De seguro que para las decenas de jóvenes que acudieron a
las primeras funciones de Don Juan Tenorio al cuadrado, montaje dirigido por José
Manuel Rodríguez, era esta la primera vez
que se conocían los textos clásicos de tan bien lograda atmósfera, logrados con
belleza y ritmo, contando una historia seductora en belleza rítmica, en su
estructura armoniosa, aderezada didácticamente por una adaptación criolla que desalmidona la rigidez clásica y la transforma
en una experiencia de humor y educación literaria
acertadamente coordinadas. El texto de la obra está integro aquí.
Lo que José Manuel Rodríguez logra, y confiamos en que sepa
que es eso lo que hace, es divulgar con éxito el texto clásico en el marco de
una actualización popular muy criolla, acertada en buena parte de sus
parlamentos y con algunas partes evitables o francamente desechables por
restarle universalidad, gracia o fuerza al propósito del proyecto.
Don Juan Tenorio, pieza dramática teatral en dos actos venida
de la pluma del poeta y dramaturgo valenciano José Zorrilla y Moral impactó, con su publicación en 1884, la sociedad española por su denuncia de la hipocresía
masculina y sus deudas literarias con El Burlador de Sevilla, de un Tirso de
Molina aun por descubrir desde los horizontes teatrales de cara al gran público
joven.
Poca es la gente que conoce el entramado poético de sus
versos cadenciosos y ricos y fue curioso que fuera un montaje de sarcasmo y
drama, con talentos jóvenes, la circunstancia que permitiera a un auditorio marcado
por ser joven, conocer y disfrutar del poético libreto del imaginario seductor
por excelencia, símbolo de la conquista femenina y personalización del machismo
dominante con sombrero de plumas y estilizada espadas de acero.
Sorpresas actorales
Colocando aparte la actuación de José Manuel Rodríguez,
cuya labor de dirección merece estudio separado, este Don Juan Tenorio sirve para hacer carta de presentación de
nuevos valores de la actuación a los que se avista un futuro promisorio siempre
que no se dejen acurrucar el ego por las lisonjas y persistan en el estudio a
fondo de los quehaceres de la escena.
Reveladora la fuerza humorística y popular de Carmen Rodríguez
(como Yuberkis, la presentadora chismosa del relato); increíble el desempeño y la conexión que logra Alexander
Corleone (Brígida&Brígido), quien
logra una caracterización andrógina
de grandes retos actorales. Su personaje transgrede los roles de género con incisiva capacidad
provocativa y Soa Furnier (como la novicia Doña Ana), merece el reconocimiento.
Ellos dejan ver las garras de la nueva generación de relevo
actoral y deslumbran con sus actuaciones. Manejo de la voz, gesticulación e
integración con el río interior que emana del público y que pocas veces alcanza
esta fortaleza. Son buena muestra de interpretación Guillermo Jiménez (Don
Luis) y Willy Taveras (Gaston).
Es
acertada y aguda la incorporación de
elementos de la cultura urbana (la parte de la representación musical) me
pareció muy acertada.
La puesta en escena es un buen inicio. Adaptada
para un público más joven (con los elementos del género y la inclusión de temas
de relevancia y expresiones populares) pero que "le bajen algo" para
que sea más potable para jóvenes y el público general (familias).
Lo inadecuado
El excesivo localismo de las referencias circunstanciales,
sobre todo al mencionar a presentadoras de Telemicro, restan universalidad y
ronda lo francamente eliminable. El mencionar a las
presentadoras Carolyn Aquino y Jenny Blanco como que "fueron pasadas"
("se las dieron") por las armas por varios caballeros de este siglo,
es además de pésimo gusto-. Las actuaciones de los ayudantes de Don Luis y Don
Juan. Los chicos necesitan pulir su trabajo teatral.
Lo feo
La idea de que "estamos en el Teatro Nacional" y que, al parecer, existe una "cultura" que es más cultura. Esto especialmente cierto cuando la obra es una clara demostración de que en la cultura caben diversas expresiones. Lo que cabe preguntar es qué provoca las diferencias entre quienes perciben un conflicto.
¿Qué hace a unos y otros rechazarse?
Dónde están los puntos de encuentro? Es innecesaria la repetición de
algunos recursos para generar risa. Las connotaciones para un público
adulto que limitan que la obra sea vista por un público joven o familiar.
Apoyo,
más apoyo
Un
teatro de calidad artística y didáctica, gracioso, agradable, agudo y de gran conexión,
pese a los elementos eliminables que indicamos, requiere de mayor apoyo. Los
empresarios deben abrirse al apoyo de estas propuestas, Un programa de mano de
una sola hojita, con dos anuncios de Pinturas Tropical y el Telecable
de Aster, es poquísimo respaldo, que
queda como llamado a quienes pueden aupar el arte de calidad. José Manuel, con
una trayectoria comprometida como profesor de teatro, como gestor de escena, lo
merece.
Los
celular-dependientes
Un
elemento que debe ratificarse es el no uso de teléfonos celulares durante la representación
teatral. En esta oportunidad las luces de celulares encendidos durante toda la función,
era por lo menos de seis, algunos de los cuales seguían chateando, activando
redes sociales mientras las acciones histriónicas se desarrollaban y
respondiendo llamadas.
La
luz de los celulares es molesta para todo el que está cerca y es un asalto al
derecho de mantener el ambiente apropiado una pieza teatral cuyos cuadros se
separan mediante uso de luz y sombra.
Los
celular dependientes (esas personas incapaces de apagar el aparato) bien que podrían
abstenerse de ir al teatro, o al cine (según
el caso) para que puedan enviar mensajes de texto, chatear, revisar sus FB,
subir comentarios a las redes. Y dejarnos en paz a quienes deseamos un contacto
vivo con el arte, sin molestias por su adicción.
Una versión de Don Juan Tenorio (Teatro del Temple)
Una versión de Don Juan Tenorio (Teatro del Temple)
Como película està aquí:
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