El asesinato de Natascha Teresa Sing Germán , ejecutado por "error" de los sicarios que
cobraron 400 mil pesos, en lo personal me ha marcado.
La conocí de niña. En San Antón. Era y soy, amigo de sus padres. Eran otros tiempos. Pero los afectos se guardan y reviven cuando es preciso.
Soy amigo de juventud de su padre, José Manuel Sing Ureña, y la vi
nacer. Corretear como niña inquieta en San Antón, donde hicimos vida en
comunidad.
Tantas veces comí en la misma mesa con ella, con aquella chica inquieta,
luminosa y amorosa.
Sing murió al ser atacada a tiros por dos
hombres que viajaban en una motocicleta el pasado 7 de abril, cuando se dirigía
a su centro de trabajo por el sector de Mendoza, en Santo Domingo Este.Crimenes de este nivel de crueldad nos hacen preguntar porque Dios
permite que ocurran hechos que cual estilete afilado, penetran ex professo el
cuerpo social y se restregan contra el rostro sorprendido de una comunidad que
no llega a entender cómo se produce un crimen tan ofensivo y gratuito como el
de Natasha Sing.
Soy amigo de Millaray Quiroga, su compañera y quien ha sentido ese
crimen como si hubiera sido ella quien la trajo al mundo.
De la madre de Natascha conservo
hermosos recuerdos por su paciencia y su amor por criar y educar correctamente
sus hijos. Ella no ha salido en nada. Es bajo perfil. Ha sufrido lo que es capaz
de soportar una madre en esa circunstancia.
Hay que reconocer la efectividadde la policía para resolver el caso, e impedir que esos asesinos y sicarios, puedan estar pronto en las
calles.
Esa basura humana, hombres o mujeres que, guiados por la pasión extraviada, por la vocación por el tener vainas o por el atractivo de unos pesos para matar por encargo - no importa que se
equivoquen de victimas- merece no vivir. Lastimeramente tenemos que
conformarnos con mantenerlos vivos tras las rejas.
Falta que la justicia cumpla su papel. Estaremos vigilantes.
Falta que la justicia cumpla su papel. Estaremos vigilantes.
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