Dulce Elvira de los
Santos tiene una vida de tantas y variadas caras.
Ella es la tierna y constante escritora de cuentos
infantiles, con una obra reconocida por las grandes editoriales, titiritera que
ha generado la alegría incontable alegría a la niñez de escuelas, pueblos y
colegios, gestora y administradora de proyectos culturales de lectura y arte y....actriz, rol en que radica su misión más trascendente y personal.
Ella acaba de tener, en función
única, su monólogo Mujeres he Visto, en una interpretación acogida con
entusiasmo por un público conformado por estudiantes de teatro, gente con
vocación por la escena y público llamado a aprovechar la oferta del III
Festival de Teatro que entre otros beneficios, ha permitido múltiples
voces que recorren los temas humanos.
Dulce Elvira de los Santos toma un un texto que recorre con dramatismo poético la situación compleja, contradictoria y paradójica de la mujer, pese a que los escribe un ser humano colmado de testosterona, la hormona sexual masculina: español, José Luis Padilla y la dirección de Manuel Chapuseaux, con dramaturgia de José Alfredo Castelá, una vasija de plástico, un pañuelo, unos tambores roncos y bien tocados y un escenario en fondo negro sin nada más, fueron suficientes para sentir la fuerza interpretativa de la De los Santos. Sobre el texto tenemos nuestras particulares observaciones:
No nos acaba de convencer es el tono lineal del texto como tal, mas asimilado al discurso de denuncia y giros poéticos que al concepto que incude a una acción dramática. Es más discursivo que teatral. Es más exposición adecuada para abrir o cerrar un gran evento sobre la problemática femenina que en el marco de otras dramaturgias consustancialmente ungidas del teatro.
Dulce Elvira hace
cuanto puede por darle sentido teatral, junto al empeño del director, Manuel
Chapuseaux, pero el tono del texto de Padilla, incluso luego del tratamiento
dramatúrgico de Castelá, nos deja algo vacío y pendiente en la evaluación de
este montaje.
Claro que cuenta con
el apoyo del público por el texto reivindicativo, por la actuación misma, por
la efectividad de los recursos, pero ese sentimiento de estar ante una
exhortación ideológica, a pesar de sus tonos de poesia, de su untura del
lenguaje cotidiano, es una materia pendiente por resolver. Y con el texto ya
hecho e interpretado, la labor enfrenta el “Consumatum est”.
La actriz despliega sus recursos vocales, corporales y su entrega subjetiva al personaje desde el cual sale en forma de palabras, gestos, danza y sugestivas miradas, el mensaje reivindicativo del nunca valorado con justicia rol de la mujer en un mundo edificado por y para hombre.
A ante
una platea completamente llena en la Sala Ravelo y en función única,
recuenta los roles y misiones de la mujer, rompiendo el criterio que la
reduce al papel de objeto que satisface la muy incompleta sexualidad masculina
o a reproducir la especie humana.
La intérprete deja
sentir que las palabras de Padilla, son mucho más que términos de un parlamento
dramático, tremendamente bien escrito a pesar de que es un hombre quien las ha
generado y paseado por numerosos escenarios hispanoamericanos.
El montaje de Mujeres he visto corresponde a una perspectiva contemporánea del teatro, esa que prescinde de grandes masas escenográficas y las líneas de producción de un teatro simplista y comercial que busca provocar la risa y generar la evasión, respetando siempre el derecho de quienes tienen como práctica, desde las tablas o desde las butacas, de ir al teatro a disfrutar de realidades cómodas e inconexas con lo que se vive, una vez que el telón ha caído o las luces se han apagado, con el botón sonoro del aplauso final.
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