Cuando
un buen padre se marcha, no hay forma de ponerse en el lugar de quienes lo han
perdido. Eso de “te acompaño en tu sentimiento” es palabras que, sentidas o no,
no dejar de ser suspiros que se diluyen con el viento.
La
sociedad, como acto de justicia, valora el papel de las madres frente a la
sociedad y sus hijos. Sin embargo, el rol de los buenos padres no resulta tan
exaltado y glorificado.
Cuando
un buen padre se ha ido, el dolor es el mismo aun cuando sea distinta la relación
ya que la madre acostumbra estar más en contacto con sus hijos e hijas, pero es
una distancia relativa cuando el padre ha sido bueno y noble.
La reflexión
nos surge a propósito de la muerte del padre de Reynaldo Brito, Ramón Reinaldo Brito Almánzar, el comunicador web y fotógrafo que nos ha mostrado a amar y apreciar, desde su portal www.imagenesdominicanas.com
la espectacularidad de lo cotidiano que radica en lo que somos como país y como
pueblo.
El
padre de Reynaldo Brito, fue uno de esos padres nobles y buenos que tuvieron a
sus hijos Reynaldo,
José Francisco, Marlene y Joan Manuel. Estaba casado con Élida Alvarado y residía
en Los Ángeles de
Peralejo, en el kilómetro 13 de la autopista Duarte. Miembro de la Iglesia
Maranata, del mismo sector, los cultos a su memoria se realizan cada noche a
las ocho.
Ahora
queda en la familia el recuerdo imborrable de un padre que lo dio todo por su
familia, que estuvo presente en casa momento en que fue necesaria su intervención
ante un problema de salud, una contingencia inesperada o cuando hizo falta que
una persona de respeto saliera a dar la cara.
Un
buen padre se ha ido.
Quedan
su ejemplo y sus hijos.
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