La Peste es lo mejor en teatro en SD

La Peste, de Angelo Valenzuela, en Teatro  Guloya.
CANNES. Francia. Da la impresión, a la distancia tan extrema en que me estoy de Santo Domingo, de que La Peste, texto sarcástico y dramático premiado y original del dramaturgo y artista plástico Ángelo Valenzuela (de quien reitero que el país sigue sin descubrir en todo su talento, es lo mejor que como teatro tiene en cartelera Santo Domingo en estos momentos.
Teatro Guloya, de un bien logrado prestigio profesional y manteniendo el milagro de una sala independiente abierta y ofreciendo una cartelera de primer orden ahí en la Arzobispo Portes, de Zona Colonial, se ha lucido con este montaje.


No pude ver la pieza antes de salir, por los afanes de viaje, pero acabo de recibir de Giovanny Cruz, una crónica que me da la idea de la trascendencia de este trabajo, y la cual me permito reproducir (sé que tengo autorización abierta siempre para citarlo, como el tiene permiso total para apoyarse en mis contenidos).

Espero poder verla una vez que retorne a Santo Domingo.


Cuando caminaba hacia Guloya iba con ciertas aprehensiones
. Ha poco había salido muy molesto, casi ofendido, de una imperdonable e insufrible realización teatral. Nunca tienen excusas los talentosos para hacer teatro del malo.

“La peste de estos días” es un texto satírico del notable dramaturgo dominicano Ángelo Valenzuela, que con esta pieza se pone en contacto con los grandes escritores de la sátira clásica: griegos y romanos.  En la sátira, que es una yuxtaposición de la tragedia, mediante la lúdica y la burla el autor nos sirve la trama y su objetivo, haciendo contactos directos con la ironía. El género de la sátira fue cultivado por los grandes pensadores griegos, inicialmente, y desde ellos llega al drama. La sátira, aclaro, nada tiene que ver con la comedia, aunque nos reímos en ella dada la manera en que dramaturgo y actores plantean la denuncia.

Ángelo Valenzuela parte de un suceso rural, cotidiano y común para desde allí hacer una magnífica y justa crítica social, mediante el inteligente recurso de la sátira. Aunque nos divertiremos con la pieza, la situación que nos presentan (de un hombre simple que acude al médico por un dolor sencillo y termina siendo víctima de la ambición desmedida del médico, también es traicionado por políticos y sindicalistas) es en el fondo hasta cruel.
Tan solo el planteamiento, como denuncia social, que nos sirve Valenzuela con su pieza, nos obliga a agradecérsela. Mas aún, cuando la pieza está tan bien llevada dentro de los parámetros de la buena literatura teatral. La sucesión de escenas cortas en la obra de Ángelo, le imprimen un ritmo teatral que, indudablemente, despierta, durante todo el devenir del montaje, el interés de los espectadores.

Sabemos que el trabajo de un director no es de “lector” de piezas. Claro que no. Toda escenificación de un texto es una visión personal de un director sobre dicho texto. Por eso diferenciamos en el Teatro: Texto Literario y Texto Escénico. Siendo este último, demás está escribirlo, el que concurre a las tablas.
El texto de Valenzuela era propicio para que Claudio Rivera nos muestre su asombrosa y excepcional capacidad creativa. ¡Cuanta rica imaginería vi en la escena!  Rivera, de entrada, se pone en contacto con quienes originaron la sátira clásica, para mostrarnos la efectividad del llamado Coro Griego. Este recurso escénico ayudará muchísimo al enlace y al ritmo de la obra. Lo que no se pueda lograr en transiciones de espacios y luces, el Coro de Claudio y Ángelo lo resuelve frente a los espectadores.
Señalo que Coro y Personajes recurrirán, también, a la máscara (magníficamente realizadas por Miguel Ramírez) para lograr en este montaje una muy necesaria multiplicidad.

Aquí debo destacar el planteamiento escenográfico y la utilería. Con recursos sencillos, mas de imaginación creadora que de otra cosa, Claudio Rivera logra una efectiva escenografía; demostrando que no es necesario para el buen Teatro usar una aparatosidad que frecuentemente se traga la actuación. Los biombos de metal con radiografías verdaderas usadas como paredes, me obligaron a aplaudir la dirección teatral de “La peste de estos días”. No hizo falta nada mas. Nada sobró tampoco. Todo allí era funcional y teatralmente reciclable. Esto, porque la escenografía, en el concepto que nos plantea la obra, tiene valor y significado dentro de la verdad teatral que nos proponen. En un escenario los elementos no son verdades en sí mismos. En ese espacio “divino” los creadores son los dioses que ordenan y gobiernan. Una mesa, en esta obra, es al mismo tiempo una pared, un parapeto, un podio, una cama, un escritorio, un mostrador y cuantas cosas se le van ocurriendo a Claudio y a sus actores. Así mismo, el biombo es hasta telón de escena.

Renata Cruz Carretero logra conectarse muy bien con Claudio Rivera y Viena González para crear el memorable vestuario de esta realización. Comentaba con la gran actriz Yorlla Castillo, que me acompañó  a ver la obra, que el vestuario de “La peste de estos días” pasará a nuestra historia teatral como uno de los mejores jamás realizado.  ¿Qué es un buen vestuario en Teatro? Es uno que exprese claramente el criterio que tienen la dirección y producción sobre el texto elegido. El buen vestuario debe contener los rasgos esenciales de la sicología del personaje. Un buen vestuario debe saber “actuar”; es decir: no debe ser una dificultad para los actores en escena ni competir con ellos. Igual, un vestuario debe precisar, cuidadosamente, los colores que le van a los distintos personajes.  Renata, con tanta imaginería como el director, aporta a la escena cuidado y calidad de gran producción.

La banda sonora (canciones populares y temas de conocidas películas) fue utilizada también con justas a las intenciones.

Las actuaciones en sentido general, son magníficas. Por supuesto que Claudio (Plutarco   El desdoblamiento de Claudio desde que nos “presenta” su personaje, es de aplauso. Y así lo hicimos.  Él lleva el ritmo de la obra. Él  la protagoniza. Él, como anti héroe,  es el conflicto escénico.
Zabala) y Viena (Secretaria, Gobernadora, Evangélica y Tía Odiosa), por aquello de que la sapiencia el Diablo la consiguió con su larga vivencia y larga cola, están brillantes. Me atrevo a asegurar que las construcciones de estos personajes es el proceso creativo mas divertido que ambos han tenido en toda su carrera teatral; algo que evidencian desde sus primeros minutos en el escenario.

Viena González logra desdoblamientos sorprendentes. Aquí la hermosura de las máscaras de Miguel Ramírez y el vestuario de Renata les sirven como soportes. Viena nos convence con sus personajes. Opino que el de la Gobernadora y el de la Tía Odiosa (como diosa indostana) son los mejores de los por ella realizados. Empero, todos son de antología.

Ricky Molina (Don Moisés Cortez) está correcto en su papel de hombre sencillo e ingenuo. Creo que en la primera parte de su caracterización está un poco frío y distante del personaje. Pero cuando las acciones le permiten actuar, se desborda y nos convence absolutamente. Sus momentos finales son de aplausos.

Víctor Contreras (Bocanegra y Sindicalista) está bastante bien. Su momento cumbre le llega con el Sindicalista. En un breve instante pareció distraerse y tomar en cuenta al público.

Juan del Villar (Chivilo, Doctor y Banquero) nos convence mas con su caracterización del Banquero. Él es un talento que requerirá un poco mas de trabajo en escena.

En Jéssica Pérez (Tripita y Colombina) tenemos un valor teatral. Le pronostico un gran futuro en nuestro Arte. Su voz es magnífica. Su sentido del ritmo es de aplausos. El manejo corporal es correctísimo. Y lucía que se estaba divirtiendo en grande con sus caracterizaciones. En la escena que desafía al Doctor Zabala logra sus mejor momento.

Doris Trini Sánchez (Belkis) es la esposa del estafado enfermo. El momento interpretativo de sus angustias es muy bueno. Donde me parece que debe trabajar es con el manejo de sus manos y su voz. Aclaro, que ella tiene el mejor timbre de todos los que estaban en escena. Pero eso puede convertirse en un problema si no se utiliza para suplir al personaje. Doris luce enamorada de su voz. Por ello la siento mas a ella misma hablando que a su personaje.  El uso que hace de su voz y de sus gestos imprimen a su actuación demasiada teatralidad. En esta pieza hay mucha teatralidad; pero desdoblada intencionalmente. Este personaje y el de Don Moisés Cortez, son los de la naturalidad. Para ser excelentes deben cumplir a cabalidad esa condición. El sentido del ritmo de Doris Triny es bueno.

Quiero agradecer a Guloya por la noche que me han regalado, por la magnífica atmosfera teatral que me ofrecieron con su puesta en escena. Para este viejo hombre de Teatro no hay mejor regalo que el Teatro bien actuado, bien producido, bien vestido, bien dirigido y bien escrito. Fue una noche memorable. ¡El buen Arte me fue servido!

Me interrumpo porque ya debo irme a dormir. Así que… caiga el inevitable… el siempre ineludible… ¡Telón!


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