.
Alfareros
El grupo Alfareros, el indiscutible líder musical de las agrupaciones católicas logro evitar el perfil telonero que se asigna normalmente a las contrapartes y estableció la razón de su calidad musical y de su compromiso cristiano.
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