El libro Biografía de Trujillo, de Fernando Infante, debe
ser debatido para sacar las mejores conclusiones debido a que sus
planteamientos sobre la vida del dictador se prestan a muchas reflexiones. Es editado por Letra Gráfica.
Sería saludable montar un debate con la participación de
historiadores, él incluido, para que se escuchen los diversos enfoques.
Los historiadores tienen una responsabilidad moral, además
de científica, con la formación del criterio de las actuales generaciones. La
tarea esta planteada. Infante tiene un blog en que comenta obras de otros historiadores.
El tema Trujillo siempre apasiona, vende, escandaliza o
convoca justas reflexiones, informaciones verídicas, fantasmas creados o
justificados o deformación parcial de la figura del dictador dominicano.
El historiador Fernando Infante, quien nos merece todo
respeto por su labor intelectual, publicó en 2009 una nueva edición revisada de
su Biografía de Trujillo, que nos mueve a algunas reflexiones, en conocimiento
de que probablemente lo que hacemos será llamar la atención sobre un texto que
se se encuentra hace tiempo en librerías, aulas y bibliotecas personales o
institucionales.
Pero -siempre hay un pero- nos preocupa tras leerlo, el
enfoque que entendemos un tanto edulcorado, desconocedor de los aspectos
gruesos de la sangrienta represión, las matanzas, las torturas, los “accidentes
de tránsito”, que aun cuando aparece referidos en un marco que ofrece una
visión “objetiva de lo bueno y lo malo”, nos parece que proyecta la imagen de
un estadista con luces y sombras y que sus puntos brillantes aparecen mucho más
destacados. Infante ha criticado a los dirigentes y de las Fundaciones Patrióticas.
Quién no conozca nada de lo que fue el Trujillato, tras
leer a nuestro amigo Fernando Infante, la idea que tendrá incluso puede ser la
de compadecerse de actitudes de lucha o rebeldía contra el dictador.
Es una biografía complaciente y aparentemente inocente que
nos deja un vacío porque no transmite la verdad del tiempo histórico descrito.
La foto de portada, que presenta una imagen inédita de
Trujillo en la Hacienda María inspeccionando la leche de las vacas ordeñadas,
es cedida del archivo personal de Angelita Trujillo, según se establece en los
créditos editoriales.
Sobre libros y libros
Cuando Aida Trujillo Ricard, publicó su novela A la Sombra
de mi Abuelo, las reacciones no pasaron de algunos comentarios personales, en
los espacios anti-trujillistas.
Fue cuando la obra gana el Premio Nacional de Novela por
parte jurados internacionales y uno local contratados por el Ministerio de
Cultura, cuando se produce una reacción que incluso generó un documento firmado
por 201 intelectuales acusando la obra de trujillista y pidiendo que no se le
entregara el galardón obtenido.
En la novela, la nieta de Trujillo - la única que ha
renunciado a la herencia de su abuelo y que ha enfrentado su
autoritatismo y a sus propios parientes, comenzando con Angelita
Trujillo- reniega de los métodos de Trujillo distinguiendo lo que era el
dictador del que era padre de su padre.
Hoy Aida Trujillo, que ha seguido escribiendo, vive en
Puerto Plata, lejos de toda actividad pública, rechazada por los anti-trujillistas
y los familiares del tirano, en un caso de ostracismo que debe cuidarse
de las posiciones dogmática de su propia familia y de quienes, por ser apellido
Trujillo, la rechazan y la ignoran como una realidad. También es apellido
Ricard, que es conocidamente anti-trujillista. Quienes firmaron el documento
acusando el libro de Aida Trujillo, sencillamente actuaron por solidaridad con
las víctimas de la dictadura, sin haberlo leído. Y nadie ha admitido ese
error.
El de Angelita
Cuando Angelita Trujillo publica su infamante libro Mi
Padre, en el cual incurre incluso en acusaciones a personajes anti-trujillistas
de haber tenido responsabilidad en asesinatos como el de las Mirabal, se
produjo una reacción como era de esperarse, en unos afanes en los que se
reprimió a libreros por venderlo. No debió haber sido. Si se ajustició a
Trujillo fue para tener la garantía de que cada quien tuviera derecho a la
palabra. Lo que procedía (y se puede hacer aún) es el sometimiento a la
justicia por difamación de la autora, por una parte, y por otra, insistir en la
labor educativa sobre lo que fue la dictadura, responderle a su libro y fijar
verdades que ella manipula. El camino es el debate de ideas contra posturas que
buscan reivindicar la imagen del sátrapa.
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