¿Cuál es el límite del cuerpo y
la mente del ser humano? La interrogante queda abierta como manantial del cual
manan las aguas del misterio y el placer de lo alcanzado con excelencia, una
vez que ha terminado la VII Gala de la Danza Mundial, con las ovaciones repetidas de un público que aun no sale
de su asombro, tras recibir dos demostraciones de la ridiculez de los límites
creados artificialmente: las de quienes desde su condición de parálisis
cerebral, celebraron allí mismo la vida, tal cual pueden y la forma en que se entregaron en rictus de artes y cuerpos.
Cuando, en el año 2005 se gestaba
la idea de producir un evento por
parte de un selectísimo grupo de bailarinas, directoras y productores de la
danza, que trajera al país las
principales figuras de la Danza Mundial, no fue poca la gente, que dudó que fuera posible un espectáculo de
esos niveles.
Mónika Despradel y quienes le acompañaban en ese propósito, no se
arredraron ante el esfuerzo de producción que planteaba la idea, la siempre difícil
ubicación de los patrocinios, la selección local de talentos al nivel más equilibrado
posible de quienes vinieran como estrellas de la Danza Mundial, y el objetivo
social que tendría más allá de las maravillas que el cuerpo humano entrenado día
a día, al vibrar tierno o intenso de la música.
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Con siete entregas ya, todas en el Teatro Nacional, la Gala Benéfica de
la Danza Mundial, ha dejado la experiencia de que los sueños son posibles cuando hay garras de fe, capaces de hacer sensible
la piel de los cocodrilos y la altura casi inaccesible de cuando las murallas
se perciben desde lejos.
La parte profesional de la Gala fue una muestra de virtuosismo, de
disciplina desarrollada por años en los talleres, frente a las barras,
dirigidos en su formación por personalidades del danzar de primer nivel.
Bailarines y Bailarinas procedentes de Inglaterra, Estados Unidos,
Francia, Alemania y República Dominicana, montaron un espectáculo integrado por piezas de las óperas, para su
primera parte, por La Bella Durmiente – Tchaikovsky- (César Morales, lírico primer bailarín de
Londres y la estrella japonesa formada en Inglaterra y primera ballerina de la Compañía de
Tokio, Momoko Hirara ); Carmen .- Lovenskiold- ( Adiarys Almeida, cubana
residente en Estados, estrella del Cincinatti Ballet); 101 – Eric Gauthier- (Vlado Marinov, de la Opera de Berlín) y Copellia – Leo Delibes- (Vavit Galstyán -
Opera de Toulousse- y Roberta Márquez .- Royal Ballet de Londres- ).
En la segunda parte se montaron pasajes de : L´arlessiene, de Bizet, (de
Alessio Carbone, de Opera de París); La Sylphide -Chopin- (Davit Galstyan y Roberta Márquez);
Euphony (Vlado Marinov); Romeo y Julieta – Prokoviev- (César Morales y Momoko
Hirata) y Corsario – Pugni- (David Galstyan y Adriarys Almeida).
RD y sus figuras
La propuesta dominicana, probablemente por razones de producción y
tiempo, fue coral, de grupo, con una ejecución de considerable calidad técnica,
y coreográficamente muy exigente de coordinación, tiempos y trabajo de equipo.
Impresionante el efecto que produjo el conjunto de aquellos danzantes, que
hicieron la versión corta de Agua Viva, danza moderna que demanda entrega,
absoluta concentración y, sobre todo, actitud colectiva, sin ansia alguna del
lucimiento individual.
El éxito radica en el efecto de conjunto, a lo que se
une un manejo de luces preciso, con cámara negra y un vestuario en armonía plena, con la intención expresada en la música.
Se lucieron en esta pieza, Marcos Rodríguez, Jonathan Castillo, Ednis
Gómez, Alexandra Duval, Pablo Pérez, Alba López, Eva Martín, Jennifer Ulloa,
Yuleidy Pérez, María Raquel García, Rosa Horber, Lissetty Campo, María Valeria
Melogno y Maykel Acosta.
La segunda entrega dominicana "Arranca", con música de Jjn Miyake, reafirmó
las condiciones de estos bailarines y la calidad de su aplicación a las
orientaciones de aquella coreografía, de Tamas Moricz: Maykel Acosta, Jonatha Castillo, Ednis Gómez,
Eva Martín, María Valeria Melogno, Rosa Horber, Alba López, Lissety Campo y María
Raquel García.
Yo puedo
La presentación de un grupo de artistas aficionados a la danza, todos
pacientes de parálisis cerebral, produjo un impacto abrazador en el público que
premio con aplausos, el empeño, bien realizado de los danzantes. Con una
coreografía nada sencilla para facilitarles el trance, las estrellas de la
Fundación Nido de Ángeles, provocaron en
muchas de las personas asistentes, lágrimas de emoción. Era ver en escena, el vencimiento de barreras que más
que físicas, resultan mentales y no precisamente en esos pacientitos que pueden servir de ejemplo a quienes son supuestamente normales. Se está
tomando conciencia del valor de las circunstancias que toca vivir a cada quien.
Y de que forma se hizo en el entablado del Teatro Nacional.
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