José Antonio Molina mostró
anoche, sin tener hablar por su boca (“jodida”
o bendecida) la trascendencia universal que
puede llegar a tener el merengue cuando el talento, el estudio y la actitud
son sus abre caminos a la vida.
El maestro sinfónico, celebrando los 41 años
del Teatro Nacional, ofreció una lección que debe haber callado otras muchasbocas, jodidas o no.
La interpretación de tres piezas de tono sinfónico, basadas
todas en el merengue, parece, sin que nadie lo dijera, una respuesta a quienes,
desde el llamado “merengue de calle” tuvieron el tupé de criticar la música sinfónica con motivo de las declaraciones del maestro José Antonio Molina, director de la
OSN, sobre la calidad artística y de
mensaje de determinada “ música” urbana y que recibiera contestaciones muy
propias de la altura de ciertos intérpretes de ese género popular y que le
mandaron a callar “la jodía boca”.
El Teatro Nacional convocó para celebrar sus 41 de su fundación, a a una
velada sinfónica que hizo vibrar la piel de muchos de quienes acudieron anoche
al llamado en la Sala Carlos Piantini, al escuchar tres piezas vestidas del
lenguaje musical sinfónico apoyado en la
dignidad en su punto más elevado
hablando sin hablar de sus algodones, su jarro pichao y otros aires del
merengue noble y digno.
Quedan ahora en la mente colectiva las tres piezas interpretadas, Tres imágenes folklóricas,
de Papa Molina – presente y orgulloso de la ovación que le rindió el público al
final de ese trabajo con que abrió el concierto- ; Merengue- Fantasía, del
maestro Molina, - su hijo y continuador del quehacer musical extendido y
trascendente- y el Concierto para Saxofón Alto y Orquesta, del maestro
Bienvenido Bustamante, escrito como
homenaje al instrumentista y adventista Octavio Vásquez (Tabito), a quien los
mandatos de la vida terrenal no le permitieron llegar a estrenarlo como solista.
El multi-premiado saxofinista
nacido en Cuba Paquito de Rivera, que hizo su primer chiste al llegar al centro
del escenario, cuando acomodaba los papeles del pentagrama “!Yo se me la música.
Estos papeles son para impresionarlos a ustedes!” (Risas abundantes), fue
centro de una de las más hermosas jornadas musicales de origen criollo, que se
recuerden en ese escenario. Maestría,
fuerza y ternura en su aliento, tonalidades agudas y graves gerenciadas
con la veteranía de un hombre- artista integrado a su instrumento, siendo
ambos, solo uno.
La música lo puede todo. Puede saltar por encima de
barreras del idioma, de las limitaciones del tiempo indetenible, responder
polémicas sin polemizar, celebrar 41 años de excelsa labor de difusión de la
cultura, reconocer obras que, nacidas del criollísimo ritmo nacional, se nos
presenta en la envoltura universal de una instrumentalidad sinfónica presentable
en cualquier parte del mundo.
Es que la música lo puede todo.
Todo.
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