La Viuda Alegre muestra calidad de talentos y buen manejo de recursos

La presentación  de la opereta La Viuda Alegre es  un acontecimiento artístico trascendente que deja una huella de luz en el marco de las celebraciones del 40 aniversario del Teatro Nacional.
La pieza cargada de gracia y amigable frivolidad, es  un derroche bien administrado de actuaciones y recursos que merecieron ovaciones de un público que sintió el gusto  milagro del arte  cuando es manifestación que trasciende y se diferencia de lo cotidiano. Era todo un grácil mundo de canto, danza y actuaciones ricas en su potencial histriónico.
La opereta  cantada  en el país  cantada español, fue  un derroche de gracia, capacidad vocal, vestuario, coreografía, lleva un mensaje sobre la hipocresía y el utilitarismo.


Cuando el arte es bien servido, con sus respetadas normas de excelencia, cuando hay cuidado, recursos, amor, cuidado por los detalles, talentos capaces de brillar por si mismos y a eso se le une una apropiada guarnición de recursos técnicos, cuando se transmite un mensaje que nos hace mirarnos desde la hipocresía de cada quien, entonces el rol de ese arte, el cometido de ese empeño estético, ha cumplido su misión y el resto será reconocimiento y aplausos.


La reflexión nace tras disfrutar del impecable montaje de la opereta en tres actos  La Viuda Alegre, con música del  compositor austro-húngaro Frankz Lehár, con  librero en alemán de  Víctor León y  Leo Stein basados en la comedia L´attache d´ambassade (1861) de Henri Meihac,  anoche en el la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional y que fue un derroche  de generosos talentos vocales  y recursos  técnicos manejados con una maestría y profundidad alejada de cualquier limitación tercermundista.


Durante la representación, que resulta extensa por sus tres actos y dos intermedios, no fue acortada como ha ocurrido en otros países,  se concreta una conexión con el arte que es como si la crisis del país no existiera, como si la delincuencia y la criminalidad fueran pesadillas del pasado. si se mide por este montaje, parte de las celebraciones del 40 aniversario del Teatro Nacional Dominicano.


La soprano  cubano-norteamericana Elizabeth Caballero (Ana de Glavari), haciendo de La Viuda Alegre impactó al público con una voz  rica en matices e intensidad. Su integración a la atmósfera satírica que domina el montaje es de gran conectividad.
El tenor y gestor musical Edgar Pérez  tiene el rol del Conde Danilo Danilovic, Secretario de la Embajada y Teniente de Caballeria ligera Pontenegrina. 
Este rol es asignado regularmente, por partitura, a un barítono. Edgar no logra imponer su voz al fondo musical que le arropa, resultando en la mayor parte de sus intervenciones, inaudibble. Es además el gran responsable de que se haya logrado esta representación por la labor realizada desde  la Sociedad ProArte.
Gisela Zivic, (Valencienne,) soprano argento-colombiana, jovencita de 18 anos y esposa del anciano Embajador del Pontenegro en Paris, Baron Mirko Zeta.
 Ella llena de alegría, elegancia y ductilidad el escenario. Se luce en sus capacidades y conquistó el efecto y la admiración incondicional del público.
Enrique Pina, tenor dominicano  hace  del Conde Camille de Rosillon y Teniente del Ejército Francés y considerado  como el actualmente  el tenor dominicano  más destacado  en el exterior,  logra cuanto se puede esperar de un cantante lírico de clase mundial: Camille de Rosillon es el amante de Valencienne.

En el elenco de apoyo resaltan por sus aportes  y su integración al conjunto: Alberto Llovet Vásquez (Barón Mirko Zeta), Israel González Alvarez (Canciller Niegus), Juan Tomás Reyes (Vizconde Zancada), Pedro Pablo Reyes (Raúl Saint Brioche), Ernesto Báez (Cónsul Bogadonowicht), Omar Ramírez (Consejero  Kromow), Marío Lebrón (Coronel Prist Kist), Vivian Camilo (Olga), Laura Lebrón (Sylyana) y en especial por su gracia y asertividad escénica, Elvira Taveras (Prascovia).


Acceso al arte
Una inquietud preocupación surgida entre quienes tienen una concepción firme sobre el derecho de la comunidad toda al disfrute del arte, ronda alrededor del hecho de que un trabajo como éste solo pueden verlo quienes tienen la posibilidad de comprar una boleta, que supera los mil pesos como promedio.

El planteamiento es lograr que una obra del teatro musical de este y otras características, deben ser televisados o grabados para permitir que sean conocidos y disfrutados por el público popular.


Los recursos
El montaje fue digno y satisfactorio en el manejo de sus recursos técnicos: un vestuario concebido y concretado con el fastuoso ambiente social europeo de época,  dando una agradable sensación de que nada se dejó al descuido y la escenografía de los mismos niveles  de excelencia, cuidado en sus detalles, su reconstrucción de espacios que acogen  con respeto total las acciones estética del elenco.


La música
La dirección musical a cargo de un apasionado  y sorprendente director joven (que iba recitando cada parlamento y cada canción), Carlos Andrés Mejía Zuluaga, al frente de los instrumentistas  provenientes de la Orquesta Sinfónica Nacional: la dirección escénica en Humberto Lara; la dirección artística (uno de los aspectos mejor cuidados)  es de Antón Fustier, la magnífica escenografía de José Miura y la coreografía a cargo del maestro Armando González con personal del Ballet Nacional Dominicano.



Opera  y Opereta
Hay diferencias entre la ópera, que  es completamente cantada y que se enfoca en temas densos y dramáticos. La opereta es una derivación de la primera, orientada a lo animado, musical e informal, contando argumentos inverosímiles o satíricos. Es cantada, bailada y  hablada. La opereta nació en París y luego se amplió a Viena y Londres, ciudades de las que salta a los escenarios del resto del mundo. En las  estadísticas  aparece como la #  22 de las cien óperas más representadas en el período 2005-2010,  es la #1 en Hungría y la primera de Lehár, con 149 representaciones.



Publicar un comentario

1 Comentarios

Arismendi Vásquez ha dicho que…
Muy atinado comentario, justo y sin acomodamiento complaciente.