No hay hombre que dure 100 años...ni mujer que lo resista

La dominación aberrante de una parte elevadísima de hombres sobre una proporción igualmente elevada de  mujeres y que tiene su máxima expresión de crueldad en las 100 mujeres asesinadas en los primeros seis meses del año 2012, es tocada en tono de comedia del tipo farsa, por el montaje No hay hombre que dure 100 años ni mujer que lo resista, con trama tomada inicialmente del libro de la puertorriqueña  Rosaura Rodriguez, y que es montada en el país por vez primera en la Sala Ravelo, por parte de tres excelentes actrices.


Tití (Xiomara Rodríguez), Tatá Yamilé Scheker) y Teté (Elvira Taveras), son las mujeres de los invisibles-visibles Tato, Teto y Tuto, sus tres maridos, sólo presenten en la escena por la vía del celular o de los timbrazos, proporcionan al público que acude a ver No hay hombre que dure 100 años ni mujer que lo resista uno de los encargos teatrales más divertidos sobre las relaciones afectivas, cotidianas, eróticas y económicas de la pareja  maleada por los malos vientos del machismo bárbaro (hay un “neo-machismo" que nunca ha sido objeto de una comedia teatral) que inobserva las condiciones particulares de la mujer, las mal forma en su propia autoestima y las reduce a objetos de consumo patriarcal.

A partir de un libro de Rosaura Rodriguez, la directora Alina Marrero, tiene la suerte de haber dado con tres talentos femeninos de la actuación  para llevar a extremos más que risibles, la exposición del hecho que en el fondo es drama silenciado, ese que marca con el silencio que rodea a millares de mujeres sometidas a un tratamiento personal que no es tán hilarante y gracioso como el presentado en estos 100 años inaguantables de dominación fálica y mal entendida.

Xiomara Rodríguez, Yamilé Scheker y Elvira Taveras se ponen en la onda de la farsa como expresión divertidísima de la comedia para relajar y hacer justicia desde escenario al encadenamiento femenino, pendiente incluso de llamadas que no llegan por parte de sus propietarios de ocasión. 

Magnifica la interpretación de cada una de las tres divas, intenso en alegrías sucesivas el decurso de las acciones de la escena, bueno el rejuego de imaginación-realidad-interacción con el público, oportuno el repentismo de las tres con el auditorio. Tiempo de escena aprovechado al detalle.


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