Rosanna Vargas y José Rafael Sosa
Hamlet, Globe to Globe, propuesta teatral del director artístico del Shakespeare’s Globe, Dominic Dromgoole , ofreció al público dominicano la oportunidad de participar de su demócratica apuesta escénica que pretende exhibir la obra de William Shakesperare en todos los países del mundo.
La obra es un admirable esfuerzo de compartir con la comunidad global la
obra del maestro literario inglés. Divertida, joven y osada, Hamlet, Globe to Globe amplía con su versión experimental, la escala en la matriz en la que se inscribe la
obra de Shakespeare. Vale cada uno de los minutos de su extensión: más de dos
horas y media.
Se trató de una presentación lograda
en el país que tras mucho esfuerzo puesto por la Embajada Dominicana en Londres,
que lo planteó al Ministerio de Cultura y que no tuvo mucha promoción
previa y que integró al país a la gira internacional de la compañía inglesa, que persigue entregar una experiencia shakespariana, agradable, sin el
pesado fardo de su dramatismo escénico, con un muy bien pronunciado inglés
antiguo y que le ha generado elogios y críticas internacionales de parte de la
critica de medios como The New York Times, Chicago
Tribune y The Telegraph. No a todo el mundo ha gustado el aire informal, llano,
gracioso y despojado del dramatismo del “ser o no ser”.
Teatralmente la experiencia
que entregan sus doce intérpretes y en particular el que hizo el rol de Polonio
(Phoebe Fildes) por su grácil facilidad
expresiva. El momento culminante de “Ser o no ser”. (To be or not to be), no
estuvo marcado por el dramatismo propio de su intensidad, debido al tono
burlesque que el director, Dominic Dromgoole, impone al montaje.
Extraño un poco que hubiese
vendedores de boletas en mercado negro,a las afueras del recinto, cuando se
trataba de una presentación grauita. Algunas personas llevaron niños pequeños,
lo cual es incoveniente porque el espectàculo no era para su nivel y distraìan
al resto de las personas con sus acciones infantiles para matar el
aburrimiento.
Interpretado en inglés con una orientación escrita
ene l programa de mano y algunas indicaciones situacionales en español mediante
títulos (nunca traducción simultánea como se ofreció).
Para algunos asistentes
la primera parte les agotó, y optaron
por aprovechar el intermedio para irse.
Los afortunados fueron los que se
quedaron a la segunda, mucho más dinámica.
En un ambiente colegial, festivo y dinámico, la troupe de actores ambulantes colocó los elementos escenográficos, conectó de
inmediato con los asistentes al Teatro Nacional y los invitó a presenciar la tragedia
de un Hamlet a quien su padre, el
antiguo rey ahora convertido en presencia fantasmal, encomienda vengar su despreciable
asesinato.
Los elementos del clásico Hamlet fueron resignificados en la plasticidad actoral
exhibida por el conjunto de The Globe. Keith Bartlett interpretó a una tríada
de personajes y se desdobló con gran dominio, soltura y gracia en sus
personificaciones cargadas de humor del olvidadizo y chiflado cortesano
Polonio, el siniestramente simpático sepulturero y el reservado sacerdote,
renuente oficiante de la misa para enterrar a la delicada Ofelia.
Gertrudis, la infame madre de Hamlet, por igual, mostró a una figura
maternal compleja que responde a las interpelaciones de su joven hijo a la vez
que indigna con sus besuqueos, insinuaciones y gestos de mujer enamorada de
Claudio (hermano del rey muerto) y casi en el último acto se transforma en una
chistosa cavadora de tumbas.
Si los personajes de Gertrudis y Polonio convencieron por la amplitud de
sus actuaciones, Phoebe Fildes (Horacio) redefine los papeles teatrales al
asignar un rol masculino a una mujer (inverso a los preceptos
shakesperiano).
Naeem Hayat, en el rol central, le dio vida al abatido Hamlet y desplegó un
interesante mas limitiado rango de emociones por medio de sus expresiones
corporales, por momentos tan intensas que parecían agotar al adolorido actor.
Con fingida locura, el Hamlet de Naeem divirtió al público con sus
lunáticas respuestas y gestos absurdos. Por el contrario, en los conflictivos
soliloquios el joven actor le restó fuerza al personaje al descuidar la
gradación que impone el personaje que interpretaba.
Por igual, Jennifer Leong le aportó frescura al papel de Ofelia pero su
interprtación se ubicó en una meseta de la que no logró moverse en los actos
posteriores al intermedio para infundirle profundidad a su enloquecidamente
desorientado personaje. Leong falla al no retratar con acierto la transición de
la frágil y virtuosa joven del principio a la insana doncella que creó
Shakespeare.
El proyecto global Hamlet, Globe to Globe se destacó, ciertamente por su
elenco de comprometidos actores, así como por la versatilidad en el uso que de
los recursos escénicos y corporales hace esta ágil docena de actores abiertos a
transgredir “los límites” que suponen un espacio físico que cambia
constantemente y los coloca en retadoras condiciones.
En los actos que siguieron a la intermisión, el itinerante conjunto inglés
desplegó un audaz ritmo y recurrió con éxito a una fluida mecánica cinética, auxiliados
de la utilería que emplearon con certeza y creatividad, especialmente en las
escenas finales en las que en el nefasto desarrollo de la historia mueren de
múltiples y lamentables formas Polonio, Gertrudis, Laertes y Hamlet.
El movimiento y la extrema actividad de los momentos casi finales de la
obra, contrastaron con los medianamente logrados soliloquios de Hamlet, ligeros
en la densidad filosófica y la caracterización psicológica que exigen. Como
epílogo una coreografía animada celebraba el fin de la representación no fue
confundirnos como espectadores tras haber experimentado el infausto término de
la vida de Hamlet y de quienes le rodean.
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